LA CRISIS DE LA AUTONOMÍA UNIVERSITARIA EN LA FORMACIÓN DE LA CONCIENCIA SOCIAL Y LA DEFENSA DE LA DEMOCRACIA

Dibujo realizado por Rosario@

Dibujo realizado por: Rosario@ (2020)

Una institución que no se dirija hacia el cumplimiento de su misión, sus fines y principios más temprano que tarde desembocará en una crisis terminal. Y este hecho es aún mucho más grave en instituciones educativas públicas, como es el caso de las universidades bolivianas.

Esta vez no se abordará la problemática del impacto social por la debilidad institucional de las universidades en la generación de conocimiento científico y formación profesional de calidad y excelencia, que se constituye en uno de los fines y objetivos de la universidad. Otras razones iguales o más importantes que éstas, llaman nuestra atención en esta oportunidad, cuál es la crisis de la autonomía universitaria en la formación de la conciencia social.

La universidad boliviana plantea en su misión un profundo compromiso con la sociedad de la que forma parte: la formación de la conciencia crítica. Este reto no es sencillo de abordarlo, pero es imprescindible. La misión de la universidad no tiene sentido si no logra que los profesionales en formación desarrollen el sentido crítico, tan necesario y fundamental, como lo es la innovación y creatividad dentro de la construcción social, en la cual el aporte de la universidad es esencial en la búsqueda de una sociedad cada vez más justa, democrática y humanamente desarrollada.

La formación de la conciencia crítica estuvo intrínsecamente ligada al planteamiento de una universidad democrática e independiente, la formación de una universidad liberadora, libre de toda influencia colonial, política, económica; y sobre todo de imposiciones o intromisiones en situaciones de crisis, como sucedieron en épocas anteriores, por la toma del poder del estado por fuerzas golpistas militares y políticas en diferentes periodos históricos de varios países de Latinoamérica. Estos planteamientos revolucionarios sobre el rol de la universidad en la formación de la conciencia social, fue finalmente expresado en el llamado “grito de córdoba” con el que se fundó una universidad libre y liberadora y por tanto autónoma.

Este noble y altruista propósito de formación “revolucionaria de conciencias” es un grito que se ha ido apagando paulatinamente hasta llegar a un triste espectáculo de sometimiento, como sucedió en los últimos acontecimientos acontecidos en Bolivia, durante la toma de poder por movimientos cívicos, militares, policiales y políticos-religiosos, con la participación directa de la iglesia católica a finales del 2019.

Nunca antes se vio que la institucionalidad de la universidad pública haya participado activamente, incluso con el concurso de autoridades universitarias, para derrocar un gobierno, que pese a los cuestionamientos de fraude y abuso de poder, fue democráticamente electo y como tal, tenía todo el derecho a la defensa y a culminar su mandato. Pero la historia fue otra. Quema de instituciones, quema de viviendas, tapiado de instituciones, “cacerías” y persecuciones políticas y lo peor de todo, las masacres (Sacaba y Senkata) de personas que defendían su derecho a defender lo que ellos consideraban democrático.

Uno de los principios de la universidad boliviana establece la “independencia política ideológica institucional”. Pero, en estos funestos acontecimientos se vio claramente como la institucionalidad se alineaba a intereses políticos de grupos de poder que no solo utilizaron a la universidad sino también a otras instituciones particularmente cívicas, militares y policiales que participaron en el derrocamiento del gobierno.

La universidad no solo calló, sino que institucionalmente formó parte de esta cruenta arremetida contra la institucionalidad democrática del país. Nunca antes se vio como la independencia ideológica y política, que la universidad pregonaba, se derrumbaba por los intereses políticos de los grupos articuladores del derrocamiento que participaron desde las universidades. Rectores, Vicerrectores, dirigentes docentes, dirigentes estudiantiles bajo la dirección de los comités cívicos y los gestores políticos del derrocamiento, pusieron a la universidad a sus pies y la usaron para sus fines políticos y en algunos casos económicos. Otros actores institucionales y autoridades universitarias, simplemente se alinearon conforme se desarrollaban los acontecimientos, su silencio cómplice, oportunista y por tanto cobarde, fue simplemente una estrategia para conservar su poder aliándose con el ganador, no importaba quien fuera.

El sentido común nos dice que los protagonistas se reconocerán por sus intereses logrados y concretizados, luego de las convulsiones; simplemente observando donde quedan posicionados o que ganaron luego del derrocamiento. Y en este caso, por lo menos a corto y mediano plazo, se muestra claramente lo conseguido. Algunos dirigentes universitarios gremiales, que coordinaron el derrocamiento, ahora son candidatos a senadores, otros son Viceministros o autoridades “jerárquicas” en el gobierno impuesto, otros perfilan su trabajo político para ser autoridades universitarias, otros buscando consolidar su posición laboral dentro de la universidad; y otros, simplemente esperarán su turno para exigir su cuota de poder institucional o finalmente serán desechados, pues el destino de quien es usado por interés no siempre se retribuye como se espera. Ya empiezan a escucharse voces de disconformidad; claro, dicho de una manera sutil y enmascarada.

Esta crisis no es reciente, como tampoco lo fue el derrocamiento de la democracia en Bolivia, fue un proceso gradual e irremediable en parte por la falta de capacidad de las universidades para asumir y desarrollar la autonomía plena que fue conquistada a partir el manifiesto de Córdoba de 1918. Lamentablemente, por su deterioro institucional, no estuvieron a la altura de sostenerla. Se fracasó en los propósitos establecidos en su fundación. No ha sido capaz de mantener una posición reflexiva, de debate, planteamiento y menos el desarrollo de un pensamiento crítico contra cualquier forma política que devenga en un debilitamiento de las bases democráticas como sucedió con la reciente experiencia de la toma del poder en Bolivia.

Tampoco fue capaz de defender ni plantear elementos que sirvan para entender el embate geopolítico en el que se suscitó esta toma del poder. Sería ingenuo pensar que no existió intervención ni coordinación extranjera que buscan y siempre buscarán influenciar y desestabilizar sistemas democráticos si van contra sus intereses geoestratégicos. El principio “antiimperialista” establecido en los documentos rectores de la universidad boliviana quedo tristemente en el aire, inútil, y sin que nadie haya dicho o hecho nada, en la arremetida.

Por su parte, un componente fundamental de la autonomía como es el cogobierno, plantea, desde la práctica de la autonomía, un interesante escenario democrático de gestión del poder al interior de las universidades. Pero siempre y cuando se cumplan las condiciones, bases y principios sobre las que se sustentan. Fundamentalmente el principio de construcción democrática y basada en la integración dinámica de la universidad con lo popular, con las masas obreras, campesinas y sectores vulnerables de la sociedad, en la búsqueda de una reinvindicación y justicia social en una permanente “revolución de conciencias” como se estableció en los postulados que fundaron la autonomía universitaria desde el principio rector del cogobierno docente estudiantil.

Pero en la práctica este principio también naufragó por la corrupción, por las “alianzas” y contubernios docentes estudiantiles que utilizaron la autonomía para sus fines e intereses personales, que en muchos casos se derivaban, también, de partidos políticos infiltrados que utilizaron a la universidad como escenarios de influencia para sus descarados intereses políticos. Al final posiciones de gestión académica terminaron en manos de politiqueros y astutos manipuladores, que en base a prebendas fueron corrompiendo a docentes y estudiantes en una debacle de corrupción y oportunismo. De esta forma el cogobierno perdió su sentido y se convirtió en la enfermedad, que las universidades públicas juraron erradicar desde la fundación de la autonomía. El cogobierno se transformaba en un espacio de “negociación prebendal” de quien tenía la capacidad, maña y astucia para manejar los intereses de los actores dirigenciales, sean docentes, estudiantes o administrativos a través de sus gremios. Y era ése, quien tenía el poder en sus manos, siempre bajo la condición que cumpla los pactos negociados durante su campaña y que mantenga su protagonismo y “arrastre” quien además tenía la capacidad para retornar cualquier momento al poder, principalmente por los favores que debían ser devueltos por los que lo recibieron. Todo ello a vista y indeferencia de muchos a los cuales la fama y la popularidad del candidato y alguna baratija entregada en las campañas, era más importante que la integridad, honestidad y capacidad de sus dirigentes.

El escenario desembocó en autoridades “elegidas” que, en el mejor de los casos, aprendían el oficio de administración académica, en el camino y sino se echaban mano a las “resoluciones” o “dictámenes” con la complicidad del cogobierno para que la institución siga la voluntad y muchas veces los desaciertos de la autoridad de turno, todo en nombre y bajo el amparo de la autonomía, como si ésta fuera una carta blanca para hacer y deshacer lo que se quisiera al interior de la universidad. Lo más importante para estas autoridades era mantener el poder político dentro de las universidades a costa de lo que sea, incluso a costa del debilitamiento de la institucionalidad universitaria por la corrupción amparada bajo la denominada “autonomía”.

Bajo esta situación decadente, la institucionalidad universitaria se puso al servicio de los comités cívicos, los actores políticos, militares y policías amotinados que participaron en el derrocamiento. Todos unidos por sus intereses políticos de gremio con un fin común (implícito y explícito en muchos casos): lograr el derrocamiento de un gobierno constituido democráticamente. De este modo a través de la institucionalidad universitaria, incluso a la cabeza de las máximas autoridades universitarias, se encabezaba marchas, se bloqueaba calles, se organizaba y movilizaba a docentes para enfrentamientos.

Haciéndose la vista gorda cuando se agredía, humillaba y denigraba a personas consideradas opositoras, obligándolas a “renunciar” a sus puestos de trabajo. Mirando a otro lado cuando se tapiaban instituciones en nombre del “pueblo”, cuando se quemaban instituciones, cuando se obligaba a docentes y estudiantes a movilizarse bajo amenazas de descuentos, represalias con las calificaciones o incluso con “muerte civil”. Y lo peor de todo guardando un silencio nefasto frente a las masacres que son aún heridas abiertas en el país.

Todo ello fue manejado a partir de muchas dirigencias del “cogobierno” con discursos de “quien no está con nosotros está en nuestra contra” porque para ellos el discurso impuesto fue “estar al lado del pueblo”, sin importar que también otra parte importante del “pueblo” no estaba de acuerdo con el derrocamiento y la forma violenta con la que se tomó el poder y que tristemente muchos de ellos fueron masacrados dando sus vidas durante las protestas.

La autonomía que venía en debacle desde tiempo atrás, con este último acontecimiento, fue herida de muerte y esta vez la estocada vino desde adentro, principalmente por el silencio cómplice de los que no hicieron nada para defender el ideal de la autonomía y el papel crítico que debería haber asumido todo el sistema universitario frente a la ruptura democrática que culminó con el derrocamiento y la toma violenta del poder.

La autonomía se nos muere. Si no existe la voluntad, la decisión y el compromiso de recuperarla, de encaminarla hacia los propósitos en los cuales fue concebida, morirá irremediablemente y tal vez nos demos cuenta demasiado tarde, cuando se haya perdido la oportunidad de llevarla a la realización de su propósito fundamental para con la sociedad, cual es la generación de una conciencia social, pensamiento crítico y la lucha inclaudicable por la defensa de la democracia, la libertad y la defensa de las ideas y los ideales de la humanidad desde el trabajo académico y científico de docentes y estudiantes desde sus aulas, siempre comprometida con su sociedad formando y transformando su conciencia.

nulfoyala@gmail.com