LOS GRUPOS DE PODER AGROINDUSTRIAL Y LOS CULTIVOS TRANSGÉNICOS. RESISTENCIA Y REIVINDICACIÓN DE LA SOBERANÍA ALIMENTARIA.

Dibujo: MilenaFabiola@(2020)

Bajo este sistema de explotación, el desarrollo humano es lo que menos importa. El «sálvese quien pueda», resuena ahora, más que nunca, de una manera contundente e inevitable. Quien controla la producción de alimentos controlará el acceso a los mismos. La cuestión de fondo es el dinero, el que no tiene dinero no come; así trabaje incansablemente, si el sistema no le asigna valor, su trabajo no será tomado en cuenta y mucho menos remunerado económicamente y, más temprano que tarde, sucumbirá al hambre.

Mucho se debate hoy en día respecto de la problemática del uso de transgénicos en el mundo y particularmente en algunos países latinoamericanos, como el caso de Bolivia; tema que resurge, a raíz de la aprobación del reciente marco normativo (Decreto Supremo 4232), que autoriza la evaluación de semillas genéticamente modificadas (transgénicos) con fines comerciales y  agro productivos; para los cultivos de maíz, caña de azúcar, algodón, trigo y soya.

Si bien este proceso no se inició recientemente, es importante destacar algunos aspectos que, usualmente, se asumen como temas colaterales o implícitos; muchas de las veces el debate surge a partir de cuán beneficioso o perjudicial resulta para la salud humana o el medio ambiente, pero se deja de lado la visibilización de los intereses existentes, detrás de las políticas que impulsan el uso estos cultivos transgénicos y los paquetes tecnológicos asociados a su producción.

Y es que, como en casi todo, existen poderosos intereses particularmente económicos y políticos que están detrás; y no solamente de los intereses de las grandes multinacionales, sino de los intereses de los poderosos grupos agroindustriales que se constituyen en los promotores del modelo económico extractivista y mercantilista corporativo.

Al final, el debate sobre la pertinencia o no de los transgénicos, se transforma en algo irrelevante. Todo lo que contribuya a la generación de la riqueza, no solamente es aceptado, sino también promovido bajo el engañoso principio de: A mayor riqueza mayor prosperidad humana. Es el funesto mundo en el que vivimos y en el que estamos sumidos, que nos demuestra, una vez más, que por más riqueza que se genere, la prioridad no es el ser humano; sino la riqueza en sí misma, a través del capital acumulado. Los millones de pobres que existen aún en los países lllamados desarrollados son una evidencia de ello; y que decir, aún, de los muchos otros millones condenados al hambre y a la miseria. Frente a ello, el producto interno bruto -que es la supuesta medida  de la riqueza de los estados modernos- resulta una cuantificación absurda y fuera de lugar, ante cualquier intento y justificación que se quiera dar, forzosamente, como una medida de reivindicación humana.

En consecuencia, el propósito real de la producción con el uso de semillas y cultivos transgénicos es, intrínsecamente, generar un gran negocio y, por supuesto, favorecer la acumulación de mayores riquezas por los grupos de poder económico que gobiernan los estados; llámense a éstos empresarios, terratenientes, latifundistas o gamonales, como se refería a los mismos, Carlos Mariátegui.

Si bien existen bastantes análisis relacionados con el negocio de los  transgénicos por grandes multinacionales; resulta, aún, mucho más sorprendente los mecanismos políticos y económicos que van gestionando los grupos de poder económicos regionales; que si bien están articulados con las líneas matrices de estas multinacionales, existen una alta gama de recursos locales que les brinda la anuencia y la legalidad de hacer que sea necesario para que el negocio de los transgénicos pueda operar. Y lo hacen, la mayoría de las veces, a partir de los estados y sus gobiernos qué son manejados o influenciados de una u otra manera por los mismos.

De acuerdo a las particularidades regionales, estos grupos de poder económico agroindustrial, generan un discurso muy bien pensado y trabajado en diferentes niveles, grados y estratos dentro de la sociedad. Una vez conseguido el marco legal -siempre lleno de ambigüedades que son hábilmente utilizado en interpretaciones funcionales posteriores- se procede a plantear la matriz de debate en la sociedad civil a través de los operadores comunicacionales que están a su servicio; una primera acción a interiorizar en la mente colectiva, es el sobreentendido de que cualquier iniciativa que fortalezca el aparato productivo y económico será siempre favorable para el país. La estrategia es apelar el sentido patriótico y nacionalista del ciudadano, y el supuesto interés legítimo del estado.

A partir de ahí, la estrategia consiste en ir «normalizando» la situación. Se va argumentando que son muchos los países qué utilizan los transgénicos y desde años atrás; se enfatiza en las ventajas económicas que se lograrán, principalmente, a través de las exportaciones a otros países. A través de una agresiva campaña comunicacional, especialmente, a través de las redes sociales. «Se hacer dar cuenta a la gente» que desde hace muchos años atrás ya se vienen consumiendo transgénicos en gaseosas y alimentos procesados; y que, por tanto, somos la prueba viviente de que los transgénicos no causan ningún daño; y que, quiénes se oponen son grupos ecologistas radicales o con intereses políticos creados contra los sectores “vanguardistas y productivos” del país.

Posteriormente viene la fase persuasiva; es la fase de los pronunciamientos corporativos realizados por las instituciones productivas que conforman estos grupos de poder agroindustriales; de incansables y maratónicos conversatorios; y de las justificaciones, a partir de supuestos eruditos y publicaciones que presuntamente invalidarían los argumentos contra el uso de los transgénicos, tildándolos de simples especulaciones y sin ninguna evidencia científica. En esta fase existe, además, una amplia cobertura por instituciones educativas, sobretodo de universidades privadas, que forman parte del conglomerado empresarial, vinculado a estos grupos de poder. Infortunadamente se suman, también, algunas universidades públicas; sea por su silencio o, peor aún, alineándose al discurso trillado e insustancial de “la razón” del progreso nacional y la productividad. Se presentan, por ejemplo, estudios de presuntos expertos; donde se proclama que los transgénicos supuestamente requieren menos agua, menos erosión de los suelos, menos plaguicidas; que gracias a sus particularidades genéticas se estaría eliminando prácticamente las plagas y, a la vez, se estaría reduciendo el uso de plaguicidas cancerígenos. Sumado a ello, el discurso conocido, que con estos cultivos transgénicos se va a mejorar los ingresos de los pequeños productores.

Por supuesto, cada uno de estos argumentos puede ser ampliamente rebatido desde distintos enfoques ecológicos, sociológicos, políticos, etc.; pero, lamentablemente, muchas veces, el colectivo social ha sucumbido al adoctrinamiento del discurso desarrollista de los grupos de poder. Este «supuesto» modelo de desarrollo económico se convierte en una consigna, hasta llegar a ser interiorizada y formar parte de la cultura, tradición e incluso cosmovisión de la sociedad; como sucede en el caso boliviano, particularmente, en la región agroproductiva del oriente del país.

Una vez conseguidos estos objetivos, cualquier acción o reacción posterior es intrascendente; la maquinaria está engranada y lista para funcionar. El modelo extractivista agroindustrial nuevamente se ha impuesto, esta vez a partir de los cultivos transgénicos. Cualquier debate o cuestionamiento posterior, servirá en el mejor de los casos, para maquillar el proceso. Se introducirán, incluso, toda una parafernalia de tecnicismos afables al proceso productivo; tales como: prácticas amigables con el medio ambiente, restauración ambiental, control e implementación de medidas de bioseguridad, etc., pero se lo hará, solamente, para guardar las apariencias y terminar de acallar cualquier cuestionamiento de fondo.

El modelo explotador, extractivista y capitalista prevalece. No importa si el gobierno sea de izquierda o de derecha, el objetivo final es la generación de riqueza; que, por supuesto, al final solo hará más ricos a los que ya son ricos y que, muchas veces, directa o indirectamente, son precisamente los que detentan u operan el poder. En este escenario cualquier oportunidad será aprovechada al máximo, como en el caso de los transgénicos. El beneficio máximo sin medir las consecuencias; aun cuando el costo sea la vida misma en el planeta.

Se habla de generar riqueza, pero no se dice para quién. Se dice que el uso de los transgénicos se constituye en una oportunidad maravillosa para generar empleo, pero en los vaivenes y fluctuaciones del mercado de lo primero que se prescinde cuando las cosas van mal es, precisamente, del empleado; lo que importa, al final, es garantizar la ganancia del empresario.

Detrás de discursos nobles, de propósitos altruistas y de consignas de prosperidad y desarrollo económico, se aliena la voluntad del ser humano; el trabajador debe agradecer la oportunidad de empleo que se le da, así sea bajo condiciones de explotación y de retribuciones míseras, comparadas con las ganancias de los dueños del «negocio» y el capital.

Nuevamente, en el caso de los transgénicos, la premisa utilizada es «la alimentación como negocio». El capital lo tiene el empresario; la tierra, que está en manos de los grupos de poder económico o de gremios corporativos protegidos como tierras comunitarias de origen, es monopolizada y explotada hasta resecarla, bajo la consigna “imperiosa” de no dejar tierra improductiva. El trabajo, en condiciones de explotación, se transforma en la razón de vida del trabajador; alienado, explotado y desechable, pero agradecido.

Bajo este sistema de explotación, el desarrollo humano es lo que menos importa. El «sálvese quien pueda», resuena ahora, más que nunca, de una manera contundente e inevitable. Quien controla la producción de alimentos controlará el acceso a los mismos. La cuestión de fondo es el dinero, el que no tiene dinero no come; así trabaje incansablemente, si el sistema no le asigna valor, su trabajo no será tomado en cuenta y mucho menos remunerado económicamente y, más temprano que tarde, sucumbirá al hambre. Es la perversa obsesión del sistema económico por la máxima productividad y la riqueza, que define y decide que debe ser considerado como trabajo y que debe ser desechado, de acuerdo a sus necesidades e intereses. Es la perversión de un mundo que produce y tiene la capacidad de producir, casi el doble de alimentos que se necesita para la subsistencia de toda la población humana; pero que, paradójicamente, millones se mueren de hambre, a la vista e indiferencia de otros que prefieren desechar toneladas de alimentos a la basura.

Encima de todo, ahora, se deforestan y habilitan inmensas superficies de tierra para la producción de cultivos transgénicos con fines de producción de agrocombustible, como si en estos momentos fuera una prioridad. La mayoría de los países que compran esta producción no lo hacen realmente por necesidad, pues tienen almacenados ingentes cantidades de petróleo y otros recursos energéticos. Lo hacen para potenciar su dominio y el control del mercado energético global. No importa que los países productores de transgénicos tengan a gran parte de su población sumida en la pobreza y el hambre; mientras haya quien compre, toda la maquinaria del estado se dirigirá para garantizar que los grupos de poder económico, dueños de la Tierra y del capital, puedan satisfacer la demanda. Todo en nombre del famoso “dogma” del desarrollo económico del país.

El Producto Interno Bruto (PIB) se ha convertido en una medida que sólo mide el incremento de la riqueza de los tienen el control absoluto de los recursos; y, por tanto, el poder para decidir, en última instancia, quién come y quién no.

El modelo agroproductivo, extractivista y explotador crea las condiciones necesarias para la dependencia alimentaria. Es el mismo sistema que repite hasta el cansancio que los recursos son limitados, y que no alcanzan para satisfacer las necesidades humanas; dogma central de la teoría económica, diseñada e impuesta por los mecanismos de poder que regulan y gestionan el sistema, para que nada se salga de su control. Y, esta vez, lo hacen con la panacea de lo transgénico; prometiendo que con su uso se solucionarán los problemas alimentarios de los más vulnerables, que serán baratos y accesibles; por supuesto, sin importarles en lo más mínimo, los cuestionamientos de las posibles consecuencias para la salud, lo descabellado de destinar ingentes extensiones de suelo cultivable o la despiadada ampliación de la frontera agrícola, en desmedro de bosques y naturaleza viva. La razón de explotación económica, siempre, termina por someter e imponerse con el discurso de progreso y desarrollo en la opinión pública. Sin embargo, en realidad sólo se trata de acumulación de riqueza; la avaricia y codicia desmedida de los grupos de poder agroindustrial, que son, en definitiva, los dueños del negocio.

Frente a este escenario, la respuesta necesaria e inexcusable es cortar las cadenas de la dependencia alimentaria; es buscar los mecanismos para una efectiva autonomía y autodeterminación del ser humano para su supervivencia. Y; eso es, recuperar y rescatar el concepto de soberanía y seguridad alimentaria, reivindicando todas las iniciativas y acciones conducentes a este fin. Es el caso, por ejemplo, de la Declaración de Nyéléni, en el Foro por la Soberanía Alimentaria, realizado en Mali en el año 2008. Foro en el que se establece, como núcleo fundamental y prioritario, la seguridad alimentaria del ciudadano por sobre los intereses mercantiles y comerciales de los conglomerados corporativos agroindustriales; priorizando el apoyo efectivo y real al pequeño agricultor, la producción de alimentos ecológicamente sostenibles y la disponibilidad y accesibilidad de alimentos para la población particularmente vulnerable; reivindicando el principio del derecho humano a la alimentación, por encima de cualquier interés económico o mercantil.

Una soberanía alimentaria establecida a partir del principio de autodeterminación autonomía y autogestión de las personas; facilitando el acceso a la tierra, al agua, a los recursos genéticos y la gestión para una distribución efectiva de los alimentos; particularmente en las poblaciones vulnerables. Producir para alimentar a la humanidad y no para engrosar la codicia de riqueza de los grupos corporativos agroindustriales; dignificando y valorizando el trabajo y el esfuerzo de todas aquellas personas que por iniciativa propia, por ejemplo, van produciendo sus propios alimentos, aún en reducidos espacios de confinamiento y sin ninguna oportunidad de acceso a la tierra. Es el caso los huertos urbanos, por ejemplo, que se constituyen en una acción revolucionaria y concreta contra la dependencia del modelo extractivista y explotador el sistema. Esta acción, por sí sola, además, visibiliza la injusta e inmoral apropiación de los recursos por parte de los grupos de poder corporativos agroindustriales; tendrán toda la tierra para su avaricia, pero no cuentan con la capacidad de innovación del ser humano, que se las ingenia para producir alimentos, utilizando, incluso, como envases autoregantes a las botellas plásticas que el consumismo desenfrenado descarta.

Por tanto, la acción de resistencia al uso de los cultivos transgénicos, se vuelve una lucha legítima por la emancipación humana en la búsqueda de su soberanía alimentaria. Una lucha legítima de resistencia a los intereses económicos corporativos, que buscan lucrar, paradójicamente, con la necesidad de alimentos y el hambre de las personas. Lograr la independencia y el autocontrol para garantizar la seguridad alimentaria es, y será, cuestión de supervivencia. Tarde o temprano, el modelo extractivista y explotador agroindustrial colapsará inevitablemente por el propio peso de su ambición; pues como cualquier actividad extractivista, ésta no es sostenible en el tiempo. Pero lo que sí serán sostenibles son todas las iniciativas de acción y de resistencia, esfuerzos que, por pequeños que parezcan, contribuyen a la búsqueda y la construcción de la soberanía alimentaria; para garantizar la autonomía productiva, acceso y disponibilidad de alimentos para los seres humanos. Un frente estratégico y fundamental en la lucha por la libertad y la liberación del ser humano.

nulfoyala@gmail.com

 

 

RECHAZO AL USO DEL PAQUETE TECNOLOGICO DE TRANSGENICOS EN BOLIVIA Y PRONUNCIAMIENTO CON RELACIÓN AL DECRETO SUPREMO NRO. 4232.

Foto: NulfoYala (2020)

Elaborado por:

Milenka Almanza (Ingeniera del Medio Ambiente/Activista ambiental/Bloguera www.acontravia.com): mileox@hotmail.com

Nulfo Yala (Filósofo/Escritor/Bloguero: www.acontravia.com): nulfoyala@gmail.com

El mayor acto de rebeldía contra el sistema, es producir tus propios alimentos……Comienza produciendo en tu huerto urbano. El campo de batalla ante los transgénicos comienza tomando conciencia de nuestros derechos y obligaciones frente al medio ambiente.

El gobierno de transición boliviano pretende aprobar a través de un proceso de evaluación abreviado, el uso de semillas transgénicas  en Bolivia.

Esta vez no solo lo hace con el  cultivo de soya (Glycine max), sino además los cultivos de: Caña de azúcar (Saccharum officinarum),  trigo (Triticum aestivum), maíz  (sea maíz) y algodón (Gossypium hirstium).

En ese marco, es necesario comprender que Bolivia es un país megadiverso y que además  basa su economía en al extractivismo de sus recursos naturales.

También es necesario saber que la decisión y argumentación del gobierno  se fundamenta en reactivar la  economía del país post pandemia del COVID 19. Con esto pretende la intensificación y fomento a sectores tradicionalmente extractivista, como el agro en el oriente boliviano. Esto se pretende hacer por medio de la promesa de una tecnología que, hace ya décadas promete acabar con el hambre del mundo; sin embargo, hasta hoy no lo ha hecho. Los cultivos transgénicos no han solucionado nada.

Promesa, so pretexto, de seguridad alimentaria, cuando es sabido que la seguridad alimentaria no depende de la disponibilidad de alimentos, sino de su acceso, calidad y de oferta oportuna.

Por tanto, la problemática  en el contexto boliviano de la introducción de este paquete tecnológico, pasa por muchas razones relevantes; y pese a que el tema es bastante amplio, se exponen algunas a continuación:

RAZONES DESDE EL PUNTO DE VISTA AMBIENTAL Y BIOLÓGICA

  • Los transgénicos no vienen solos, los acompaña un paquete tecnológico totalmente dependiente de AGROTOXICOS, con alta agresividad al medio ambiente. Estos son principalmente el: Glifosato y el Glufosinato de amonio. Lo que ocasiona que se aumente de forma exponencial el uso de agroquímicos.
  • El uso de estos agroquímicos daña la calidad del suelo, atentando contra las funciones ambientales que este ofrece; lo que significa, también, un atentado a la seguridad alimentaria. Suelos no saludables no producen, no filtran contaminantes, no regulan el clima, disminuyen su potencial de captura de carbono de la atmosfera y se convierten en potenciales emisores de gases de efecto invernadero causantes del calentamiento global.
  • El glifosato es difícilmente degradado por acción biológica; y esto, aunado a que su uso mismo disminuye la población microbiana en el suelo, provoca daños irreversibles en la microbiota del suelo, dañando la diversidad biológica de este.
  • Los agrotoxicos asociados a los transgénicos dañan y atentan la fertilidad del suelo, sobre todo a la fertilidad biológica. Un suelo fértil, es aquel que es capaz de sustentar la vida.
  • Los agrotoxicos asociados a los transgénicos que no tienen un uso adecuado, aplicación y disposición final de sus envases, son potenciales contaminadores de cuerpos de agua y provoca competencia entre los  usuarios del agua.
  • Las aplicaciones por aspersión de agrotoxicos asociados a los transgénicos alteran la calidad del aire circundante y su distribución puede intensificarse en depende de la fisiografía del terreno.
  • Excesivo fomento al monocultivo y con ello a la emisión de gases de efecto Invernadero a la atmósfera, aumento del calentamiento global y los efectos del cambio climático
  • Intensifica la deforestación de especies nativas que se constituyen en reguladores del ciclo hidrológico y capturan gases de efecto invernadero, que liberan oxígeno al medio ambiente.
  • Los cultivos transgénicos obtenidos son escasamente destinados a la alimentación humana, son destinados a forraje (maíz, sorgo) la alimentación de ganado (ganadería intensiva,  lo cual promueve la expansión de la frontera agrícola y emisiones de gases de efecto Invernadero.
  • Atenta contra la diversidad biológica de especies propias del lugar.
  • En el cultivo de soya transgénica, GRAN PARTE DE LA PRODUCCION, se destina a producción de AGROCOMBUSTIBLE  como el biodiesel (caña, soya), ofrecido como una alternativa tecnológica amigable con el medio ambiente; no obstante, favorece y promueve la deforestación y expansión de frontera agrícola.
  • Los agrotoxicos asociados a los transgénicos persisten en el suelo por décadas y son potenciales contaminantes de futuros cultivos. El suelo dañado por estos agrotoxicos no volverá a  su calidad inicial e intentar una restauración significa una inversión grande de recursos.
  • Provoca la muerte y disminución de especies de polinizadoras, como las abejas, aproximadamente el 70 % de los cultivos depende de la polinización.
  • Contaminación genética (variedades de la misma especie o especies emparentadas) es irreversible, una vez se liberen los eventos transgénicos. Al liberar especies no NATURALES al medio ambiente, es muy difícil predecir su transporte y difusión.
  • Posibles consecuencias biológicas en diferentes especies en la cadena trófica y particularmente en la salud humana. Las consecuencias de la manipulación genética son impredecibles y podrían tener efectos no previstos en el futuro.
  • No es posible abrir la legalización del uso de transgénicos cuando no se han suficientes investigaciones a nivel nacional ni tampoco se han involucrado activamente instituciones de investigación tales como universidades institutos de investigación o investigadores independientes.

DESDE EL PUNTO DE VISTA SOCIOAMBIENTAL Y LEGAL.

  • Pérdida progresiva, respecto a la reproducción de semillas, renunciando al legado de nuestros antepasados; esto especialmente en el cultivo de maíz.
  • Desplazamiento del patrimonio histórico, cultural y de los saberes de los pueblos,  especialmente en el cultivo de Maíz.
  • Decisiones no informadas a los agricultores, que no han pasado por el proceso de consulta previa.
  • Fomento a la perdida de la agrobiodiversidad de cultivos, especialmente el maíz  que es centro de origen y domesticación de numerosas especies cultivadas y cultivables.
  • La perdida de la soberanía alimentaria y seguridad alimentaria, en tanto dependencia del paquete tecnológico asociado a la producción de semillas transgénicas.
  • Existe a la fecha contradicciones, vulneraciones y transgresiones a diferentes marcos, preceptos, principios, acuerdos, protocolos e instrumentos legales,  incluida la Constitución Política del Estado Plurinacional Boliviano; así como, la Ley Marco de la Madre Tierra (Ley 1333), Ley de Fomento a la Producción Orgánica, Ley Marco de la Madre Tierra (Ley 300), Ley de Derechos de la Madre Tierra (Ley 071), Ley de Revolución Productiva Comunitaria Agropecuaria ( Ley 144), Ley de Fomento a la Producción Ecológica (Ley 3525), entre otros.

DESDE EL PUNTO DE VISTA ECONÓMICO.

  • Dependencia de semillas, pues puede existir endeudamiento de pequeños productores.
  • Uso de insumos GLIFOSATO y GLUFOSINATO DE AMONIO, SIN LOS CUALES NO SIRVE, a diferencia de una semilla no transgénica que tiene múltiples posibilidades de usar insumos, ejemplo, plaguicidas inorgánicos y orgánicos.
  • Los mismos que venden las semillas son los mismos que venden los agrotóxicos: Negocio perfecto.
  • Falso discurso de satisfacer el mercado interno y exportaciones, cuando  es necesario la aprobación de países importadores.
  • Discurso de mayor productividad no demostrado; dado que, la productividad depende de múltiples factores (calidad del suelo, manejo del cultivo, disponibilidad de agua) y no solo de eventos extremos como las sequías.  Además al carecer de evaluaciones in situ, se desconoce si el herbicida va a ser realmente selectivo. Lo cual puede provocar pérdidas en las cosechas.
  • Favorece que grandes empresas controlen la producción de alimentos, en toda la cadena alimentaria. Esto implica un total control corporativo .
  • Promueve la acumulación de riqueza solo en ciertos sectores como el agroindustrial y ganadero. Y bajo el discurso de desarrollo productivo, se promueve el potenciamiento de ganaderos, terratenientes y empresarios. Así como la acumulación capitalista no es desarrollo, el uso de semillas transgénicas tampoco es sinónimo de desarrollo humano.
  • Al solo depender de un cultivo (monocultivo), dependemos económicamente de la demanda internacional, el mercado. Cae la demanda, cae el negocio y los supuestos empleos que se generen serán los primeros en eliminarse cuando al negocio le va mal.
  • Esta introducción de semillas transgénicas no contempla el costo ambiental del paquete tecnológico de transgénicos, que en el mejor de los casos llevaría a una costosa restauración ambiental, que no siempre logra sus objetivos, una vez que ha sido dañado irremediablemente el ecosistema.

POR TANTO COMO CIUDADANOS, EN USO ESPECÍFICO DE NUESTROS DERECHOS  INDIVIDUALES GARANTIZADOS EN LA CONSTITUCIÓN POLÍTICA DEL ESTADO BOLIVIANO; ENTRE OTROS, EL DERECHO A LA LIBERTAD DE EXPRESIÓN, NOS PRONUNCIAMOS:

  • Rechazando y exigiendo la abrogación del DS 4232, por ser una puerta que abriría la producción indiscriminada de semillas transgénicas, cuyas consecuencias se han señalado en las razones antes mencionadas. Razones que son de justicia social y ambiental.
  • Demandando políticas públicas que no degraden el medio ambiente, no fomenten el extractivismo en general y en específico el extractivismo agrícola y que garanticen la seguridad y soberanía alimentaria.
  • Reclamando el fomento de sistemas sostenibles de producción de alimentos. Como la agroecología, sistemas agroforestales, agricultura orgánica, agricultura de conservación y  agricultura urbana. Sistemas que realmente consideren la salud del medio ambiente y garanticen la seguridad y soberanía alimentaria.
  • Pidiendo el fortalecimiento, la promoción  e impulso a los bancos de semillas nativas y apoyo real los productores individuales y/o colectivos que trabajan día a día con ellas. Los bancos de semillas no deben de ser monopolizados solamente por instituciones estatales.
  • Requeriendo un mayor involucramiento de personas independientes dedicadas a la investigación, instituciones educativas, universidades, institutos y consultor@s, con relación a la temática. El tener información previa es condición indispensable para una posterior toma de decisiones políticas y más aún cuando se comprometen políticas públicas de desarrollo y de producción a nivel de país.

OPRESIÓN, ENTRETENIMIENTO Y ALIENACIÓN A TRAVÉS DE LAS REDES SOCIALES. EL USO DE LA VIRTUALIDAD POR EL PODER

Foto: NulfoYala (2020)

La industria del entretenimiento no se detiene. Ni siquiera bajo una situación de crisis sanitaria mundial, da tregua. La realidad diseñada introducida diaria e incisivamente ahora cuenta con un nuevo aliado: las redes sociales.

El lavado de cerebros ha tomado un nuevo derrotero, se va consolidando cada vez más de manera imperceptible pero efectiva. La matriz de lavado de cerebros se diversifica y se unifica en el mundo virtual del internet: series televisivas, show mediáticos, y toda la maquinaria de construcción de opinión pública desarrollada hace más de un siglo prosiguen su afán de programar no solamente las mentes; sino, también las conciencias a escala planetaria. Los mismos contenidos, los mismos mensajes, la misma historia, y el desenlace feliz de una realidad inventada e ideal, donde los supuestamente “buenos” siempre ganan y los, casi siempre estigmatizados “malos” son derrotados y demonizados. Por supuesto, los buenos visten ropa de marca, conducen autos modernos y son defensores inclaudicables del sistema impuesto; donde al final, la triunfadora inmortal es la estructura sobre la que se sostiene la verdad de una realidad prefabricada y diseñada, para que cada persona se convierta en un soldado obediente y funcional; dando su vida si fuera necesario para mantener la estructura intacta.

La misma historia contada una y mil veces, esta vez metida hasta en los sueños más íntimos, de manera que se controle incluso lo que sueña lo soñado; ahora, no se trata solamente de ver y de vivir la historia; ahora, las redes sociales permiten, además, reforzar códigos y patrones de una felicidad imaginaria. Un “like” deposita toda la esencia del alienado en la historia ficticia, que se convierte en el ideal de la realidad imaginada y desesperadamente soñada; de manera que, la ficción y las circunstancias del mundo real se entrelazan hasta transformarse, vertiginosamente, en trágicos desenlaces, cómo los asesinatos sucedidos en Estados Unidos y otras partes del mundo; donde los asesinos interpretaban su papel de héroe, eliminando y destruyendo al enemigo internalizado, que usualmente es el que no encajaba en el sistema.

El enjambre de interacciones de las redes sociales posibilita que la conciencia se difumine a través de todos los nodos en las cuales se interactúa, creando una suerte de conciencia colectiva, nodal y virtual; reforzando el sentido de pertenencia de personas que sufren de una soledad desgarradora y deshumanizante. Estamos conectados como nunca antes; pero, también solos y desamparados, como nunca se vio en la historia de la humanidad. Este escenario posibilita un mecanismo efectivo para anular la conciencia crítica. El tener pensamiento divergente es, casi siempre, incompatible con el sentido que identifica grupo; cuya pertenencia, muchas veces, implica en casos extremos una razón de vivir.

No existes si no estás en la red; fuera de ella eres inservible y descartable. Este mensaje se va bombardeando día a día y por todos los medios posibles; no hay escape, sucumbir a la red es inevitable e imprescindible, lo quieras o no.

El mismo sistema alienante que diseñó esta realidad, establece los requisitos y condiciones para jugar al juego. Sucumbir al ensueño y entregarse en un acto mistificado y sublime al reino intemporal y eterno de la red. Ya no existe pasado ni futuro, sólo un presente de satisfacción inmediata, donde el bien y el mal se difuminan en la matriz imperceptible de la opinión construida por los grupos de poder que lo controlan. Un solo click que disemina el nuevo significado del bien; y, por supuesto, a quienes lo presentan. Un solo click para iniciar una guerra y miles de boots para justificarla. Si la matriz habla, el cuerpo obedece.

La fábrica de la realidad se va perfeccionando cada vez más; las redes sociales son cada vez más sofisticadas y se unifican paulatinamente en un todo indistinguible en esencia; ningún espacio vital queda al margen. Los dispositivos tecnológicos, como en el caso de los celulares, se han transformado en una extensión más del cuerpo biológico. Nos hemos transformado en Cyborgs sin darnos cuenta; la presencia fantasmagórica, que aludía Derrida, finalmente se ha materializado en estos dispositivos qué imperceptiblemente se han convertido en vitales. Para muchos, literalmente, su existencia depende de su celular; la puerta de entrada que teletransporta nuestras conciencias a la red; aunque por ahora, temporalmente, principalmente por nuestras limitaciones biológicas; pero, en el futuro podría transferir total y permanentemente nuestra conciencia a la matriz virtual; por supuesto, en ese momento el sistema será tan poderoso qué podría borrarnos para siempre con otro simple click.

El objetivo final es el control y la asimilación total; no basta la obediencia ciega del esclavo, cualquier idea de esclavitud debe suprimirse para siempre. La idea de libertad debe asociarse a la supuesta libertad que ofrece la matriz diseñada por el sistema; supuesta libertad basada en el control absoluto, pero, la estrategia es ir paso a paso. La necesidad hace la función y la función hacia el órgano; la dependencia cada vez más mayor en todas nuestras actividades e interacciones humanas genera inevitablemente un proceso de transformación cibercomunal. Una sola conciencia, una sola voz, un solo destino; el órgano transformado en función.

El control se va intensificando, la evolución del sistema implica tener acceso inmediato y en tiempo real no sólo a la mente del individuo, sino también al cuerpo biológico; la idea de un control ciberbiológico Faucultiano se materializa en los desarrollos tecnológicos de control, cada vez más sofisticados y poderosos.

Las redes sociales transformadas en un arma de cibervigilancia total; nada escapa fuera de la red. En la actualidad viene siendo utilizada esta forma de control y castigo por muchos gobiernos totalitarios y autoritarios, como una manera de someter a la gente a la tiranía del poder; a un terrorismo de estado cibercontrolado, cómo predijo en su momento Huxley. Algunos regímenes, con claros tintes fascistas, utilizan la cibervigilancia para perseguir y violar los derechos humanos fundamentales de las personas. La criminalización del pensamiento y opinión están a la orden del día; existen innumerables casos recientes en el mundo; que, aprovechando la situación del confinamiento impuesto por la crisis sanitaria, ha resultado en la excusa perfecta, para castigar y reprimir cualquier intento de disidencia o pensamiento crítico contra el poder.

Los casos acontecidos en Bolivia, como de los ciudadanos Eduardo Rodriguez o Mauricio Jara son tristemente ejemplificadores de esta suerte de persecución que viene desarrollándose en la actualidad, a través de las redes sociales. Bajo cargos supuestos de sedición y amenazas públicas virtuales, se encarcela a quien se atreva a cuestionar la tiranía del poder. Ser guerrero digital, un nuevo delito a interiorizar en la mente colectiva; no interesa si no existe legalidad y mucho menos si se conculcan los derechos humanos fundamentales; la finalidad es inducir el miedo en la mente colectiva, ante cualquier intento de cuestionamiento. Una vez más se ratifica aquello de que el miedo es el mensaje, si seguimos el pensamiento Mcluhaniano.

La institucionalización del miedo, por parte del estado, no es un concepto novedoso; actualmente muchos estados tienen un ministerio denominado, en algunos casos, como “de gobierno” o del “interior”; encargado, precisamente, de mantener una vigilancia y control permanente, contra cualquier acto o pensamiento que cuestione al poder de turno. Lo novedoso del asunto es que, ahora, se utilizan las redes sociales para perseguir y criminalizar. Este poder en manos operadores sanguinarios e inhumanos, como actualmente se ha mostrado en esta época de confinamiento por emergencia sanitaria en el mundo, refleja el lado más brutal y perverso del ser humano, frente al poder. A la vista de todo el mundo y con una “carta blanca” se persigue, torturara y encarcela a quienes desobedezcan o cuestionen a la llamada «autoridad».

Confinamiento, procesamiento y encarcelamiento preventivo; así sea, por ir a buscar pan en la calle; pero, descarada impunidad para otros, que infringen el confinamiento impuesto, incluso, con el uso de recursos públicos del estado por influencias familiares o relaciones sentimentales de los ministros; sólo cínicas justificaciones por los “gobernantes” a través de las redes sociales; que, con la sumisa y cobarde complicidad de los medios de comunicación “institucionales” moldean la opinión pública, como sucedió recientemente en Bolivia.

El caso boliviano es un ejemplo dolorosamente paradigmático; la persecución por las redes sociales se ha intensificado hasta extremos nunca vistos, penalizando incluso cualquier posible manifestación artística que sea considerada disidente y peligrosa por el poder. Resulta que, ahora, el arte que no encaje con la voluntad del gobernante, será considerado subversivo y en atentado a la “seguridad de la población” especialmente en esta pandemia. Sorprendentemente  se ha dado el marco de legalidad a través de los denominados «supremos decretos». La libertad de la expresión artística convertida en un delito. La muerte de la libertad de la expresión artística en manos del todopoderoso gobernante. El poder ha enloquecido; y, por tanto, es capaz de lo que sea con tal de conservarlo. El miedo se entroniza y el sistema se fortalece.

Otro de los tentáculos del poder; que, este último tiempo se ha visto intensificado por el uso de las redes sociales y las tecnologías de información y comunicación, son los llamados “ministerios de comunicación o de información”. A través del diseño de una matriz mediática; que casi siempre corresponde con intereses de grupos de poder mucho más poderosos, se articulan esquemas comunicacionales en los estados;  influyendo, desinformando, entreteniendo y manipulando la opinión pública de la sociedad. Premisas elaboradas al mejor estilo nazi, cómo las utilizadas por Joseph Goebbels: «hay que hacer creer al pueblo que el hambre, la sed, la escasez y las enfermedades son culpa de nuestros opositores y hacer que nuestros simpatizantes se lo repitan todo el tiempo»; son utilizadas todo el tiempo para el lavado de cerebro social. Todos los planes comunicacionales de los estados en su afán de manipulación mediática y control social, establecen un discurso que debe ser repetido insaciablemente hasta el cansancio; ahora, con mucha más intensidad y penetración a través de las redes sociales; utilizando para ello toda una estructura de fabricación y control de la opinión pública, siempre favorable a los intereses del poder funcional al sistema.

El sistema se autoprotege; no importa los cuestionamientos de instituciones defensoras de los derechos humanos, frente a este ciberacoso y ciberpenalización. Al final los pronunciamientos quedan en saco roto, y como simples antecedentes de interés histórico e incluso literario; que luego se llevarán, por los mercaderes del entretenimiento, a una producción hollywoodense o a una serie de Netflix. Consumo banal y superficial de la conciencia colectiva; que observará a estos acontecimientos cómo un show más de entretenimiento y diversión. Nuevamente ficción y realidad fusionadas en un acto escénico donde la reacción esperada es un simple like y que todo continúe después como si nada hubiese pasado.

El sistema también se perfecciona; con una extraordinaria capacidad de planificación a futuro se vaticina que no serán suficientes las actuales redes sociales, para el objetivo del control total. Aún hay espacios fuera de control y que se les escapan de las manos; como es el caso del dinero, en tanto valor objetivado de supervivencia. Mientras en el mundo el dinero, o la moneda física, es el motor que mueve al sistema, aún hay posibilidad de escapatoria aunque mínima. El dinero físico, hasta cierto punto, es anónimo y puede darle a su poseedor una posibilidad de escape fuera de los mecanismos de control actuales; pero el sistema ya se dio cuenta, y ahora se van desarrollando nuevos mecanismos virtuales que se integrarán cómo métodos de control definitivo acoplados a las redes sociales ya conocidas. Es el caso de la virtualización de las monedas; China va introduciendo poco a poco la moneda virtual denominada Renminbi o e-RMB bajo control estatal; en un futuro cercano se prevé que dejarán de existir las monedas físicas; y, en toda transacción económica será obligatorio el uso de estas monedas virtuales; Por supuesto, los medios de fabricación de opinión pública mundial inundan de información acerca de las ventajas económicas que tendrá la implementación de la virtualización de las monedas, pero detrás de esta parafernalia se encuentra la gestación de una maquinaria de control tenebrosa nunca antes vista. En el momento de la plenitud de su implementación, nada ni nadie podrá escapárseles de las manos; nuevamente bastará un solo click para retener o incluso revertir el dinero de una persona. Lo virtual será lo real y en un mundo cada vez más virtualizado será imposible sobrevivir fuera de esta realidad. Cualquier crítica o acción contestataria contra los grupos de poder, que mantienen el sistema funcional, será eliminado automáticamente de la maquinaria económica virtual; una forma de castigar y estrangular sin ensuciarse las manos. Otros países y sociedades siguen por este camino; pues, independientemente de los anuncios de la gestación de un nuevo orden mundial, el sistema se mantendrá inalterable, sólo cambiará de manos hacia otros grupos de poder que lo vigorizaran. Idéntica tiranía del poder, nuevos opresores, mismo sistema, pero cada vez más todopoderoso.

Pero el sistema no sólo pide obediencia ciega, exige fe. Quiere transformarse en el dios de su creación. El vínculo perfecto y profundo, de contacto de la conciencia colectiva con la mente de dios; mente, cuya esencia se produce en las redes sociales. Y al igual que cualquier dios, su poder no funciona sin miedo. Un miedo interiorizado por el poder hasta transformarse en religión. Quieres acercarte al dios de tus creencias, inclúyete al grupo de la red social de tu fe. Con un solo click te conectarás con dios; elije tu emoticón para expresar tus emociones a los miembros de tu iglesia; y si quieres rezar, no hay problema, puedes rezar también online.

La red omnipresente, controladas por el poder, se adueña cada vez más de las actividades de interacción y contacto humana. Lo sorprendente es la rapidez con que estos hábitos se convierten en costumbres; a tal extremo que, poco a poco, son las formas preferidas para comunicarse, aunque las personas convivan en el mismo tiempo y lugar.

Rápida e imperceptiblemente el contacto físico humano va siendo desplazado por la “presencia ausente”; desconociendo incluso, en algunos casos, si el interlocutor realmente existe o es un simple robot digital qué fue diseñado con fines comerciales, para mentir y crear la ilusión de estar en contacto con un ser humano de carne y hueso. El sistema no sólo te controla comercialmente, ahora quiere todo tu tiempo que permita tu existencia. Vivirte en tiempo real y hacerte creer que eres tú quién vive y experimenta. Tu vida ya no es tuya, sólo la ilusión programada de una realidad que fue diseñada para que creas y te entregues totalmente en ella.

Pero lo que menos se necesita en este momento decisivo es resignarse. Ahora más que nunca se hace necesaria la reivindicación del espíritu crítico; de una mente cuestionadora, de una conciencia rebelde y reveladora. No puede haber una mejor oportunidad, que el utilizar las mismas herramientas de dominación para la liberación. El sistema es poderoso, pero la resistencia debe plantearse desde dentro. Sería absurdo pretender sustraerse y esconderse; es fundamental abrir los ojos y tomar conciencia de nuestra vulnerable posición en este momento histórico, en el que la alienación del sistema embate desenfrenadamente contra cualquier intento de pensar que otra realidad es posible. La liberación comienza tomando conciencia de nuestra situación, y seguidamente la acción será construir el pensamiento emancipador; siempre críticos, siempre atentos ante cualquier arremetida que pretenda doblegar y asimilar nuestra conciencia y voluntad en la matriz homogeneizadora, diseñada por el sistema y administrada por el poder. Transformar nuestras cadenas en un acto liberador; usar las redes sociales para la legítima rebelión, siempre en la búsqueda de la libertad del ser humano.

La lucha por la libertad es el acto definitivo de amor, que nos transforma en seres humanos en plenitud. Lo manifestado por Deleuze, adquiere hoy en día un mayor sentido, al plantearnos que «solo el acto de la resistencia resiste a la muerte». Lucha y resistencia fusionadas en un acto de amor liberador y esperanzador, tal como nos invita Fito Páez en su canto: «¿Quién dijo que todo está perdido? Yo vengo a ofrecer mi corazón»

nulfoyala@gmail.com

 

EL ARTE TRANSFORMADOR Y LA EMANCIPACIÓN DEL SER HUMANO

Foto: NulfoYala(2020)

El arte, por esencia, está llamado a la transformación. El mundo expresado a través de la creatividad y la imaginación del artista es, desde ya, una acción revolucionaria contra los convencionalismos que impone la denominada “realidad” del mundo objetivo.

Toda manifestación artística tiene como uno de sus fines el manifestar la expresión vital del espíritu humano desde múltiples perspectivas. De manera que, en cada una de esas manifestaciones se exprese la trascendencia e intemporalidad de la vivencia humana desde los confines de la imaginación hasta la transformación de la realidad a partir de la visión y los sueños del artista. Y es, precisamente, esta capacidad de transformación de la realidad a través del arte, que se abordará en la presente reflexión.

El arte, por esencia, está llamado a la transformación. El mundo expresado a través de la creatividad y la imaginación del artista es, desde ya, una acción revolucionaria contra los convencionalismos que impone la denominada “realidad” del mundo objetivo, con el que se bombardea al ser humano desde su cuna social, en la familia, hasta su empoderamiento a través de la institucionalidad que lo moldea, lo define y lo forma, para que no pueda dudar ni por un momento que esta “realidad” es inevitable y por tanto es a la que está condenado hasta su muerte.

En el proceso de su creación, el artista se apropia del mundo y lo transforma desde su sensibilidad y pensamiento. Resultando en un nuevo mundo con sus matices y sus propias leyes, mostrando que otros mundos son posibles, que la tragedia de la “realidad” no es inevitable.

El artista revolucionario intenta escapar de estos moldes. Y en el proceso deconstruye, hasta destruir en algunos casos, esta visión impuesta de la cotidianeidad de la realidad. En el proceso de su creación, el artista se apropia del mundo y lo transforma desde su sensibilidad y pensamiento. Resultando en un nuevo mundo con sus matices y sus propias leyes, mostrando que otros mundos son posibles, que la tragedia de la “realidad” no es inevitable. La sola acción de anunciar y denunciar las injusticias y los desmanes que sufre la humanidad, en su arte, es de por sí un acto transformador y por tanto revolucionario; pues asume su rol de formador y transformador de la conciencia social, mostrando una luz y esperanza al final del túnel: Letras, pintura, escultura y todas las artes que trabajan y transforman el espíritu humano.

Pero para que el arte viva, no solo se necesita el compromiso transformador del artista, también se necesita la valentía para encarar esta tarea. Valor para que surja, nazca y florezca la expresión de las más hermosas pero feroces fibras de su ser, que buscan abrirse espacio en la marea de la brutal “realidad” que enajena y esclaviza al ser humano en sus afanes delirantes de riqueza y poder.

Pero para que el arte viva, no solo se necesita el compromiso transformador del artista, también se necesita la valentía para encarar esta tarea. Valor para que surja, nazca y florezca la expresión de las más hermosas pero feroces fibras de su ser.

Y esta tarea no siempre es fácil. El artista como todo ser humano también come y tiene necesidades materiales. Necesidades que el poder de la “realidad” maneja a su voluntad. No es secreto que algunos artistas a lo largo de la historia hicieron arte por pedido y a voluntad del mecenas o el empresario que no siempre tenía el interés en lo artístico, sino más bien en lo fiduciario.

Un arte asimilado, convertido en una triste mercancía, cuyo precio no depende más que de la popularidad mediática construida por la opinión de “expertos”, que la mayoría de las veces son conglomerados comerciales dependientes del mismo mecenas que hace negocio o política con ellas.

La grotesca diversión ha comprado el arte y al artista. Es lo que vende y el rating, ahora, es lo único que importa.

Un arte vacío, donde todo es arte y por tanto nada lo es, tal como lo manifestó el artista plástico español, Jon Illescas. Un arte vendido al mejor postor que no lo compra por su valor artístico, sino por la cotización comercial en la casa de subastas, reducido en casos extremos a un burdo reality, al estilo de series televisivas de cable como “el precio de la historia” donde la historia es lo de menos y lo importante es el morbo con el que se trata de dar contenido al fetiche de la mercancía: no importa si es la bacinica que usó Van Gogh o si sus calzoncillos fueron falsificados, el fetiche se ha transformado en el show. La grotesca diversión ha comprado el arte y al artista. Es lo que vende y el rating, ahora, es lo único que importa.

La humanidad no puede ser humanidad sin el arte. Pero el arte, por principio, debe estar al servicio de la humanidad para ser coherentes con este propósito. Lamentablemente el interés económico no siempre es compatible con la vocación de humanidad. Y tristemente tenemos las memorias de los mártires del arte que pasaron hambre y miserias por seguir su vocación artística hasta morir en situaciones de la más absoluta pobreza y soledad para que años después, su vida y sus obras se conviertan en mercancía de culto o como activo fiduciario para revenderse en cifras exorbitantes de dinero cuando la demanda sea favorable en el mercado. Es el caso del pintor Amadeo Modigliani, su cuadro “Nu Couché” se subastó por 170,4 millones de dólares el 9 de noviembre del 2015 en una casa de subastas de Nueva York. El pintor murió el 24 de marzo de 1920 a la edad de 35 años en la extrema pobreza y su mujer Jeanne Hébuterne se suicidó posteriormente con ocho meses de embarazo, viéndose sola y casi en la indigencia.

La humanidad no puede ser humanidad sin el arte. Pero el arte, por principio, debe estar al servicio de la humanidad para ser coherentes con este propósito. Lamentablemente el interés económico no siempre es compatible con la vocación de humanidad.

El arte es un acto de rebelión que humaniza al ser humano. La belleza, el dolor, la pasión y todos los sentimientos de redención humana volcadas del mundo interior del artista al exterior, en su obra. Una parte de la humanidad es redimida con cada obra de arte alcanzada a la plenitud de su realización. Pero esta rebelión adquiere un sentido liberador cuando se impregna de ideales de lucha y reivindicación de causas sociales, cuando el arte con toda su intensidad transformadora muestra las injusticias y la desgarradora “realidad” a la que están condenados muchos seres humanos del inframundo, que no tienen voz y que son invisibles en la maquinaria publicitaria de los grupos de poder y de sus sistemas políticos y económicos.

El arte es un acto de rebelión que humaniza al ser humano. La belleza, el dolor, la pasión y todos los sentimientos de redención humana volcadas del mundo interior del artista al exterior, en su obra.

La libertad y el compromiso liberador es arte en acción. Cada artista que nace y florece, enaltece el espíritu humano. Desde la calle, el barrio y ahora también desde las redes sociales, los blogs, etc., la expresión del arte debe diseminarse por todos los medios posibles para llegar a todos los rincones del mundo, cual agua vital que fluye libre, horadando las piedras a su paso, así sea necesario.

La libertad y el compromiso liberador es arte en acción. Cada artista que nace y florece, enaltece el espíritu humano. Desde la calle, el barrio y ahora también desde las redes sociales, los blogs, etc., la expresión del arte debe diseminarse por todos los medios posibles para llegar a todos los rincones del mundo

El compromiso con el arte debe ser de todos, no solamente dándole el valor, reconocimiento, retribución justa y el lugar que merecen los artistas por las horas de trabajo dedicadas al arte, que visto así, resulta ser esencial para la humanidad tanto o más importante como las demás profesiones; sino también, el compromiso con la formación del espíritu creador de las generaciones presentes y futuras, un espíritu emancipador y por tanto impregnado de la rebeldía generadora de “realidades”, creadas a través del arte, a través de las cuales la existencia humana pueda justificar su humanidad y la búsqueda emancipadora del ser humano en el tiempo.

nulfoyala@gmail.com

LOS NACIONALISMOS EN TIEMPOS DE PANDEMIA: LA RECONFIGURACIÓN DEL IMPERIO DE LA IDENTIDAD NACIONAL EN ÉPOCAS VIRALES DEL COVID19

Ilustración: Nulfo Yala (2020)

El efecto de la pandemia reconfigura el mundo a medida que se queda y avanza. Ni el mundo ni nosotros que formamos parte de él seremos los mismos después.

La lucha por la libertad será un “porqué” que seguirá vigente hasta el último día que el ser humano siga en esta tierra y que inventará nuevos “cómos” para que la reivindicación de la libertad como derecho y obligación sea el propósito fundamental de la humanidad.

Para nadie es extraño que hoy se hable de un mundo que entra peligrosamente en un periodo de recesión económica, tal como lo vaticinan distintos académicos en el mundo como el profesor Jeffrey Frankel de la Universidad de Harvard, quien además hace énfasis en lo “dramático” de la situación.

La pandemia del COVID 19, ha puesto el mundo de cabeza una vez más. Pero esta vez en una crisis sin precedente en un mundo interconectado e interdependiente a través de las redes sociales, cuyo efecto informativo y desinformativo se intensifica de manera caótica e impredecible en las decisiones de los ciudadanos de la comunidad global de la que forman parte, hasta ahora.

El efecto de la pandemia reconfigura el mundo a medida que se queda y avanza. Ni el mundo ni nosotros que formamos parte de él seremos los mismos después.

Esta reconfiguración, como tendencia mundial, hasta donde se observa, acentúa el viraje planteado por Trump, hacia el resurgimiento de los nacionalismos y no solo como modelo directriz de la economía, sino también tomando el concepto de nacionalismo propuesto por Greenfeld referido a la construcción de los individuos a partir de la identidad nacional de sus países. El discurso de “América Primero” y el “Made in América” resuena ahora con mayor intensidad.

Y detrás de lo económico por supuesto llegan inevitablemente los discursos de la construcción de la “identidad nacional” que deriva en un patrioterismo peligroso, letal y muchas las veces incluso religioso, hasta llegar a consignas recalcitrantemente ultranacionalistas y militaristas al estilo de “primero la patria, luego la patria y siempre la patria” o “dios, patria y hogar” que se escucharon en acontecimientos recientes, previo al derrocamiento del gobierno, en el caso de Bolivia.

El efecto de la visión nacionalista de Trump, rápidamente se contagió en el mundo, en algunos países más que en otros. Debilitando poco a poco la estructura de un mundo globalizado e interdependiente. Algunas potencias que apostaron su desarrollo en este modelo globalizado, por supuesto tomaron una posición de defensa y asumieron el liderazgo frente a esta visión desglobalizadora, como es el caso de China.

El ideal de un mundo sin fronteras, sin banderas, sin muros, se vino abajo. Aunque, en realidad, este ideal nunca llegó a concretizarse ni siquiera en los momentos del mayor apogeo global. Se vislumbraba una débil esperanza de un mundo donde se valore y respete al ser humano como tal, independientemente de su nacionalidad o país de procedencia. Pero al final fue un sueño corto y efímero.

El efecto de la visión nacionalista de Trump, rápidamente se contagió en el mundo, en algunos países más que en otros. Debilitando poco a poco la estructura de un mundo globalizado e interdependiente.

Frente a este panorama fue China quien asumió el liderazgo en pro de un mundo globalizado, pero sin perder su profundo y arraigado nacionalismo, esta vez desde el partido comunista, que se constituyó en un modelo sui-géneris, globalizando un sistema de producción que a pasos agigantados hegemonizó y aún hegemoniza la economía del mundo desde su visión más consumista y capitalista.

En cualquier caso, esta pandemia está consolidando el poder del ejercicio del estado-nación, construido sobre una ideología nacionalista de una identidad basada en lo “nuestro” versus el “otro” o el “extraño”. En estos momentos el otro es el enfermo o el que está sospechosamente en riesgo de estarlo. Sorprendentemente se observa como algunos países niegan el ingreso a sus mismos ciudadanos, negándoles el derecho a su ciudadanía, por el miedo al contagio.  Un miedo político del que detenta el poder. Si el problema se les escapa de las manos tendrá costos políticos y eso a muchos de los gobernantes les causa realmente pánico, más que la enfermedad en sí misma. Y por lo mismo cambiarán de idea inmediatamente exista la presión política. Para el poder de turno el prestigio, la popularidad y el “rating” lo es todo y más aún en épocas de elecciones.

Esta pandemia está consolidando el poder del ejercicio del estado-nación, construido sobre una ideología nacionalista de una identidad basada en lo “nuestro” versus el “otro” o el “extraño”.

Las acciones que se generan para controlar la pandemia, tienen también una fuerte retórica de control político y ejercicio del poder. Más allá de la necesidad de algunas acciones, como por ejemplo, el tomar los recaudos para evitar el contagio, se enmascara un sofisticado mecanismo de control y ejercicio de autoridad sobre los gobernados. Se evidencia en el uso de la fuerza por parte de los cuerpos policiales y militares, justificando el ejercicio de su poder sobre los otros, en nombre del bien común. Golpeando, flagelando, privando de la libertad, sometiendo al gobernado a multas, arrestos, procesos y demás acciones de sometimiento. La mecánica del poder planteada por Foucault, resurge una vez más con fuerza descomunal en estos momentos, para que el poder se reafirme y desarticule cualquier intento del “cuerpo” (considerado por Foucault como espacio biopsicosocial donde se ejerce el poder) que cuestione la autoridad; pues en estos momentos toda acción es vista como necesaria e incluso aplaudida por algunos sometidos. La reivindicación social de las fuerzas del poder que luchan al lado de médicos, “contra el mal por el bien de todos”; reivindicación que quedará en la memoria luego que pase la tormenta. Si bien se quedará el recuerdo,  el aparato de coerción sobre el “cuerpo” continuará, esta vez de acuerdo a las nuevas exigencias del poder de acuerdo a las políticas que se diseñen para cuidar y proteger a los gobernados de cualquier pensamiento y acción considerada subversiva, especialmente si se pide libertad y democracia.

Las acciones que se generan para controlar la pandemia, tienen también una fuerte retórica de control político y ejercicio del poder. Más allá de la necesidad de algunas acciones, como por ejemplo, el tomar los recaudos para evitar el contagio, se enmascara un sofisticado mecanismo de control y ejercicio de autoridad sobre los gobernados.

El ejercicio del poder, en situaciones de pandemia, exige un control disciplinario total. Autoridades políticas y gestores del poder, a través de sus dependencias, se encargan permanentemente de dirigir las acciones para disciplinar a los “elementos subversivos” que intentan salirse del control. “Meteré a la cárcel a todo el que no cumpla”, “quien cuestione la autoridad será capturado y encarcelado” son algunas amenazas que vierten algunas autoridades o gestores del poder de turno. No solo su incapacidad para manejar situaciones de crisis como ésta sale a relucir, sino también la personalidad autoritaria que disfruta del poder: doblegando, humillando y dominando por mandato del poder. Y todo hábilmente justificado bajo la construcción de un discurso sofisticado, cargado de nacionalismo, de patria, de bien común. Un discurso protector pero que castiga, de un llamado al bien común, pero cargado de política y de represión policial y militar.

El ejercicio del poder, en situaciones de pandemia, exige un control disciplinario total.

Esta maquinaria del poder, ha traspasado el espacio físico y el tiempo sobre el que tradicionalmente se sometía al individuo, que Foucault denominó la “microfísica del poder”. Ahora el terreno de dominación ha pasado al terreno virtual y especialmente en las redes sociales. El ciberautoritarismo al que hace referencia el filósofo Paul Preciado se ha concretizado en acciones de persecución y criminalización de la libertad de expresión en las redes sociales. El caso boliviano es uno de los más representativos. A partir del anuncio de “ciberpratullajes” y persecuciones judiciales a los que usen las redes sociales en contra lo dispuesto por la “autoridad” han seguido acciones que han culminado con arrestos e inicios de sumarios y acusaciones. El control represivo y criminalizado de las redes sociales llega no solamente para someter al individuo desde su espacio biopsicosocial, esta vez también lo somete en el espacio virtual de la red. El cibernauta, de pronto, se ha transformado en cibervigilado y ciberperseguido; y todo lo que diga o no diga podrá usarse en su contra en el mundo “real” en cuanto amenace la autoridad o el discurso político impuesto por el poder.

El cibernauta, de pronto, se ha transformado en cibervigilado y ciberperseguido

La telenación o telerepública toma su forma y se configura de manera rápida e impredecible, pero inevitable para el uso del poder y el ejercicio disciplinario para castigar ser humano. Quien se atreva directa o indirecta a atentar contra el orden establecido o el discurso del poder dominante, está sujeto a una persecución online en tiempo real. Ya ni siquiera se necesitan los chips sofisticados debajo de la piel para rastreo, como lo escenificaban algunas películas de ciencia ficción. Los celulares y sus aplicaciones han ocupado ese lugar y de una manera mucho más radical y universalizada. Ahora, todo el que tiene un celular debería saber que puede ser rastreado satelitalmente a lo largo y ancho del planeta, sin posibilidad de escapatoria. El registro del último acceso, el contacto del amigo de tu amigo, el reconocimiento facial en una calle, el último mensaje o incluso hasta una foto satelital de una calle puede delatar la presencia y activar inmediatamente los protocolos de persecución.

La telenación o telerepública toma su forma y se configura de manera rápida e impredecible, pero inevitable para el uso del poder y el ejercicio disciplinario para castigar ser humano.

Con la pandemia la definición de identidad y sentido de pertenencia se ha modificado. El concepto de nacionalidad y territorialidad, entendida como la identificación del “ser” social en territorio y tiempo y cultura, utilizado como medio de cohesión y base del nacionalismo, se ha ido reduciendo, de manera que la inmunidad – comunidad, como lo planteaba el filósofo Roberto Espósito, se circunscribe en un espacio tan reducido como el que cabe en la unidad habitacional de los aislados en cuarentena. El otro, el peligroso y potencial contagio del virus, debe estar distante y lejano como si no existiera, su presencia solo podrá ser percibida a través de los dispositivos tecnológicos, una presencia fantasmagórica, como diría Derrida, impregnada de la realidad de lo que alguna vez tocamos, abrazamos o besamos, pero que ahora ya pertenecen al dominio de lo externo. Este miedo a la muerte no es otra cosa que la manifestación de la pérdida del control de las cosas que nos poseen pero creemos poseer y es a través de esas cosas que los dispositivos de control se activan intensificando el miedo. Si no quieres perderlo todo sométete y obedece, responde el poder disciplinario y dominador.

Si no quieres perderlo todo sométete y obedece, responde el poder disciplinario y dominador.

Esta traumática pero aleccionadora experiencia de confinamiento viene estableciendo además los límites de lo humano respecto del otro, del diferente, del que está ahí, pero que es sospechosamente culpable de un posible contagio. El otro ya no es solamente el extranjero es el propio vecino o conciudadano que está fuera del territorio y que no merece volver porque está infectado. Y también aquel que está en el territorio, pero que debe ser confinado, privado de su libertad porque está marcado por la enfermedad. Ya no es la lejanía ni la cercanía territorial y mucho menos la nacionalidad la que excluye y clasifica, ahora es el miedo que impregna todo a su alrededor. Un miedo que es utilizado por los gestores del poder para terminar de imponer su voluntad y su retórica política. Así el otro se vaya muriendo de hambre por el aislamiento, será perseguido y confinado, castigado y disciplinado; no importan las circunstancias ni la situación, el régimen de poder no perdona la peor subversión de todas: el grito de rebeldía de la pobreza que se revela por el hambre.

Pero el virus no tiene fronteras, no sabe de nacionalidades ni de nacionalismos. El mundo una vez más ha quedado en zozobra intentando justificar lo injustificable, como si dependiera de la nacionalidad y los nacionalismos la intensidad del ataque de la enfermedad. Cuando en realidad depende más que nunca de una colaboración mundial, de gestión de salud pública internacional, equipamiento y recursos económicos suficientes y distribuidos coordinadamente en todos los países del mundo, de estrategias de salud preventivas, de reorganización institucional mundial para atención y tantas otras acciones que son necesarias e imprescindibles. Esta pandemia al igual que otras que pusieron al mundo de rodillas, demuestra nuevamente que las banderas, los nacionalismos y por tanto las identidades nacionalistas, regionalistas y localistas (en su versión extrema) no sirven de nada cuando se trata de luchar juntos como humanidad que vive en el mismo planeta. Que en estos momentos la coerción del poder disciplinador y normalizador que solo busca el control y la docilidad del ser humano, no sirve de mucho. Ni el castigo ejemplarizador es una estrategia de lucha contra la pandemia, ni el terrorismo de estado es la solución para una enfermedad común que afecta a todos los “estantes y habitantes” (como les gusta llamar a algunos administradores del poder) humanos del planeta tierra.

El régimen de poder no perdona la peor subversión de todas: el grito de rebeldía de la pobreza que se revela por el hambre.

Y esto incluye a aquellos países imperiales que utilizan su poder para someter a otros a su voluntad. El garrote o la zanahoria, que se ha transformado en el chantaje descarado, aún más inmoral en estos tiempos de pandemia, del “si te sometes a nuestra voluntad dejaremos de estrangularte” que es una manera de decir “doblégate o muere”. Todo en nombre de supuestos ideales democráticos y humanitarios que el poder imperial ha construido y ha diseñado para imponer su voluntad en el mundo a través de los organismos internacionales que han sido creados para sus intereses o que se han sometido en el camino para legitimizar la voluntad del poder hegemónico imperial. Acompañado siempre de un poderoso sistema comunicacional a nivel planetario cuya matriz mediática es financiada y controlada por sus aparatos de difusión y creación de opinión pública mundial. Al final sigue resonando el discurso de “quien no está con nosotros, está en contra nuestra” o “la existencia del régimen enemigo amenaza nuestros intereses” que tristemente precede al uso de la fuerza bruta de las intervenciones militares. Luego de la destrucción, en medio de parafernalias anuncian posteriormente el cumplimiento de su misión “trayendo democracia y libertad a los oprimidos”. Dejando sembrado el caos, la destrucción, la muerte, el dolor y sufrimiento del “pueblo liberado” que persiste indefinidamente. Ahora el mensaje del poder dominante imperial es claro y contundente para sus enemigos: “Si quieres sobrevivir a la pandemia sométete a nuestra voluntad y te liberaremos del virus”, por supuesto el virus no es el COVID19.

Ahora el mensaje del poder dominante imperial es claro y contundente para sus enemigos: “Si quieres sobrevivir a la pandemia sométete a nuestra voluntad y te liberaremos del virus”, por supuesto el virus no es el COVID19.

Una vez más se hace necesario el reconocimiento de que el mundo es interdependiente. Y lo que afecta a unos terminará afectado a todos en algún momento. Que las luchas de hegemonía de las potencias para imponer su voluntad y someter a otros, al final es un camino perverso de un poder destructivo que terminará corrompiendo y destruyendo tarde o temprano también a los que lo ejercen y por efecto directo a sus partidarios. Que la maquinaria de sometimiento disciplinario y de normalización, alineado directa o indirectamente en el juego perverso del poder, tarde o temprano se aniquilará en una lucha con los poderes emergentes de turno que a su vez serán reemplazados por otros que converjan en intereses creados para someter nuevamente a sus gobernados y excluir y destruir a todo aquello que se le oponga. La historia del poder lo demuestra. Ciclo a ciclo, destrucción tras destrucción, aniquilación por aniquilación, el poder de turno se fortalece, se legitimiza y luego perece en manos de otro más fuerte y perverso. Al final solo cambia de manos pero nunca de fines.

El poder de turno se fortalece, se legitimiza y luego perece en manos de otro más fuerte y perverso. Al final solo cambia de manos pero nunca de fines.

De esta forma la lucha inclaudicable por la libertad sigue siendo la premisa fundamental de la emancipación del ser humano para lograr una convivencia justa y equitativa, la realización vital del “ethos” Foucaultiano. Una lucha utópica y que tal vez nunca pueda realizarse plenamente, pues los países y las nacionalidades y la perversión de los nacionalismos generados a partir de estas doctrinas excluyentes y destructivas, no dejarán de existir en mucho tiempo. Pero la lucha continuará en la misma medida, cada generación, cada experiencia pasada, cada presente normalizado y de crisis como ésta, cada momento histórico futuro, siempre tendrá al menos un ser humano que lucha por la libertad plena, que recoja la antorcha y la lleve hasta la siguiente posta, no importa el país en el que se nazca y se desarrolle, no importa la causa de lucha liberadora en su espacio-tiempo-histórico desde su nacionalidad.

La lucha por la libertad será un “porqué” que seguirá vigente hasta el último día que el ser humano siga en esta tierra y que inventará nuevos “cómos” para que la reivindicación de la libertad como derecho y obligación sea el propósito fundamental de la humanidad.

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