EL CERRO RICO DE POTOSI, RICO EN OPRESIONES

M.Almanza (2022)

Por Milenka Almanza (mileoxka@gmail.com)

Las luchas por el cerro Rico de Potosí, siguen siendo coloniales, busca el progreso, el desarrollo del neocolonialismo, el individualismo y la sobre-explotación de la naturaleza heredada; y perpetúan las opresiones sistémicas y las destinan a repetirse.

Monumento  natural, monumento histórico, coloso de Plata; son algunas de las denominaciones de magnificencia y pleitesía que evocan los pobladores de la Villa Imperial de Carlos V, en una muestra de apología al coloniaje y la invisibilizacion de la implicancia de este monumento en el pasado, el presente y el futuro de sus habitantes.

Todo gira alrededor de la minería, esta ha transcurrido en el tiempo y se ha apoderado sutil y poderosamente del imaginario  cultural de sus habitantes (Almanza. 2020) Hoy por hoy su población, después de siglos de explotación buscan “salvar el monumento”, monumento que silencia, calla y  amordaza muchas opresiones invisibles, inmutadas, naturalizadas por propios y ajenos.

Pero para poder entender mejor la implicancia de esta problemática, es necesario, saber el abordaje de las opresiones; que no son desigualdades meramente, son desigualdades estructurales, que se visibilizan desde luchas emancipadoras como la lucha feminista (Young, 2000).

Estas opresiones de acuerdo a Young (2000), son primordialmente: la explotación, la marginación, el imperialismo cultural, carencia de poder y la violencia

En esa dimensión el Cerro Rico, por sí mismo, no es el opresor, sino la dinámica de su poderío encarnado en las ambiciones de algunos humanos e intereses de poder sectarios. La colonialidad ha instaurado un visón lineal del tiempo, haciendo un solo futuro posible, un futuro que fuerza a la evolución y el progreso (Guzman, 2019).

Ese tan anhelado “progreso” no va a permitir analizar la primera de las opresiones: la explotación, pues esta montaña metalífera es el ejemplo innato de la explotación capitalista de los pueblos y la naturaleza. En el entendido que, explotación como forma de opresión, como la explica Ayala (2002), debe ser constantemente redefinida, pues asignarla sola a ella como categoría de opresión, puede invisibilizar las otras categorías que han influido históricamente en la explotación capitalista. El capitalismo juega un rol fundamental y central, que pregona una libertad falsa, donde aparentemente no existe dominación. Sin embargo, existe las brechas sociales y de clase, aun bien marcadas, esto se entiende a partir de que el valor del trabajo del trabajador minero  no es proporcional al sueldo que percibe, es decir la fuerza de trabajo, produce el nuevo valor.

Ese afán de la población potosina de alcanzar el tan anhelado “desarrollo”, en esa carrera impuesta por los países “desarrollos” y con tintes igualitarios, como el único y mejor rumbo de las sociedades, fuese el desarrollo.  Pero la cuestión es ¿qué tipo de desarrollo?, pues si analizamos la implicancia de las opresiones a nivel social, se traducen en múltiples limitaciones que los impiden desarrollarse. Entonces, en los discursos de entidades como el “Comité Cívico Potosinista”, se observa la recurrente bandera del desarrollo, para conseguir sus objetivos y luchas, sin siquiera considerar la implicancia tan multidimensional de “desarrollo” que, por las características de las peticiones de los cívicos, aparenta ser un desarrollo meramente económico, sin analizar otras dimensiones e implicancias de éste. Tampoco se analiza que al pedir un desarrollo meramente económico están entrando al círculo vicioso de la insostenibilidad ambiental, y que el desarrollo o crecimiento económico de las generaciones pasadas y el extractivismo de la colonia, ha derivado en el deterioro de la estructura cónica del Cerro de Potosí, que es actualmente motivo de luchas para su conservación, en un afán de conservar, pero pidiendo desarrollo económico a costa de otros monumentos históricos y naturales, como el salar de Uyuni, para la extracción del litio – no vaya a ser que de aquí a algunos años los cívicos y otras organizaciones similares, pidan la conservación del salar de Uyuni, cuando son ellos los que actualmente propugnan su explotación”. Sin analizar las opresiones sistémicas en general; sin ver a quienes afecta y cómo este brutal extractisvismo tiene su implicancia en la madre tierra y, por ende, en el fututo de la especie, en un afán de reproducir sistemáticamente la explotación de los trabajadores y la naturaleza; convirtiéndonos, trágicamente, en una sociedad explotadora de la naturaleza.

Otra dimensión de la explotación también tiene que ver con los gobiernos del neoliberalismo, que ha arrasado con las luchas de los obreros, y mujeres que en otrora lucharon contra las dictaduras militares. Ha desplegado todo su repertorio de individualismo en sus herederos. Parece haberse instaurado una forma de control en sus habitantes, pues sus luchas de clase aparentemente han cesado; pero las relaciones de poder persisten. Atraviesan la estructura rocosa y social de todo lo que implica el Cerro Rico de Potosí.

Los trabajadores y trabajadoras mineras no pueden sobrevivir sin alquilarse, ya que carecen de los medios de producción, es una trampa malévola, pues, en teoría son cooperativistas y todos debieran gozar de los excedentes, la realidad no es así. Existen nuevos capitalistas, que explotan a los trabajadores que contratan, y con ellos surgen nuevos millonarios sin conciencia de clase.

Otra cara funesta de la explotación minera son las muertes de los mineros, que al parecer al sistema no le interesa, ellos mueren a diario, de las peores formas, aplastados por toneladas de rocas desprendidas en interior mina, asfixiados por gases tóxicos, en un escenario más funesto de la explotación que le cega la vida y luego los desecha. No importa quien murió, la minería del Cerro rico de Potosí, introducirá en sus entrañas otro desafortunado cual destino está pactado en el extractivismo. De lo que no se habla es de quienes quedan detrás de esa muerte: la madre, los hijos. El sistema tapa esta terrible situación, en un sistema productivo minero, donde existe centralidad, pues todo se reduce a lo que produce materialmente la especie (Mark 2001, citado por Navarro, 2016), en un tratamiento de la muerte desigual, de reproducción de inequidades sociales y de clase en la minería en Potosí.

Pero existe una explotación mayor, y más marcada, que no menciona el Marxismo: la explotación de las mujeres, la esposa del trabajador, las amas de casa, “las sin oficio” y mucho menos la explotación de la naturaleza. Esta explotación, en el contexto del cerro Rico de Potosí, dentro de la actividad minera, son las mujeres  las que cuidan y no son cuidadas; las que endosan la reproducción. Es decir, son fuerzas de trabajo invisibilizadas  y no tradicionales: trabajo no remunerado, se traducen en explotaciones más profundas y violentas.

Para comprender mejor esta dimensión es importante detenernos en la denominada transferencia de poder del empresario capitalista, que goza de la transferencia de poder de los trabajadores a los dueños del capital; y no solo eso, sino que los trabajadores cada vez que transfieren el poder disminuyen el suyo, ya que el poder del capitalista, socaba la autoestima y el control del “empleado”. Algo similar sucede con la esposa del minero en el cerro, ellas transfieren su escaso poder, o en el peor de los casos les quedan debiendo poder a sus esposos; por tanto, esto resuena en dependencia económica, emocional y subordinación. Y se quedan en el ámbito privado, privadas de voz.

Las mujeres que viven en torno a la minería del cerro, no han formado sindicatos, no han visibilizados sus voces, sus sentires y pensares. Están en el último eslabón de la explotación capitalista. Cada mañana lo primero que ven es el Cerro Rico de Potosí y también antes de dormir. Ellas transcurren su vida en el anonimato, ellas sostienen la vida, vida que no cuenta, cuando las golpean los maridos, cuando las matan.

Con ese análisis de la explotación como opresión, surge otro tipo de opresión más, que es la marginación, que es una forma gravísima de opresión. Una más de tantas, dentro de las formas de marginación en torno al Cerro Rico de Potosí y la actividad extractivista minera. La marginación es el desecho de las personas que no le sirven al sistema capitalista (Youg, 2000); pero yo le añadiría que se convierten en el desecho, víctima del desprecio y la naturaleza despojada que ya no sirve al capitalismo y el patriarcado.

La marginación en el Cerro de Potosí, cae, sobre todo, en las mujeres porque la libertad civil es un asunto masculino, y va más allá, pues establece un derecho político de las hombres sobre las mujeres (Pateman, 1995). Esta marginación hace que las mujeres de los trabajadores mineros y las palliris (mujeres que trabajan en los desechos y recuperan minerales a la intemperie) sean aisladas y excluidas de la toma de decisiones en torno a la minería -en general a los asuntos públicos – lo que se traduce en la ausencia de poder. Se argumenta que el poder patriarcal y el poder político son prácticamente idénticos, lo cual explica las relaciones de poder en lo político de los cooperativistas mineros y la escasa o nula participación de las mujeres mineras en  la toma de decisiones en un pensamiento patriarcal tradicional, donde el padre es el jefe de familia, que asimila las relaciones de poder en las familias tradicionales a la autoridad del padre.

Esta marginación, hacen que se vuelvan invisibles los rasgos de grupos reducidos como: no binario y disidencias sexuales, generando en un escenario de heterosexualidad normativa traducida en el imperialismo cultural, que no acepta divergencias

Pero también es importante mencionar que existen  mujeres que trabajan en el Cerro Rico de Potosí en áreas marginales, como: los desmontes, pallacos, relaves; que tienen una característica de ser zonas de desechos, de descarte, sin ningún tipo de seguridad laboral; trabajo que no figura en el Producto Interno Bruto de la nación, para figurar crecimiento económico. Donde se destina al trabajo de las mujeres a lo prescindible, a lo reemplazable.

En última instancia, una de las opresiones más sugestivas, es la violencia; que tiene una connotación social, que las normaliza y las hace socialmente aceptables (Young, 2000). Por tanto, no es solo una cuestión individual, y hacerlas tolerable la hace legítima. Y los que sufren las violencias, son los grupos más desventajados, como los niños, niñas y mujeres; que son sistemáticas, ya que, por el simple hecho de pertenecer a los grupos mencionados, están predispuestos a sufrir violencia, que los privan de ejercer su libertad y los despojan de sus energías, lo cual tiene mucho que ver con la opresión de la ausencia de poder.

Las formas de violencia que se suscitan en torno al Cerro rico de Potosí, son: violencias sexuales, psicológicas, económicas, todas son estructurales. Ninguna figura en textos académicos, a lo sumo en los medios sensacionalistas, que fomentan el morbo y la revictimización de las víctimas; pues los intereses de sus pobladores son otros, preocupados más del hundimiento del cerro; que, por ejemplo, una niña violada en cerro mientras iba a alimentar a sus animalitos. Vidas acabadas, vidas paupérrimas, que son un número más en las estadísticas; y, lamentablemente lo que no se ve, no se cuenta y no cuenta.

Otras de las violencias, que se entrelaza con la opresión traducida en explotación, es la dinámica del trabajo sexual en Potosi, cuyos “consumidores”, son en su mayoría trabajadores y empresarios mineros que explotan el Cerro de Potosí. La prostitución hace que los varones tengan acceso al cuerpo de las mujeres, no confinadas al ámbito privado, donde los cuerpos de las mujeres alimentan a la industria capitalista (Pateman, 1995). Desde el pensamiento patriarcal- han sido concebidas como objetos, apropiables, consumibles y descartables. (Moncada, 2016). Donde los más ricos mineros, compran y consumen cuerpos blancos, migrantes, foráneos, lo cual lleva las dinámicas de la explotación a otras latitudes como Santa Cruz de la Sierra.

Para concluir una de las categorías de violencia, es la violencia ambiental, que se constituye una agenda pendiente en las opresiones sistémicas. La población en el cerro de Potosí y en zonas aledañas, convive con la contaminación de siglos, con el extractivismo del agua, y el sufrimiento colectivo de otras formas de vida, que también importan, en un escenario donde lo que no se nombra no existe.

Entonces las luchas por el cerro Rico de Potosí, siguen siendo coloniales, busca el progreso, el desarrollo del neocolonialismo, el individualismo y la sobre-explotación de la naturaleza heredada; y perpetúan las opresiones sistémicas y las destinan a repetirse.

REFERENCIAS:

Almanza M, 2020. Campamentos mineros: El resabio colonial de degradación de la mujer y su medio ambiente. Un enfoque desde el ecofeminismo. Revista de Malas estudiantes. México.

Ayala U., 2002. Crítica a la explotación Capitalista.

Guzmán A, 2019. Descolonizar la memoria, descolonizar los feminismos.

Mark 2001, citado por Navarro, 2016. Hacía una teoría crítica de la muerte. Líneas para su construcción. Revista de Tehomai. Córdoba Argentina.

Moncada A, 2016. Oro, sexo y poder: violencia contra las mujeres indígenas en los contextos mineros de la frontera amazónica colombo-venezolana. Textos e Debates.

Pateman Cg, 1995. El contrato Sexual. Universidad Autónoma Metropolitana. Iztapalapa, México.

Young I, 2002. La Justicia y la Política de la Diferencia. Universidad de Valencia. Valencia España.

 

VIOLENCIA Y SEPARATISMO DE LOS GRUPOS CÍVICOS FASCISTAS DE SANTA CRUZ EN BOLIVIA

Nulfo Yala (2022)

Por Nulfo Yala

 

Los fascistas lo saben. Juegan y alimentan el odio y la violencia para mantenerse vigentes. Someten, cual estado de prisión a su pueblo (sitiados y privados del derecho a la libertad de circulación por los bloqueos), pero les hacen creer que «es por su bien», que el «este sufrimiento es necesario» para lograr las «supuestas» reivindicaciones por las que se privan de los derechos al pueblo. En la radicalización y la convulsión esta su fuerza.

El fascismo cívico ha dado un nuevo paso en su búsqueda de la independencia de Bolivia. Esta vez, se puso en evidencia, que el problema de la fecha del Censo, fue solamente una excusa para convulsionar el país. El fascismo a la Cabeza del Gobernador, el Presidente Cívico y, sorprendentemente, el Rector de la Universidad Pública de Santa Cruz, han puesto sus cartas sobre la mesa. Se evidenció que el objetivo fue, y ha sido siempre, la separación de Bolivia: la independencia y el comienzo del desmembramiento y desintegración de Bolivia.

Se ha constatado, también por parte de este grupo fascista, un discurso plagado de exaltación del regionalismo cargado de odio y racismo. Dirigido hacia lo que, muchas veces, llegaron a denominar «raza maldita», a los que despectivamente denominan «collas» (habitantes de la región andina de Bolivia).

Bajo el pretexto del «centralismo» a lo que ellos hacen alusión como la causa de los problemas del país, se ha articulado un movimiento, principalmente, con los actores cívicos de las regiones del país y de políticos de oposición. Quienes, cegados por el odio al partido del gobierno, no dudan en aprovechar cualquier oportunidad para aniquilar al enemigo, aún a costa de la desintegración del país.

El lenguaje utilizado en las preguntas del último cabildo de los grupos fascistas de Santa Cruz, realizado el 13 de noviembre del 2022, denota claramente que el «otro», el «extranjero» es el boliviano con relación al cruceño. Además, al advertir que se revisará la «relación política de Santa Cruz con el estado boliviano», claramente se hace alusión que Santa Cruz podría asumir la determinación de terminar esta relación y declararse independiente. Este discurso no solamente calmó los ánimos de los radicales fascistas en su paro que terminaba de desgastarse, quienes pedían radicalizar la violencia; sino también, influyó a muchas personas, para hacerles creer que la solución de todos los problemas está, precisamente, en la independencia de Santa Cruz. Aunque, posteriormente, se haya tratado de matizar con explicaciones de que se hacía referencia a la búsqueda de «federalismo» o de la creación de una «confederación de estados». A la cuenta el fin es el mismo: el desmebramiento de Bolivia.

Lo paradójico del asunto es que muchos políticos, que incluso fueron antes expresidentes de Bolivia, hayan recibido estas declaraciones con beneplácito; llegando, incluso, uno de ellos a cínicamente a declarar en medios de prensa, que el cabildo de Santa Cruz representaba «el fin del Estado Plurinacional de Bolivia». Es difícil creer que estos políticos sean tan ingenuos como para no darse cuenta de los fines separatistas de estos grupos fascistas. Lo saben, siempre lo supieron; pero el odio visceral hacia el «socialismo» y particularmente hacia el partido del MAS, es tan fuerte, que no importan las consecuencias con tal de lograr su destrucción.

Los fascistas lo saben. Juegan y alimentan el odio y la violencia para mantenerse vigentes. Someten, cual estado de prisión a su pueblo -sitiados y privados del derecho a la libertad de circulación por los bloqueos; y lo más doloroso: con cuatro muertos hasta ahora. Esto sin contar los muchísmos cobros, abusos y maltratos a los que son sometidas las personas en los puntos de bloqueo- pero les hacen creer que «es por su bien», que el «este sufrimiento es necesario» para lograr las «supuestas» reivindicaciones por las que se privan de los derechos al pueblo. En la radicalización y la convulsión esta su fuerza. No dudarán en atemorizar e intimidar con violencia a quien ose cuestionar y aleccionar a quien está desfalleciendo en la causa.

De esta manera estos grupos fascistas imponen con el garrote su voluntad y justifican diciendo que es la «voluntad del pueblo expresada en el Cabildo» y que ellos lo harán cumplir.  Este tipo de justificaciones no son nuevas, las utilizaron grupos e ideologías fascistas, particularmente durante la segunda guerra mundial. Cómo no olvidar, por ejemplo, que Hitler se radicalizaba más en su odio a medida que iba perdiendo la guerra, pidiendo al mismo tiempo sacrificio a su pueblo en nombre de una victoria final que, decía, estaba cerca.

Pero, como en todo régimen fascista, el lavado sistemático de cerebros y la movilización de las masas funciona. Al final la gente, bombardeada también por la desinformación y la propaganda de algunos medios de comunicación afines al movimiento regionalista, terminan doblegados y siendo utilizados por la causa, como justamente pasó en la Italia fascista con Mussolini. Sin embargo, se olvidan que, como cualquier régimen fascista, una vez en el poder acometerán contra todo aquel que cuestione o peor aún se declare en disidencia. Al final el pueblo siempre termina pagando las consecuencias. En la subida y en la caída de los regímenes fascistas, la víctima del odio siempre será el pueblo quien sufrirá los males y las consecuencias de la destrucción y los males a los que conduce el fascismo.

Bolivia, un estado de derecho. La Constitución Política del Estado Plurinacional de Bolivia señala que el estado tiene un carácter unitario y soberano. Señalando como principales funciones la defensa de la sociedad y del estado. Y advirtiendo que cualquier ciudadano que atente contra la unidad del País, comete el delito de traición a la Patria.

No obstante, de ello y con el peligro que se cierne sobre la integridad del país, con los afanes independentistas promovidos por los grupos fascistas, se observa una vez, una subestimación rayado en lo absurdo, hacia estos grupos fascistas. Bajo el argumento, muchas veces trillado, de la «democracia», se va tolerando estos afanes, permaneciendo impasibles a la conculcación de los derechos de las personas, sometidas a un bloqueo inhumano.  Y peor aún, tolerantes con las acciones vandálicas y de violencia generadas por estos grupos, que derivaron, por ejemplo, en la toma y quema de la Sede de la Federación de Campesinos de Bolivia el 11 de noviembre pasado. Resultado de ello, por presión y posibles acuerdos políticos con estos grupos, se terminó dejando en libertad a la mayoría de los presuntos autores, tal como solicitaron los cívicos de Santa Cruz. Es decir, y como siempre, se actúa con impunidad para los responsables de estos actos violentos y vandálicos.

La situación no debería ser subestimada, como lo viene haciendo el gobierno. El fascismo, día que pasa, se hace más fuerte, peligroso y viral. Y como se ha visto, tiene como principales aliados, además de los políticos de oposición, a los movimientos cívicos, también de tendencias fascistas; pero que lo único que les une es el odio hacia el MAS.

Estos movimientos cívicos, expertos en convulsionar en sus regiones, aprovechando cualquier excusa, tienen a su favor la inacción del gobierno, cuando se vulnera el estado de derecho con sus medidas de presión. Y está demostrado, que cuando la violencia y la presión aumenta, el gobierno termina cediendo. Y el mensaje es claro. Cualquier sector que quiera imponer su capricho para conseguir sus intereses sectarios, recurrirá a estas medidas de convulsión (bloqueo de caminos, de calles, toma de instituciones, violencia y amedrentamiento, etc.) para lograr su propósito. Lamentablemente, quien ha contribuido a esta situación ha sido precisamente el MAS, antes y durante el gobierno de Evo Morales. Usando y abusando de estas medidas de convulsión social, las han legitimizado hasta convertirlas, ahora, en derechos de los convulsionadores.

Ojalá que no suceda, pero se avecina días aciagos para Bolivia. La oclocracia y corrupción en la cual se encuentra sumido el país, lo conduce cada vez hacia un estado fallido. Sumado a ello, el fascismo regionalista y separatista en Santa Cruz que no cesará en sus arremetidas de odio y violencia. A este paso, solo será cuestión de tiempo para que el fascismo logre sus fines, si se le sigue subestimando y tolerando. No debe olvidarse que el fascismo no toma prisioneros y es tan inútil como fútil el pretender ser demócrata siendo a la vez condescendiente con esta ideología de odio. «Al fascismo se le combate sabiendo que no se puede ser demócrata sin ser antifascista», decía el político español Felipe Alcaraz; y hoy, no podría ser más cierto.

nulfoyala@gmail.com

LA NUEVA ARREMETIDA GOLPISTA DE LOS GRUPOS DE PODER CÍVICOS FASCISTAS DE SANTA CRUZ – BOLIVIA, UTILIZANDO COMO EXCUSA LA FECHA DEL CENSO.

Rosario (2022)

Detrás de toda esta problemática generado por un paro cívico, por el Censo en Bolivia,  están los fines independentistas que buscan los fascistas de la región. La “balcanización” de Bolivia es su objetivo final.

Por Nulfo Yala

Nuevamente se cierne el peligro de perder la democracia en Bolivia. Cualquier excusa es válida en el juego político del fascismo. Indudablemente el tema del censo se ha constituido en un nuevo motivo para buscar sembrar el odio y exacerbar los ánimos en base a discursos de supuestas reivindicaciones regionales, e incluso nacionales, a partir de imposición para que el Censo de Población y Vivienda se realice en el año 2023. Cómo bien lo han manifestado diversos actores políticos, tanto de oposición como del oficialismo, se ha generado un falso debate en base al planteamiento de una fecha, que se ha vuelto como una consigna política para debilitar y derrocar al gobierno y en definitiva quebrantar, una vez más, el estado de derecho.

Se arguye que es un falso debate, pues la fecha es irrelevante cuando lo importante son los resultados del censo y que se presenten antes de las elecciones generales del 2025. Por supuesto, esto es lo que menos importa para el poder fascista que gobierna Santa Cruz. El trasfondo del asunto, desde luego, va más allá de esta simple discusión de tiempos. Se trata de generar un escenario donde se demuestre el poder que tiene el fascismo en Bolivia desde su bastión, en la región de Santa Cruz; para ello no se ha dudado en articular fuerzas políticas de la mayoría de los comités cívicos en Bolivia. Sin pensarlo dos veces claman voces de apoyo a este movimiento fascista y desestabilizador, en nombre de supuestas reivindicaciones sociales; sin embargo, lo que articula a todos estos movimientos es el odio a todo aquello que represente al “MAS» que es el partido político gobernante. Sin importar los peligrosos medios a los cuales recurren, estos comités cívicos, al ser funcionales y activistas activos de la acción política fascista, con tal de derrotar y destruir al enemigo. No importa si la democracia conculca y los derechos humanos sucumban, para estos comités cívicos el medio justifica los fines. Esto se demostró claramente en las últimas elecciones nacionales, cuando fueron a clamar incluso de rodillas a los cuarteles militares para que tomen el poder, pregonando que existió un supuesto fraude; excusa que es utilizada hoy en día por muchas corrientes fascistas regionales, como sucede en los bloqueos de carreteras como medida de desconocimiento de los resultados de las elecciones del 2022 del Brasil, donde la ultraderecha fascista trata de deslegitimar y desconocer el triunfo del presidente Lula, bajo la consigna de que existió fraude en las elecciones.

Detrás de toda esta problemática generado por un paro cívico qué lleva a esta fecha ya van alcanzando los 12 días, están los fines independentistas que buscan los fascistas de la región. La “balcanización” de Bolivia es su objetivo final. Para ello el caudillo fascista que gobierna Santa Cruz y sus acólitos, no dudarán en utilizar cualquier medio y excusa que tengan a la mano para ir ganando terreno en este propósito, la generación del conflicto y la violencia. El fascismo conoce muy bien cómo manipular a las masas exacerbando el espíritu y el sentimiento regionalista. Se observa permanentemente en las redes sociales y también en algunos medios de comunicación cómo, de manera persistente, a través de algunos medios de comunicación funcionales, se va interiorizando en la mente de los cruceños la justificación histórica de supuesto sometimiento de Santa Cruz a lo alto andino u “occidental” de Bolivia. Historiadores, analistas y supuestos intelectuales van construyendo este discurso qué reivindica un nacionalismo regionalista identificado en lo «camba».

Desde luego esta construcción regionalista viene acompañado con un profundo, y poco sutil, discurso racista y de discriminación contra todo aquello que no represente sus intereses o vaya contra su ideología fascista.

La reacción a los “cercos” al Departamento de Santa Cruz, por los denominados “movimientos sociales”, afines al gobierno, en contra del paro cívico; ha evidenciado que este movimiento fascista y regionalista de Santa Cruz estaba articulado y al parecer también apoyado por los grupos de poder y las logias que existen en ese departamento. Estos cercos, han destapado que estos grupos de poder económico: algunos empresarios – dueños de industrias, tenían la vía libre para seguir con su actividad económica. La estrategia fascista de los cívicos en Santa Cruz y del gobernador fue precisamente poner la soga al cuello, con los bloqueos, a las personas de bajos recursos. Es decir, utilizarlos como “carne de cañón” para qué una vez afectados por el hambre y las restricciones de la libre circulación, reaccionen contra el gobierno. Como es típico del fascismo, la gente pobre siempre termina siendo usada y desechada para que los grupos de poder, además de tener el control económico, casi absoluto; tengan ahora, también, el poder político.

Lo novedoso de esta nueva arremetida fascista es que consiguieron, estratégicamente, manipular y someter a la Universidad Pública de Santa Cruz, a través de sus máximas autoridades. Nuevamente, Cómo en el 2019, se trata de repetir el libreto, incorporando a la comunidad universitaria en afanes de desestabilización del orden democrático en el País. Tristemente se observa, una vez más, como algunas universidades públicas bolivianas están al servicio del fascismo cívico regionalista.

Ojalá que en esta oportunidad no sé subestimé al fascismo como se lo hizo en el 2019. Por lo visto el fascismo independentista de Santa Cruz está muy bien articulado y cuenta con apoyo económico y asesoramiento político y técnico, y es muy probable que también desde el exterior del país. No sería sorprendente que hayan infiltrado instituciones militares o policiales como otrora, y que solamente están esperando el momento para dar el zarpazo final para imponer la dictadura de un nuevo golpe de estado.

Está en manos del gobierno democráticamente electo el garantizar y defender la democracia y los derechos humanos en Bolivia. Este estado de terrorismo cívico amenaza cada vez más, con métodos más radicales y violentos, violando los derechos de las personas más humildes a través de sus denominados «paros cívicos». Violentando el derecho a la libre circulación, el derecho al trabajo y a la libertad de las personas. Todo ello a la vista y paciencia de los gobernantes.

Bajo la premisa del “derecho a la protesta” se viene violando sistemáticamente derechos consagrados en la Constitución Política del Estado. Esta permisividad fortalece cada arremetida del fascismo con mayor violencia y mayor odio, de los cuales se alimenta para crecer y adquirir más poder. Sería catastrófico que estos grupos fascistas realmente se hayan armado durante el golpe de estado del 2019; como se vienen advirtiendo en algunas publicaciones en las redes sociales (véase el pronunciamiento de grupos civiles armados que circulan en las redes sociales, a propósito del actual conflicto por el Censo).

Debemos recordar, permanentemente, la advertencia de Aristóteles respecto de la degeneración de la democracia y lo advertido por el historiador griego Polibio (200 – 118 a.c.) «Cuando el pueblo es manipulado y decide sin información, es el peor de los sistemas políticos, el último estado de la degradación del poder o sea la degeneración de la democracia. La oclocracia se nutre del rencor y la ignorancia» y el fascismo cívico regionalista de Santa Cruz y su gobernador, sabe que esto funciona muy bien para sus fines independentistas. La historia universal y las dos grandes guerras mundiales, demostraron lo inútil y peligroso el intentar cualquier diálogo o negociación con el fascismo. Ya lo dijo, tan acertadamente, Buenaventura Durruti “Al fascismo no se le discute, se le destruye”.

nulfoyala@gmail.com