Por: Nulfo Yala
Argentina se enfrenta actualmente a uno de los momentos más desafiantes de su historia, donde la resistencia se presenta como la única opción ante un escenario de crisis compleja. Este desafío se ve agravado por la presencia de un líder alineado con doctrinas que combinan el fascismo populista y el ultracapitalismo, acentuando aún más las tensiones y dificultades que enfrenta el país.
El presidente Javier Milei emergió victorioso en su campaña electoral al capitalizar hábilmente la creciente frustración del pueblo argentino, ofreciendo una visión de cambio radical basada en una ideología de odio y discriminación hacia las tendencias políticas de izquierda, a las cuales se refirió despectivamente como «zurdos de mierda» y otros calificativos despectivos. Dotado de un carisma habilidad retórica, equiparable a la de líderes fascistas históricos, Milei supo conectar con las masas y ganar seguidores al canalizar el descontento generalizado hacia chivos expiatorios como es el caso de políticos socialistas de su país y del continente. Al dirigir el enojo popular hacia los grupos de izquierda, prometió una ruptura radical con el statu quo político, ofreciendo soluciones demagógicas a problemas complejos y generando una sensación de falsa esperanza en una población desilusionada y harta de tanta crisis sin solución.
En su estrategia política, hizo hincapié en la libertad individual, proclamando la defensa de la libertad de expresión y la propiedad privada como valores fundamentales. Sin embargo, este énfasis en la libertad individual se ve matizado por una limitación selectiva de la libertad para aquellos considerados enemigos del estado o que estén en contra de las políticas impuestas por el régimen. Organizaciones sociales y sindicales de Argentina han denunciado que el gobierno intimó a pagar sumas millonarias por los operativos de seguridad durante manifestaciones, lo que puede interpretarse como un intento de limitar la libertad de protesta y de asociación. Además, el gobierno ha propuesto reforzar la «ley ómnibus» con penas de hasta seis años de prisión para los promotores de protestas, lo que indica un enfoque autoritario hacia la disidencia política y social.
Milei, refuerza su plataforma política con una defensa apasionada del capitalismo laissez-faire, promoviendo un sistema económico de libre mercado sin regulaciones gubernamentales significativas. Durante su participación en el Foro Económico Mundial de Davos del 2024, hizo una enérgica apología del capitalismo, lo que generó un gran impacto. En sus discursos, criticó incluso a los capitalistas presentes en el foro, considerándolos «demasiado izquierdistas» según su perspectiva. Una postura de fanatismo peligroso del tipo anarcocapitalista hacia una economía de mercado sin restricciones; que, incluso los economistas de la rancia y aristocrática ultraderecha, ven como irrealizable e impracticable en la actualidad.
A pesar de su aparente defensa selectiva de ciertas libertades individuales, muestra un desprecio evidente por los derechos humanos cuando éstos entran en conflicto con sus objetivos políticos o económicos. Sus declaraciones públicas, como «corran zurdos de mierda» o «al zurdo de mierda no le podés dar ni un milímetro», reflejan su actitud despectiva hacia aquellos que se identifican con tendencias políticas de izquierda. Estas expresiones no solo revelan su intolerancia hacia las ideas opuestas, sino que también demuestran un discurso de odio hacia aquellos que discrepan con su visión ideológica. Esto plantea serias preocupaciones que vienen socavando la cohesión social y la democracia en Argentina.
Además, se observa en el presidente argentino una sumisión ideológica alineada con potencias imperiales geopolíticas, como Estados Unidos, promoviendo agendas que pueden entrar en conflicto con los valores democráticos y los intereses nacionales de Argentina. Un ejemplo destacado de esta sumisión ideológica es el reciente anuncio realizado por Milei de establecer una base militar estadounidense en Tierra del Fuego, en medio de una crisis interna y con fuertes protestas sociales. Esta acción subraya su prioridad de alinearse con los intereses imperiales extranjeros, incluso a expensas de la soberanía nacional y el bienestar de su propio pueblo.
También se refleja un apoyo incondicional a grupos o naciones que se consideran como el «pueblo elegido de Dios», influenciando así las alianzas internacionales y las políticas exteriores del país, priorizando los intereses de estos grupos aún a sabiendas que pone a la Argentina en una posición de conflicto. Este respaldo incondicional se evidencia en el alineamiento teológico con Israel, presentado como la fase superior de su nueva doctrina en política exterior, validando el apoyo incondicional a Israel desde una perspectiva religiosa, utilizando incluso la Torá como justificación. Esta postura lleva a que la Argentina no contribuya a la búsqueda de soluciones pacíficas, como el caso de los recientes ataques entre Irán e Israel, que en cualquier momento puede desencadenar en una nueva guerra. Esto de seguro tendrá serias implicaciones para la estabilidad regional y la diplomacia internacional de Argentina.
Al alinearse de manera incondicional con naciones y grupos de poder imperial, el presidente argentino sacrifica los intereses nacionales en aras de satisfacer su propia necesidad personal de aprobación y reconocimiento por parte del mundo judeo-occidental capitalista; que, no obstante, sigue mirándolo con reojo, sorpresa y desconfianza por este tipo de vasallaje nunca antes visto por un presidente de un país tan grande como la Argentina. Este tipo de subordinación ha sido reconocida y premiada recientemente, con títulos honoríficos religiosos (véase el reconocimiento de la congregación judía ortodoxa Jabad Lubavitch, como “embajador internacional de la luz”, juntamente con su hermana) lo cual socava la legitimidad y la eficacia de la diplomacia argentina en el escenario internacional y que amenaza con polarizar aún más al pueblo argentino comprometiendo su capacidad para tomar decisiones soberanas y responsables en el ámbito nacional e internacional.
Mientras el país se enfrenta a una crisis económica sin precedentes, con una inflación descontrolada del 288% y una actividad económica en declive debido a las políticas restrictivas impuestas al país para satisfacer los designios de los instrumentos financieros capitalistas, Milei se va de gira para reunirse con sus amigos ultraricos, como Musk, en lugar de abordar las necesidades urgentes de su pueblo. La afinidad ideológica entre Milei y Musk, trasciende la defensa del libre mercado y se ve también reflejada en su apoyo conjunto a Israel en el conflicto en Gaza. Mientras el Ejército israelí continúa cometiendo atrocidades y violaciones flagrantes de los derechos humanos en Gaza, donde han perdido la vida más de 33.000 palestinos, Milei y Musk, se pasean alegremente por una de las fábricas de Tesla reafirmando su “bromance”y ratificando su apoyo incondicional a Israel, pese a la masacre en curso del pueblo palestino.
Argentina se enfrenta actualmente a uno de los momentos más desafiantes de su historia, donde la resistencia se presenta como la única opción ante un escenario de crisis compleja. Este desafío se ve agravado por la presencia de un líder alineado con doctrinas que combinan el fascismo populista y el ultracapitalismo, acentuando aún más las tensiones y dificultades que enfrenta el país. En este contexto, es fundamental recordar que Argentina es parte integral de la patria grande latinoamericana, una región unida por la historia, la cultura y la lucha compartida por la justicia y la dignidad. Es en la solidaridad y la unidad de los pueblos latinoamericanos donde reside la fuerza para superar estos desafíos y peligros que se ciernen hoy tristemente en el horizonte.
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