Por: Nulfo Yala
La derecha fascista en Bolivia, ha asumido el rostro del civismo y se ha materializado en los «comités cívicos», particularmente en Santa Cruz. La lucha y la resistencia antifascista debe dirigirse ahora en este sentido. El fascismo ha demostrado que tiene capacidad para adaptarse y reinventarse en formas aparentemente «democráticas», pero no se debe olvidar que independientemente del disfraz que asuma, su esencia de odio y violencia, nunca cambiará.
La violencia de los grupos fascistas, promovidos por grupos de choque de los denominados «cívicos» de Santa Cruz, ha sumido a la ciudadanía en un clima de terror y miedo en gran parte de la población cruceña. Las jornadas de violencia de las semanas pasadas, producto de la aprehensión del Gobernador Camacho por órdenes judiciales, dejaron una ola descontrolada de infraestructuras saqueadas y quemadas, entre ellas la Fiscalía y el Banco Unión (entidad estatal del estado), entre otras. A ello se sumó la quema de vehículos y agresión de periodistas; además del intento de la toma del Comando Departamental de Policía, que dejó un saldo de heridos en ambos bandos y detenidos en flagrancia. El asedio fue permanente hasta hace unos días atrás en los que se llevó el “Cabildo Nacional», denominado así por estos grupos cívicos.
Resultado de ello, gran parte de la gente se encuentra atemorizada y privada de su derecho a la libre expresión, por temor a represalias por estos grupos de choque fascista, en caso de tener una opinión política contraria al discurso impuesto por los cívicos y los grupos de poder económico e institucional que lo respaldan. Una parte de la población se encuentra en situación de indefensión, sumida en el terror y el miedo a la violencia fascista, pues si se atrevieron a quemar la Fiscalía y agredir a las fuerzas públicas ¿De qué serían capaces con un ciudadano común y corriente? Hoy, en Santa Cruz, se respira turbación y congoja. Una ciudad, otrora caracterizada por la alegría y la felicidad, ahora está apagada y temerosa. Los grupos de choque cívicos fascistas hicieron bien su trabajo, dieron rienda suelta al odio y la destrucción que estaba contenida desde hace tiempo atrás. Grupos paramilitares como la Unión Juvenil Cruceñista, que debían ser desmantelados por el Estado a raíz de las recomendaciones de la CIDH, desataron su violencia y terror, para mandar un mensaje no solamente al Estado Boliviano, sino a la gente que ose declararse contraria a los mandatos de los cívicos; que, dicho sea de paso, dicen representar a todo el pueblo, sin siquiera haber sido elegidos democráticamente ni por voto popular.
Si bien el detonante fue la aprehensión judicial del Gobernador de Santa Cruz; eso no justifica, ni mucho menos, semejante destrucción y agresión. Pero esto solo fue el inicio. Los cívicos se dieron cuenta del impacto del terror aplicado a la gente y ahora no tienen ningún reparo en demostrar sus verdaderas intenciones de separatismo de Bolivia. Bajo la consigna, también fascista, de que es el mandato del pueblo a través de un Cabildo (arrogándose representación de una población de millones de habitantes en una concentración citadina y solo en una parte de la ciudad), ahora resulta que se quiere crear milicias armadas, que camufladamente las denominaron «guardia departamental» para supuestamente proteger a la población de las fuerzas públicas del estado. Léase bien, sí, de las fuerzas públicas del estado. Asimismo, la pretensión ahora es también crear su propio sistema judicial, con propia elección de sus funcionarios judiciales afines; es decir, estamos en un proceso de «separación de facto». La independencia de Bolivia ya ha sido declarada, asumida y accionada. Hábilmente disfrazada de parafernalia y tecnicismos jurídicos que tratan de mostrar que lo harán dentro del marco constitucional. Engaño camuflado. Lo que quieren decir es que la separación es un hecho, sea constitucionalmente o por las malas. No debe olvidarse la intentona previa en el año 2009 (Caso Hotel Las Américas), cuando mercenarios provenientes de diversas partes de Europa planificaban acciones terroristas y separatistas, y en el que paralelamente se enarbolaban discursos de algunos cabecillas que «liderarían el ejército de liberación de Santa Cruz».
Ahora la situación ha virado hacia lo «cívico» y el mal usado «civismo». La derecha fascista y violenta se ha apoderado paulatinamente de los comités cívicos de Bolivia, particularmente en el Departamento de Santa Cruz. Desde éstas organizaciones se ha articulado la lucha violenta con la conculcación y abuso de los derechos de los ciudadanos, hasta el uso de acciones de terrorismo, como lo acontecido en los días posteriores a la aprehensión del Gobernador en Santa Cruz.
Desde estos comités cívicos se han vuelto a aplicar las doctrinas de acción fascista enarboladas en su momento por el fascismo europeo. Estrategias como la «unanimidad», donde se busca silenciar las voces disidentes, mostrando una falsa impresión de unanimidad. La estrategia de «exageración o desfiguración», donde con ayuda de los medios de comunicación afines, buscan convertir cualquier acción o circunstancia como una amenaza grave o cuestión de vida o muerte. Sumado a ello la conocida estrategia de «verosimilitud»; donde se van generando permanentemente desinformaciones, argumentaciones e información fragmentada y descontextualizada; utilizando para ello no solamente a sus medios de comunicación sino a los políticos con representación parlamentaria y «comentaristas» de estos grupos informativos, que repiten hasta el cansancio esta suerte de «contrainformación de desinformación» de manera que la opinión pública, interiorice y asuma esta manipulación informativa como cierta. De esta forma se logra incluso aplicar con relativo éxito el «método de contagio» que recomendaba utilizar el Nazi-fascista Goebbels.
Como artilugio distractivo, engañosamente se hace pensar que el objetivo es el revocatorio legal del Presidente Arce. Buscando desviar la atención del objetivo real, que es la consolidación de la independencia ya declarada. A los cívicos fascistas, poco o nada les importa seguir el juego democrático boliviano, salvo para guardar las apariencias y esconder sus verdaderas intenciones. Ya lo dijeron antes: En Santa Cruz existen los cruceños y los bolivianos. A buen entendedor pocas palabras.
Lo aciago del asunto, es que las víctimas de este ardid, resultarán también los que ahora apoyan a estos movimientos cívicos fascistas. Ya mostraron el terrorismo que pueden causar y de los extremos de violencia de lo que son capaces, contra todo aquello que se les oponga. Si consiguieran sus fines independentistas y asumieran el control del poder total, como pretenden, no dudarán ni un segundo en utilizar la misma violencia y terror contra cualquier intento de cuestionar este poder. La dictadura del terror y la violencia es inevitable en el fascismo. Los que ayer eran amigos mañana podrían ser aniquilados, si los intereses y la voluntad de poder del fascismo así lo decide.
Queda de por medio la gente que quiere vivir en paz, que no le queda otra que guardar silencio y asumir un perfil bajo, para no ser identificado y sufrir las represalias de estos grupos cívicos de choque fascista. Queda la dura realidad de aquellos que, por el simple hecho de pensar diferente o cuestionar a estos grupos fascistas queden en la mira o en las listas de los «enemigos de Santa Cruz» elaboradas y difundidas en las redes sociales; para que, en el mejor de los casos, como lo dijo públicamente el Gobernador de Santa Cruz «se les de muerte civil». La derecha fascista en Bolivia, ha asumido el rostro del civismo y se ha materializado en los «comités cívicos», particularmente en Santa Cruz. La lucha y la resistencia antifascista debe dirigirse ahora en este sentido. El fascismo ha demostrado que tiene capacidad para adaptarse y reinventarse en formas aparentemente «democráticas», pero no se debe olvidar que independientemente del disfraz que asuma, su esencia de odio y violencia, nunca cambiará; y si se lo deja crecer aniquilará con todo lo que le estorbe. No debe olvidarse lo manifestado por el político español antifascista José Díaz Ramos «Todos los oradores que han hablado antes que yo, han dicho: El fascismo no pasará. Y yo os digo que esta frase sólo tiene sentido cuando se toman todas las medidas necesarias para luchar contra el fascismo».
nulfoyala@gmail.com