MINERÍA Y DERECHOS HUMANOS: UN ANÁLISIS DE SU IMPACTO EN EL ACCESO AL AGUA. CASO DE LA CIUDAD DE POTOSÍ, BOLIVIA

Por: Nulfo Yala

Debemos plantearnos  si estamos dispuestos a seguir tolerando esta situación. ¿Es aceptable que las ganancias de la actividad minera sigan primando sobre la seguridad y el bienestar de las personas? ¿Estamos dispuestos a sacrificar la salud de nuestros ecosistemas y la calidad de vida de las generaciones futuras en aras de un beneficio económico a corto plazo?

En el horizonte se cierne una amenaza silente pero devastadora: la posibilidad de una sequía catastrófica que podría desencadenar consecuencias impredecibles en las regiones afectadas en la actualidad. A lo largo de los años, hemos sido testigos de cómo la falta de agua potable se ha convertido en un problema creciente, extendiendo sus garras en diferentes rincones del mundo. En particular, el occidente boliviano, y más específicamente Potosí; regiones que sufren una grave crisis que nos lleva a cuestionar las causas subyacentes de esta emergencia.

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Si bien es innegable que la escasez de agua tiene raíces multifacéticas y complejas, en este artículo exploraremos uno de los factores principales que contribuye a esta crisis: la actividad minera y su impacto en el recurso hídrico. La explotación, concentración y comercialización de minerales, entre otras formas de actividad minera (caso de los ingenios mineras, empresas comercializadoras, empresas acopiadoras y concentradores, etc.), han demostrado ser un factor determinante en la disminución de la calidad y cantidad del agua disponible para consumo humano.

La relación entre la actividad minera y la contaminación del agua es un tema que merece una atención especial. A menudo, las ganancias económicas generadas por la minería fluyen directamente hacia el interés económico de las instancias gubernamentales a través de las denominadas “regalías” y las arcas de las mismas empresas y/o cooperativas. Mientras que los costos sociales y ambientales son asumidos por poblaciones enteras y ecosistemas vulnerables. Esta desigualdad en la relación costo-beneficio plantea cuestionamientos éticos y morales fundamentales.

La actividad minera, en su búsqueda incansable de producción de minerales, libera una serie de contaminantes que terminan en los cuerpos de agua cercanos. Sustancias como metales pesados, productos químicos tóxicos y desechos sólidos contaminan fuentes de agua subterránea y superficial. Esta contaminación no solo reduce la disponibilidad de agua potable sino que también la hace peligrosa para el consumo humano y perjudica gravemente los ecosistemas.

La realidad es que, en la mayoría de los casos, bajo la excusa y a veces chantaje de que la economía de la región (entiéndase como supuesto medio de supervivencia por sus defensores) las poblaciones locales que albergan actividades mineras no obtienen los beneficios que podrían esperarse de esta industria. La mayoría de las ganancias económicas se concentran en manos de los inversionistas y empresarios, mientras que la mayoría de la gente sufre de la degradación de su entorno natural y la disminución de la calidad de vida. Esta inequidad económica y social se agrava aún más cuando se trata de comunidades indígenas que tienen un profundo vínculo cultural y espiritual con la tierra y el agua.

La minería es una de las actividades humanas más intensivas en el uso del agua. Cada etapa de la cadena productiva minera requiere enormes cantidades de agua. Esta demanda hídrica es particularmente preocupante en regiones donde el agua ya es un recurso escaso y preciado.

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Un aspecto adicional a considerar es la pérdida de agua a través de procesos naturales como la evaporación y la infiltración, así como el aumento del consumo de agua a medida que la calidad de los yacimientos disminuye con su explotación continua. La escasez de agua es un problema que se retroalimenta en el ámbito minero, ya que a medida que los recursos hídricos se agotan, la industria minera se ve obligada a buscar fuentes de agua cada vez más distantes y costosas de obtener.

Sin embargo, el alto consumo de agua no es el único problema asociado a la actividad minera. Uno de los mayores riesgos que plantea esta industria es la contaminación del agua, un tema de preocupación creciente en todo el mundo. Los productos químicos utilizados en los procesos mineros pueden infiltrarse en el suelo y las fuentes de agua, afectando tanto a los ecosistemas acuáticos como a la salud humana.

Estos productos químicos, que incluyen compuestos tóxicos, tienen el potencial de causar estragos en los cuerpos de agua y en las poblaciones que dependen de ellos para su abastecimiento. La exposición a estas sustancias puede provocar una serie de problemas de salud graves, como enfermedades neurológicas, trastornos reproductivos y cáncer. Este problema es particularmente preocupante, con el caso de la contaminación por el plomo, en la ciudad de Potosí, Bolivia.

En lo que respecta a la cantidad de agua disponible, la minería puede agotar significativamente los recursos hídricos locales. Grandes volúmenes de agua son extraídos para satisfacer las necesidades de la industria minera, lo que contribuye a reducir la disponibilidad de agua para la población cercana, produciendo desabastecimiento y sequías como sucede actualmente. Esta disminución de la cantidad de agua afecta desproporcionadamente a las poblaciones más vulnerables que dependen del acceso al agua para su supervivencia.

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La minería, al afectar la calidad y disponibilidad del agua, viola también otros derechos humanos fundamentales. El Derecho Humano a la Salud se ve amenazado cuando la exposición a sustancias químicas tóxicas en el agua conduce a afecciones graves en la población afectada. Del mismo modo, el Derecho Humano a un Ambiente Sano se ve comprometido cuando los ecosistemas se ven perjudicados por la contaminación minera, lo que afecta negativamente la flora y fauna locales.

De esta manera estas formas de actividades mineras se transforman insostenibles, representando por tanto un riesgo flagrante para el Derecho Humano al Acceso al Agua Potable y Saneamiento. Derecho, ampliamente respaldado por las Naciones Unidas en la Resolución 64/292 que reconoce la importancia fundamental del acceso a agua limpia y segura para todas las personas. Sin embargo, la actividad minera desenfrenada pone en peligro tanto la cantidad como la calidad de las fuentes de agua, socavando así este derecho humano esencial.

Debemos plantearnos  si estamos dispuestos a seguir tolerando esta situación. ¿Es aceptable que las ganancias de la actividad minera sigan primando sobre la seguridad y el bienestar de las personas? ¿Estamos dispuestos a sacrificar la salud de nuestros ecosistemas y la calidad de vida de las generaciones futuras en aras de un beneficio económico a corto plazo?

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Es fundamental que abordemos esta problemática con seriedad y urgencia. La protección de nuestras fuentes de agua son imperativos para garantizar un futuro sostenible. El desafío de la escasez de agua para el consumo humano y su relación con la actividad minera nos exige una profunda reflexión y la toma de medidas concretas. No podemos permitir que la sed de lucro y un enfoque de desarrollo basado en la generación de riqueza como fuente y destino último de la sociedad, socave la esencia misma de nuestra existencia: el acceso a agua limpia y segura. Es hora de que las voces se alcen y que se promueva acciones constructivas que nos lleve hacia soluciones que respeten tanto el derecho humano al agua como el equilibrio de nuestro planeta. De manera que se tomen medidas efectivas para proteger este derecho humano esencial, garantizar y priorizar el acceso de los recursos hídricos para consumo humano y en el entorno natural.

nulfoyala@gmail.com

¿QUIÉN CUIDA EL AGUA EN POTOSÍ? – LAS AGUAS ROBADAS

Por: Milenka Almanza López

Pero no solo se apropian del agua, sino que después de sus procesos productivos violentos, nos la devuelven contaminada, con una carga social, económica y ambiental acumulada en las espaldas de los menos poderosos.

La crisis ambiental y del agua a nivel mundial tiene una connotación trágica, no solo para los seres humanos, sino también para los sistemas ecológicos. Potosí, Bolivia, no está exenta de esta problemática. En resumen, es el resultado de la agudización de la tensión ecológica, política y económica en la región. Hoy en día, esta región andina está atravesando una crisis del agua debido a la sequía producto del rompimiento de los ciclos del fenómeno del niño y el cambio climático implícito. Pero no solo eso, existe una suerte de competencia entre los usuarios del agua, intereses sectarios, económicos y hasta políticos, donde el agua fluye hacia quienes tienen más poder.

En este texto, no pretendo caer en el esencialismo y analizar esta crisis desde una dinámica de petición, sensacionalismo y hacerlo como resultado de la coyuntura actual. Potosí, al ser una de las regiones donde el avance del extractivismo supone la expansión y el patrocinio de proyectos de extracción a toda costa, sin importar la fractura de los sistemas ecológicos, las vidas ni su subsistencia. Además, se piensa que el territorio de la ciudad de Potosí está exento de los efectos del Cambio Climático. Esto supone entonces caer en una lucha de poder de quienes manejan a la sociedad potosina, donde la producción del agua en la ciudad responde a negociaciones para su uso, y las «decisiones» en última instancia las toman los poderosos que «mantienen económicamente el sistema de distribución», como ellos quieren hacer creer a los pobladores de la ciudad.

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Los titulares en el periódico local mencionan: «Recursos de regalías mineras atenderán necesidades de agua en Potosí», de la voz del nuevo Gobernador de Potosí, cuando en realidad la actividad minera en Potosí es la que despoja de los recursos hídricos a la población y a los sistemas ecológicos. Este despojo se denomina despojo hídrico por contaminación, pues los empresarios mineros que operan ingenios utilizan ingentes cantidades de agua para sus operaciones de beneficio de minerales. Aguas que les son robadas no solo a los pobladores, sino también a la naturaleza. Este despojo es violento, pues mientras las madres de familia hacen fila por unos cuantos cubos de agua o esperan a que el agua salga del grifo a las 3 de la madrugada, los poderosos la reciben canalizada y segura en sus instalaciones.

Pero no solo se apropian del agua, sino que después de sus procesos productivos violentos, nos la devuelven contaminada, con una carga social, económica y ambiental acumulada en las espaldas de los menos poderosos. Bajo esas premisas, existiría la privatización del agua en Potosí en pro de los empresarios mineros, afectando el acceso justo de los pobladores de la ciudad de Potosí. Se ha llegado a vender de forma ilegal incluso a 200 bolivianos o 28.8 dólares americanos el barril de agua de 200 litros, en una suerte de colonialidad de la naturaleza, esta vez por los propios, en la denominada colonialidad interna. Este poder cruento en este caso es ejercido por poderosos patriarcales que se traducen en las cooperativas mineras, transnacionales mineras, tecnócratas y burócratas estatales.

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Esto sucede en la ciudad de Potosí porque es un escenario de inacción social; el territorio está despolitizado respecto a temas ambientales, sobre todo relacionados con la minería. En ese contexto, la búsqueda efectiva de la justicia ambiental, ecológica y social es urgente, en sociedades como la potosina que priorizan el «desarrollo económico» ante todo. El agua debe fluir en un ciclo, no hacia el poder. El agua es un bien común, y fomentar la universalización de los valores de la ética de su cuidado hacia los humanos y la naturaleza es apremiante, tan imperante y central como apostar por la sostenibilidad y continuidad de la vida como categoría de análisis. Abordar una nueva y transformada cultura ambiental en la ciudad de Potosí.

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Dejar de feminizar la naturaleza y sobreser su subordinación, repensar y cuestionar los conceptos y construcciones sobre lo que se considera feminidad y masculinidad, pues en este contexto están jugando un rol crucial en cómo las sociedades ocupan y transforman los territorios. De lo contrario, Potosí seguirá transitando hacia un territorio vacío, que se ha incluido de manera forzada en la economía mundial, donde prima el capitalismo no solo como sistema económico, sino político, social y hasta cultural, que antepone los intereses del capital sobre cualquier forma de vida, dejando de lado nuestras relaciones de interdependencia y ecodependencia con el agua.

mileoxka@gmail.com