Tiempos de cambio, generaciones nuevas, ¿nuevo planeta?, quizá un planeta en cambio, en evolución constante. Constante y dinámico; hábitat de múltiples formas de vida que interactuan entre sí y con su entorno.
Dinamismo acelerado en corto tiempo, considerando la edad del planeta y más aún del universo. La llegada del ser humano como especie transformadora de su entorno y creadora de “conocimiento” ha alterado el curso de la evolución de este planeta, versus un escenario sin la presencia del ser humano.
Sin embargo, al margen de los escenarios posibles ¡estamos aquí!, aquí confinados en este planeta y lo estamos embistiendo. La palabra confinados puede sonar dura, pero…!lo estamos! Es lo único que tenemos, y así consideramos que es nuestro, así lo entregamos a cambio.
El confinamiento en este planeta ha hecho posible nuestra evolución, que ha ido a la par de la evolución del “conocimiento” y afortunada o desafortunadamente (según criterio) de muchos organismos que acompañan este tránsito de cambios.
No obstante, al parecer entre la interface ambiente (entorno) y seres humanos, existe una desconexión a nivel (sobre todo) grupal. Es decir, el ser humano esta escasamente consiente de su evolución y que su vida depende en gran medida de la salud del planeta. En ese marco, el común de las personas desconoce o posiblemente conozca y estén conscientes de cómo afecta a nuestro bienestar la relación que tenemos con el ambiente, pero no actúan en consecuencia. Otras peor aún, lo desconocen, ahí resulta el dicho popular: “El pez es el último en enterrase que vive en el agua”, y yo le agregaría que vive y se sirve del agua, es parte del agua, y que además cree que estudia el agua.
Producto de todo aquello, es que la humanidad hoy por hoy, y como nunca antes (dada la situación de la globalización), se ve enfrentada y cara a cara con una de las pandemias, más desgarradoras, tenaces y a la vez de sosiego al planeta.
Pero ¿cómo se explica esto?, pues, una de las teorías más aceptadas del surgimiento de la pandemia de Covid 19, es la destrucción del hábitat de especies silvestres, comercio e introducción a la cadena trófica en la alimentación de seres humanos con animales salvajes; así lo manifiesta el Fondo Mundial para la protección de la Naturaleza WWF (por sus siglas en Ingles), y concluye que existe un vínculo muy estrecho entre la propagación de las pandemias y el tamaño de la pérdida de la naturaleza. Al respecto, la premisa es que una de las alternativas más valederas a futuro, para proteger la salud del ser humano, es proteger la salud y bienestar del medio ambiente.
En la misma línea de investigación Matías Mastrangelo, investigador de CONICET (Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas), incluye además como causa la extinción de especies silvestres (se han simplificado las cadenas alimentarias con la destrucción de depredadora, haciendo más posible el contacto con humanos y consiguientemente transmitir sus patógenos), cambio climático, destrucción de ecosistemas y urbanización – globalización; como causas del surgimiento de nuevas enfermedades y surgimiento de pandemias.
Adicionalmente, y volviendo al confinamiento; pienso que hace mucho tiempo ya lo habíamos estado, ¿cómo?, pues nos hemos confinado y aislado del hábitat que nos originó como especie, ¿dónde?, en las ecosistemas artificiales, en las ciudades. Cambiando el rumbo de nuestra evolución en el confinamiento en metrópolis, ambientes densos en población; lo cual facilita la propagación de enfermedades, dado que se ha cambiado la dinámica de transmisión.
Pero la otra cara de la situación actual, es que estemos confinados a una escala mayor, en nuestra zona de confort, no solo en nuestras casas, sino en la comodidad del miedo y esperando que alguien más solucione el problema y mejor si lo hace más temprano que tarde. Es posible que esto vuelva a ocurrir y con más frecuencia. La cuestión es: ¿estamos preparados?, lastimosamente! No!.
Y quizá todo lo anterior no sea lo más trágico; pues, los gobierno los tomadores de decisiones quizá ni imaginen la dimensión ecológica y medio ambiental de este suceso. Los gobiernos invierten ingentes cantidades de dinero en la contención de la emergencia, y el tratamiento de la enfermedad, (LO CUAL ES TOTALMENTE NECESARIO), pero ni siquiera se les ocurre actuar sobre las causas; peor aún hay un silencio en la información de las posibles causas, no las visibilizan, las aíslan, las minimizan. Solo hacen resurgir a ciertos sectores que por tradición atienden desastres (policía, médicos, ejército), cuya labor es desde luego relevante: pero no se habla siquiera de los sectores vinculados a la prevención, ni se los nombra (salvo excepciones). Mucho menos invierten en investigación científica basada en la prevención de este tipo de pandemias.
Entonces, ¿qué es lo que sucede con el ser humano ahora, en relación a su respuesta a esta pandemia? La Relación humano – entorno, al parecer se ve afectada por lo espacial de la afectación por un lado (el mensaje es más contundente si es a escala planetaria y no local), y por otro, por la afectación directa o amenaza a la integridad y un miedo encarnado a morir.
Consiguientemente, cuando dijo relación humano – entorno, y solo poniendo como ejemplo el caso Bolivia, país cuya economía se ha basado y se basa en el extractivismo, lo cual es directamente proporcional a múltiples impactos ambientales de carácter negativo. Contrariamente al general de la población (dijo al general, porque hay muchas organizaciones que trabajan arduamente en temas ambientales), no están conscientes de dichas afectaciones y mucho menos lo relacionan con el surgimiento, diseminación, propagación de enfermedades. O peor aún suponen “NORMAL”’ sacrificar y manejar la naturaleza, el entorno a cambio de “bienestar económico” a cuesta y voluntad nuestra. Al parecer ese es el mensaje y el actuar habitual.
Con esto pretendo exponer, que en un área dada, pueden existir múltiples amenazas o peligros que se originan por la pésima calidad ambiental: Degradación, deforestación, caza indiscriminada, contaminación de agua, entre otras; en sus entornos próximos (ciudad, país, comunidad); pero en el día a día el ser humano solo contempla, observan y pasa de lado, y en el peor de los casos lo vuelven parte de su identidad. Si es cierto, se ha escuchado decir en algunos casos, solo por poner un ejemplo: “Tenemos sangre minera”, ”La copagira (ácido sulfúrico diluido que drena en algunos casos de las bocaminas en labores mineras) corre por nuestras venas y calles”; diciéndolo con amplio presunción y gozo.
La cuestión es: ¿por qué sucede esto?, debemos comprender que el medio ambiente no es un espacio neutro, está ampliamente marcado por lo cultural. Pero si queremos hacer frente a las enfermedades emergentes, debemos también evolucionar en lo cultural, cuestionarnos lo cotidiano, lo que aparentemente es parte de nuestra identidad, aquello que degrada destruye nuestro entorno, daña nuestra salud, aquello que ofrecemos a cambio.
Otro aspecto importante, es el sentido de pertenencia del planeta, creemos que nos pertenece…hoy las personas limpian sus casas, las desinfectan, dejan fuera sus desventuras, se encierran; lo cual me recuerda al confinamiento que hable en las primeras líneas de este texto. La cuestión es: ¿por qué no limpian desinfectan y dejan las desventuras del planeta fuera?, fuera de lo arraigado al miedo, al igual que en sus casas, en sus zonas de confort. Pues muy probablemente sea porque, concebimos al planeta como nuestra propiedad y por tanto sujeta a nuestra voluntad, o porque lo entregamos como ofrenda a cambio, o quizá sea nuestra naturaleza.
Sin embargo, la vida y la evolución en este planeta, posiblemente no se enteraron que nosotros los seres humanos imaginamos al planeta como nuestro. Así que hizo y hará lo que tenga que hacer…..cambiar, evolucionar, reciclar, transformar y quizá algún momento de la historia de este universo…morir.
Entre tanto, queda la reflexión: ¿Tenemos tanto poder para cambiar el rumbo de la evolución de este planeta?, ¿podemos detener o atenuar esa acelerada evolución?, ¿somos capaces de comprender cuán grande es el efecto de nuestras acciones?, o tal vez ya no hay punto de retorno.
En definitiva y la certeza es que el planeta cambia, se adapta y continúa su travesía y con él la vida, formas de vida o no, o aquellas que están en el límite de la misma; que interactúan negativa o positivamente con nosotros, según la perspectiva,
Lo innegable es que si queremos como humanidad ser constantes y persistir nuestra existencia en este planeta azul agua, debemos cambiar la manera en que interactuamos con el entorno, cambiar la forma de ver el ambiente, entender que somos solo uno más de los miles de miles de especies y formas de vida que habitan este planeta.
Y para ello queda, conocer o adentrarnos más en un nuevo universo, llamado: Conducta individual, interpersonal y social. Comprender que la conservación del medio ambiente pasa por lo político. Pero eso no basta, la dinámica de las políticas públicas de los gobiernos también debe evolucionar, cambiar hacia no disfrazar los síntomas de un medio ambiente agonizante. Cambiar sus alegatos dobles, que la ofrenda deje de ser la causa misma.
De lo contrario esta pandemia puede ser en el futuro algo NORMAL para el planeta, un planeta en regulación, desde luego no para nosotros. Acaso aL planeta le toque ofrecernos a cambio de su supervivencia.
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