La incertidumbre y conflicto de poder en Bolivia no da tregua. El último campo de batalla se dio en las carreteras con los famosos bloqueos. Demás está decir, que estos medios de protesta tan ampliamente utilizados y aceptados, no solo se han convertido en parte del imaginario colectivo de lucha en Bolivia; sino también en un eficaz mecanismo de desgaste al contrincante político, usualmente en el poder, a través de la asfixia del pueblo que se ve privado del derecho a la libre circulación y locomoción garantizada por la Constitución Política del Estado. Pero, los derechos en Bolivia, casi nunca han sido totalmente aceptados y menos respetados. Se ha visto, por ejemplo, cómo en este último bloqueo convocado por la COB y el Pacto de Unidad, los bloques cívicos y políticos del gobierno, se han desgarrado las vestiduras alegando incluso “crímenes de lesa humanidad” por la imposibilidad de transporte de oxígeno durante la pandemia, lo que, desde ya, es deplorable; pero, por supuesto, tampoco hay que caer en la ingenuidad para tragarse todo el discurso y la parafernalia de los grupos de poder que utilizan y utilizarán cualquier conflicto a su favor, para sacar rédito político y echar las culpas de los males del mundo al partido político MAS y a su caudillo demócrata Evo Morales; que, en su momento, como mal capitán, dejó el barco naufragando. Lo paradójico y cínico del asunto; es que, esos mismos que se rasgan las vestiduras, bloquearon, también, maratónicamente; estrangulando como siempre al ciudadano que se encuentra, sin querer, atrapado en los embates y las angurrias de poder de los “mercenarios políticos”, cuyo único interés es imponerse y utilizar la maquinaria del estado para sus fines políticos y económicos. La lógica cínica aplicada para justificar sus acciones de doble moral es el discurso de: “Nosotros – los buenos- bloqueamos por democracia y ellos –los bestias- bloquean por ser terroristas”. Lo funesto del asunto, es que toda la maquinaria propagandística del gobierno, realiza un buen lavado de cerebro en sus adeptos, haciéndoles creer la consigna de que: “nos quieren arrebatar la democracia”, o peor aún, apelando al chantaje emocional de las consignas nacionalistas al estilo de: “la patria está en peligro”, como si los que reclamaran, justa o injustamente, no fueran también parte de la patria. La doctrina del “enemigo interno” se activa para perseguir, desactivar y anular al enemigo.
En un país, donde se vulneran los derechos humanos, como lo sucedido en las masacres de Senkata y Sacaba – y también con una brutal persecución por el aparato judicial al servicio del poder de turno- resulta casi irrisorio tratar de persuadir y llamar a la reflexión y racionalidad. El poder no entiende razones, más que aquellas que le permiten aplastar al enemigo. Y por tanto, no se puede esperar que sigan el juego democrático y sus reglas. Una vez probado el poder, para los políticos (tómese como politiquero), es difícil dejarlo, sea por miedo o por dependencia por adicción. Y por tanto, cualquier acción o intento de reivindicación de derechos será tomado como subversivo y clasificado como “terrorista”.
Esta suerte de acontecimiento, lamentablemente, se ha suscitado por los intentos desesperados de perpetuarse en el poder de estos grupos de poder que, con el apoyo de los cívicos, militares y policías, tomaron el gobierno. Al parecer, es cierto aquello de que: todo tiene su precio y estos grupos lo saben; pues tienen el poder económico y suficientes recursos para allanar las mentes y las conciencias; a través del odio, la manipulación y la desinformación; que hoy en día, sobreabunda en las redes sociales. Es bien sabido que, detrás de todo interés político, existe también un interés económico y, lógicamente, el control del gobierno garantiza el retorno de su inversión. Por supuesto; también existe el ingrediente- no menos importante- geopolítico de los intereses imperiales, para los cuales, aunque Bolivia sea un botín pequeño, no deja de ser un botín, especialmente por el litio, en la actualidad. Cumpliéndose, en consecuencia, aquello de que: “nuestra riqueza es nuestra maldición”. Y al final -más allá del exabrupto de Elon Musk, corresponsabilizándose de los golpes de estado, por recursos como el litio- no deja de ser evidente, históricamente, que todo se confabula en una misma agenda de intereses geopolíticos, de conveniencias afines y complementarias: “ si tú me sirves y yo te ayudo”.
La pérdida del poder político de las denominadas “organizaciones sociales” y los sectores sociales identificados con las políticas del anterior gobierno, terminaron de eclosionar por los galopantes actos de corrupción-como el caso de los respiradores, sobreprecios de insumos médicos, cobros irregulares en empresas estatales, etc. -, suscitados durante el periodo del denominado gobierno transitorio; y sobre todo, por la forma tan política con la que se manejó el tema y las fechas de las elecciones nacionales. La justificación de los picos, riesgos de contagio y demás, se vinieron abajo, con las concentraciones que protagonizaron, incluso, los adeptos del gobierno: grupos de choque irregulares de tinte paramilitar, como la Resistencia Juvenil Cochala (RJC) -que aparentemente tienen el visto bueno del gobierno para enfrentamientos y desbloqueo – o el llamado a concentraciones masivas del Comité Cívico de Santa Cruz, que también movilizó a sus adherentes, sin consideración de ninguna medida de prevención, con el propósito de desbloquear por la fuerza.
Las fuerzas armadas y policiales estuvieron en apronte, esperando la orden. La maquinaria bélica se activó. Circularon incluso, por redes sociales, que el plan estaba listo; armamento de uso no militar, aparentemente habría ingresado al país, para deslindar responsabilidad por cualquier muerte. Otra masacre se detuvo, por ahora. La estrategia de desmovilización fue la promulgación de elecciones que se llevarán indefectiblemente hasta el 18 de octubre del 2020; y con ello, las protestas que llegaron a pedir la renuncia de la Presidenta Añez, cesaron temporalmente. La gobernante no tardó en hacer suyo el aparente triunfo, indicando incluso que: “dos veces había pacificado el país”; aprovechando el momento para hacer campaña política, al dar a elegir entre el “gobierno de los bloqueos del MAS y el suyo”. Este oportunismo casi temerario, no consideró el riesgo imprudente de subestimar a una parte importante de la población, para los cuales ella representa el golpe de estado a la democracia y las trágicas muertes en su llamada «primera pacificación del país»; además, de un gobierno de facto instaurado por una alianza cívico-militar y policial, que se articuló a partir de gestiones y negociaciones con los grupos de poder que fueron susysus promotores y sus gestores. Hoy, se vislumbra un debilitamiento de estas alianzas; y por tanto, el escenario político, nunca antes fue más peligroso y volátil, que ahora. El juego de intereses no termina por consolidarse en el poder y empieza a resquebrajarse, por las promesas incumplidas y por el sabor a poco, en la boca de muchos que manifiestan que solo fueron utilizados de forma oportunista y que es poco probable que se cumplan las “promesas” realizadas a cambio del apoyo en el derrocamiento.
Además, está el factor “miedo”: ¿Qué sucedería si el MAS retorna al poder? ¿Qué sucederá con los que participaron en el derrocamiento del gobierno? Por supuesto, ningún ser humano que se considere como tal, querría venganza. Pero estamos hablando de políticos y la mayoría de las veces, el juego de la política, es el juego de la venganza. Claro que un escenario posible, es que se establezcan alianzas, por debajo de la mesa. Pues, en el juego político, los que son tus enemigos ahora, pueden ser tus amigos y aliados en el futuro, como le sucedió al ex-presidente Correa con su antiguo aliado Lenín Moreno, quien una vez en el poder no dudó en perseguirlo, como si se tratase de su peor enemigo.
Y si nos aventuramos, en otro escenario ¿Será tan fácil para el MAS retornar al poder? En el supuesto de que la solución a la crisis en el país se produciría por la salida democrática, a través de las elecciones; pero ¿Será que se aceptará tan fácilmente un triunfo del MAS que va adelante en la intención de voto, en casi todas las encuestas? Y más allá de la polémica, de que sea cierto o no el llamado “fraude” en las elecciones pasadas- a la fecha está en proceso de investigación este caso en la justicia boliviana; y aunque ya se sabe cómo actúa la justicia en este país (dicen que ahora aparecieron papeletas marcadas que probarían el fraude), nadie podría afirmar ni negar este hecho, mientras no se demuestre lo contrario en instancias judiciales- lo llamativo del asunto, si analizamos los acontecimientos desde otra perspectiva posible, es el extraño comportamiento de Luis Almagro; en poco tiempo, paso de defender la repostulación indefinida y bailar “Salay” con Evo Morales a darle la estocada final, anunciando que había fraude ¿Qué pasó con Almagro? ¿Todo fue parte de un plan maquiavélicamente concebido para ganarse la confianza de Evo Morales, aprovechando su ingenuidad, y luego darle la puñalada por la espalda? ¿Fue todo parte de un plan concebido en esferas geopolíticas mayores? Estas interrogantes quedan en el aire, tal vez nunca sepamos que pasó realmente, como tal vez nunca se sabrán otros acontecimientos políticos en el mundo que quedan sin resolver, como el caso del asesinato del Presidente Kennedy en Estados Unidos.
Ahora se dice que organismos internacionales como la ONU, la misma OEA y hasta la Unión Europea quienes serán garantes del proceso democrático en Bolivia, pero la duda queda: ¿Hasta qué punto son creíbles estas instituciones que asumen posicionamientos políticos y buscan incidir de acuerdo a una agenda geopolítica de poder, establecida por sus socios o aliados estratégicos globales? El dudoso papel paternalista- cual si fuesen los referentes de autoridad en el mundo- que asumen estas instituciones, como el caso de la Unión Europea, es cuestionable, por ejemplo, en el caso de Venezuela; más allá de los cuestionamientos que se tengan contra el régimen de Maduro, no existe ninguna justificación para las arremetidas económicas y políticas que sufre directamente el ciudadano común ¿Se puede confiar en países europeos que bloquean las divisas de otros países que en su momento, confiando en la aparente solidez de sus instituciones, depositaron sus reservas y que ahora por cuestiones políticas se les niegue el acceso a esos recursos? ¿Se puede confiar en organismos internacionales que siguen teniendo relaciones bilaterales con gobiernos que realizan golpes de estado, como lo hizo en su momento la Unión Europea con los golpistas en Honduras en el 2010? ¿Se puede confiar en organismos internacionales que responden a los mandatos geopolíticos de intereses imperialistas, como el caso de la OEA, cuya animadversión y acciones de intervención hacia los regímenes políticos de Cuba, Nicaragua y Venezuela es permanente y cada vez más brutal contra los ciudadanos de esos países, que al final son los que pagan los platos rotos?
Más allá de todo, lo que sí quedó en evidencia, luego de todos estos funestos acontecimientos, es la fragilidad democrática en un país, donde se pensaba que las intervenciones y golpes de estado, quedaron muy atrás en el pasado; y que Bolivia al final, no era un estado fallido, pues se respiraba democracia y libertad desde el último golpe de estado en la década de los 80. Pero al parecer, esto no fue así, el riesgo de un colapso total se huele en el aire, Bolivia está peligro de un desborde de violencia y una fractura inminente, una vez más por la angurria de los grupos de poder. Los recuerdos de las heridas de sangre y muerte vuelven a estar presentes en la memoria y ojalá solo sean malos presentimientos.
nulfoyala@gmail.com