OPRESIÓN, ENTRETENIMIENTO Y ALIENACIÓN A TRAVÉS DE LAS REDES SOCIALES. EL USO DE LA VIRTUALIDAD POR EL PODER

Foto: NulfoYala (2020)

La industria del entretenimiento no se detiene. Ni siquiera bajo una situación de crisis sanitaria mundial, da tregua. La realidad diseñada introducida diaria e incisivamente ahora cuenta con un nuevo aliado: las redes sociales.

El lavado de cerebros ha tomado un nuevo derrotero, se va consolidando cada vez más de manera imperceptible pero efectiva. La matriz de lavado de cerebros se diversifica y se unifica en el mundo virtual del internet: series televisivas, show mediáticos, y toda la maquinaria de construcción de opinión pública desarrollada hace más de un siglo prosiguen su afán de programar no solamente las mentes; sino, también las conciencias a escala planetaria. Los mismos contenidos, los mismos mensajes, la misma historia, y el desenlace feliz de una realidad inventada e ideal, donde los supuestamente “buenos” siempre ganan y los, casi siempre estigmatizados “malos” son derrotados y demonizados. Por supuesto, los buenos visten ropa de marca, conducen autos modernos y son defensores inclaudicables del sistema impuesto; donde al final, la triunfadora inmortal es la estructura sobre la que se sostiene la verdad de una realidad prefabricada y diseñada, para que cada persona se convierta en un soldado obediente y funcional; dando su vida si fuera necesario para mantener la estructura intacta.

La misma historia contada una y mil veces, esta vez metida hasta en los sueños más íntimos, de manera que se controle incluso lo que sueña lo soñado; ahora, no se trata solamente de ver y de vivir la historia; ahora, las redes sociales permiten, además, reforzar códigos y patrones de una felicidad imaginaria. Un “like” deposita toda la esencia del alienado en la historia ficticia, que se convierte en el ideal de la realidad imaginada y desesperadamente soñada; de manera que, la ficción y las circunstancias del mundo real se entrelazan hasta transformarse, vertiginosamente, en trágicos desenlaces, cómo los asesinatos sucedidos en Estados Unidos y otras partes del mundo; donde los asesinos interpretaban su papel de héroe, eliminando y destruyendo al enemigo internalizado, que usualmente es el que no encajaba en el sistema.

El enjambre de interacciones de las redes sociales posibilita que la conciencia se difumine a través de todos los nodos en las cuales se interactúa, creando una suerte de conciencia colectiva, nodal y virtual; reforzando el sentido de pertenencia de personas que sufren de una soledad desgarradora y deshumanizante. Estamos conectados como nunca antes; pero, también solos y desamparados, como nunca se vio en la historia de la humanidad. Este escenario posibilita un mecanismo efectivo para anular la conciencia crítica. El tener pensamiento divergente es, casi siempre, incompatible con el sentido que identifica grupo; cuya pertenencia, muchas veces, implica en casos extremos una razón de vivir.

No existes si no estás en la red; fuera de ella eres inservible y descartable. Este mensaje se va bombardeando día a día y por todos los medios posibles; no hay escape, sucumbir a la red es inevitable e imprescindible, lo quieras o no.

El mismo sistema alienante que diseñó esta realidad, establece los requisitos y condiciones para jugar al juego. Sucumbir al ensueño y entregarse en un acto mistificado y sublime al reino intemporal y eterno de la red. Ya no existe pasado ni futuro, sólo un presente de satisfacción inmediata, donde el bien y el mal se difuminan en la matriz imperceptible de la opinión construida por los grupos de poder que lo controlan. Un solo click que disemina el nuevo significado del bien; y, por supuesto, a quienes lo presentan. Un solo click para iniciar una guerra y miles de boots para justificarla. Si la matriz habla, el cuerpo obedece.

La fábrica de la realidad se va perfeccionando cada vez más; las redes sociales son cada vez más sofisticadas y se unifican paulatinamente en un todo indistinguible en esencia; ningún espacio vital queda al margen. Los dispositivos tecnológicos, como en el caso de los celulares, se han transformado en una extensión más del cuerpo biológico. Nos hemos transformado en Cyborgs sin darnos cuenta; la presencia fantasmagórica, que aludía Derrida, finalmente se ha materializado en estos dispositivos qué imperceptiblemente se han convertido en vitales. Para muchos, literalmente, su existencia depende de su celular; la puerta de entrada que teletransporta nuestras conciencias a la red; aunque por ahora, temporalmente, principalmente por nuestras limitaciones biológicas; pero, en el futuro podría transferir total y permanentemente nuestra conciencia a la matriz virtual; por supuesto, en ese momento el sistema será tan poderoso qué podría borrarnos para siempre con otro simple click.

El objetivo final es el control y la asimilación total; no basta la obediencia ciega del esclavo, cualquier idea de esclavitud debe suprimirse para siempre. La idea de libertad debe asociarse a la supuesta libertad que ofrece la matriz diseñada por el sistema; supuesta libertad basada en el control absoluto, pero, la estrategia es ir paso a paso. La necesidad hace la función y la función hacia el órgano; la dependencia cada vez más mayor en todas nuestras actividades e interacciones humanas genera inevitablemente un proceso de transformación cibercomunal. Una sola conciencia, una sola voz, un solo destino; el órgano transformado en función.

El control se va intensificando, la evolución del sistema implica tener acceso inmediato y en tiempo real no sólo a la mente del individuo, sino también al cuerpo biológico; la idea de un control ciberbiológico Faucultiano se materializa en los desarrollos tecnológicos de control, cada vez más sofisticados y poderosos.

Las redes sociales transformadas en un arma de cibervigilancia total; nada escapa fuera de la red. En la actualidad viene siendo utilizada esta forma de control y castigo por muchos gobiernos totalitarios y autoritarios, como una manera de someter a la gente a la tiranía del poder; a un terrorismo de estado cibercontrolado, cómo predijo en su momento Huxley. Algunos regímenes, con claros tintes fascistas, utilizan la cibervigilancia para perseguir y violar los derechos humanos fundamentales de las personas. La criminalización del pensamiento y opinión están a la orden del día; existen innumerables casos recientes en el mundo; que, aprovechando la situación del confinamiento impuesto por la crisis sanitaria, ha resultado en la excusa perfecta, para castigar y reprimir cualquier intento de disidencia o pensamiento crítico contra el poder.

Los casos acontecidos en Bolivia, como de los ciudadanos Eduardo Rodriguez o Mauricio Jara son tristemente ejemplificadores de esta suerte de persecución que viene desarrollándose en la actualidad, a través de las redes sociales. Bajo cargos supuestos de sedición y amenazas públicas virtuales, se encarcela a quien se atreva a cuestionar la tiranía del poder. Ser guerrero digital, un nuevo delito a interiorizar en la mente colectiva; no interesa si no existe legalidad y mucho menos si se conculcan los derechos humanos fundamentales; la finalidad es inducir el miedo en la mente colectiva, ante cualquier intento de cuestionamiento. Una vez más se ratifica aquello de que el miedo es el mensaje, si seguimos el pensamiento Mcluhaniano.

La institucionalización del miedo, por parte del estado, no es un concepto novedoso; actualmente muchos estados tienen un ministerio denominado, en algunos casos, como “de gobierno” o del “interior”; encargado, precisamente, de mantener una vigilancia y control permanente, contra cualquier acto o pensamiento que cuestione al poder de turno. Lo novedoso del asunto es que, ahora, se utilizan las redes sociales para perseguir y criminalizar. Este poder en manos operadores sanguinarios e inhumanos, como actualmente se ha mostrado en esta época de confinamiento por emergencia sanitaria en el mundo, refleja el lado más brutal y perverso del ser humano, frente al poder. A la vista de todo el mundo y con una “carta blanca” se persigue, torturara y encarcela a quienes desobedezcan o cuestionen a la llamada «autoridad».

Confinamiento, procesamiento y encarcelamiento preventivo; así sea, por ir a buscar pan en la calle; pero, descarada impunidad para otros, que infringen el confinamiento impuesto, incluso, con el uso de recursos públicos del estado por influencias familiares o relaciones sentimentales de los ministros; sólo cínicas justificaciones por los “gobernantes” a través de las redes sociales; que, con la sumisa y cobarde complicidad de los medios de comunicación “institucionales” moldean la opinión pública, como sucedió recientemente en Bolivia.

El caso boliviano es un ejemplo dolorosamente paradigmático; la persecución por las redes sociales se ha intensificado hasta extremos nunca vistos, penalizando incluso cualquier posible manifestación artística que sea considerada disidente y peligrosa por el poder. Resulta que, ahora, el arte que no encaje con la voluntad del gobernante, será considerado subversivo y en atentado a la “seguridad de la población” especialmente en esta pandemia. Sorprendentemente  se ha dado el marco de legalidad a través de los denominados «supremos decretos». La libertad de la expresión artística convertida en un delito. La muerte de la libertad de la expresión artística en manos del todopoderoso gobernante. El poder ha enloquecido; y, por tanto, es capaz de lo que sea con tal de conservarlo. El miedo se entroniza y el sistema se fortalece.

Otro de los tentáculos del poder; que, este último tiempo se ha visto intensificado por el uso de las redes sociales y las tecnologías de información y comunicación, son los llamados “ministerios de comunicación o de información”. A través del diseño de una matriz mediática; que casi siempre corresponde con intereses de grupos de poder mucho más poderosos, se articulan esquemas comunicacionales en los estados;  influyendo, desinformando, entreteniendo y manipulando la opinión pública de la sociedad. Premisas elaboradas al mejor estilo nazi, cómo las utilizadas por Joseph Goebbels: «hay que hacer creer al pueblo que el hambre, la sed, la escasez y las enfermedades son culpa de nuestros opositores y hacer que nuestros simpatizantes se lo repitan todo el tiempo»; son utilizadas todo el tiempo para el lavado de cerebro social. Todos los planes comunicacionales de los estados en su afán de manipulación mediática y control social, establecen un discurso que debe ser repetido insaciablemente hasta el cansancio; ahora, con mucha más intensidad y penetración a través de las redes sociales; utilizando para ello toda una estructura de fabricación y control de la opinión pública, siempre favorable a los intereses del poder funcional al sistema.

El sistema se autoprotege; no importa los cuestionamientos de instituciones defensoras de los derechos humanos, frente a este ciberacoso y ciberpenalización. Al final los pronunciamientos quedan en saco roto, y como simples antecedentes de interés histórico e incluso literario; que luego se llevarán, por los mercaderes del entretenimiento, a una producción hollywoodense o a una serie de Netflix. Consumo banal y superficial de la conciencia colectiva; que observará a estos acontecimientos cómo un show más de entretenimiento y diversión. Nuevamente ficción y realidad fusionadas en un acto escénico donde la reacción esperada es un simple like y que todo continúe después como si nada hubiese pasado.

El sistema también se perfecciona; con una extraordinaria capacidad de planificación a futuro se vaticina que no serán suficientes las actuales redes sociales, para el objetivo del control total. Aún hay espacios fuera de control y que se les escapan de las manos; como es el caso del dinero, en tanto valor objetivado de supervivencia. Mientras en el mundo el dinero, o la moneda física, es el motor que mueve al sistema, aún hay posibilidad de escapatoria aunque mínima. El dinero físico, hasta cierto punto, es anónimo y puede darle a su poseedor una posibilidad de escape fuera de los mecanismos de control actuales; pero el sistema ya se dio cuenta, y ahora se van desarrollando nuevos mecanismos virtuales que se integrarán cómo métodos de control definitivo acoplados a las redes sociales ya conocidas. Es el caso de la virtualización de las monedas; China va introduciendo poco a poco la moneda virtual denominada Renminbi o e-RMB bajo control estatal; en un futuro cercano se prevé que dejarán de existir las monedas físicas; y, en toda transacción económica será obligatorio el uso de estas monedas virtuales; Por supuesto, los medios de fabricación de opinión pública mundial inundan de información acerca de las ventajas económicas que tendrá la implementación de la virtualización de las monedas, pero detrás de esta parafernalia se encuentra la gestación de una maquinaria de control tenebrosa nunca antes vista. En el momento de la plenitud de su implementación, nada ni nadie podrá escapárseles de las manos; nuevamente bastará un solo click para retener o incluso revertir el dinero de una persona. Lo virtual será lo real y en un mundo cada vez más virtualizado será imposible sobrevivir fuera de esta realidad. Cualquier crítica o acción contestataria contra los grupos de poder, que mantienen el sistema funcional, será eliminado automáticamente de la maquinaria económica virtual; una forma de castigar y estrangular sin ensuciarse las manos. Otros países y sociedades siguen por este camino; pues, independientemente de los anuncios de la gestación de un nuevo orden mundial, el sistema se mantendrá inalterable, sólo cambiará de manos hacia otros grupos de poder que lo vigorizaran. Idéntica tiranía del poder, nuevos opresores, mismo sistema, pero cada vez más todopoderoso.

Pero el sistema no sólo pide obediencia ciega, exige fe. Quiere transformarse en el dios de su creación. El vínculo perfecto y profundo, de contacto de la conciencia colectiva con la mente de dios; mente, cuya esencia se produce en las redes sociales. Y al igual que cualquier dios, su poder no funciona sin miedo. Un miedo interiorizado por el poder hasta transformarse en religión. Quieres acercarte al dios de tus creencias, inclúyete al grupo de la red social de tu fe. Con un solo click te conectarás con dios; elije tu emoticón para expresar tus emociones a los miembros de tu iglesia; y si quieres rezar, no hay problema, puedes rezar también online.

La red omnipresente, controladas por el poder, se adueña cada vez más de las actividades de interacción y contacto humana. Lo sorprendente es la rapidez con que estos hábitos se convierten en costumbres; a tal extremo que, poco a poco, son las formas preferidas para comunicarse, aunque las personas convivan en el mismo tiempo y lugar.

Rápida e imperceptiblemente el contacto físico humano va siendo desplazado por la “presencia ausente”; desconociendo incluso, en algunos casos, si el interlocutor realmente existe o es un simple robot digital qué fue diseñado con fines comerciales, para mentir y crear la ilusión de estar en contacto con un ser humano de carne y hueso. El sistema no sólo te controla comercialmente, ahora quiere todo tu tiempo que permita tu existencia. Vivirte en tiempo real y hacerte creer que eres tú quién vive y experimenta. Tu vida ya no es tuya, sólo la ilusión programada de una realidad que fue diseñada para que creas y te entregues totalmente en ella.

Pero lo que menos se necesita en este momento decisivo es resignarse. Ahora más que nunca se hace necesaria la reivindicación del espíritu crítico; de una mente cuestionadora, de una conciencia rebelde y reveladora. No puede haber una mejor oportunidad, que el utilizar las mismas herramientas de dominación para la liberación. El sistema es poderoso, pero la resistencia debe plantearse desde dentro. Sería absurdo pretender sustraerse y esconderse; es fundamental abrir los ojos y tomar conciencia de nuestra vulnerable posición en este momento histórico, en el que la alienación del sistema embate desenfrenadamente contra cualquier intento de pensar que otra realidad es posible. La liberación comienza tomando conciencia de nuestra situación, y seguidamente la acción será construir el pensamiento emancipador; siempre críticos, siempre atentos ante cualquier arremetida que pretenda doblegar y asimilar nuestra conciencia y voluntad en la matriz homogeneizadora, diseñada por el sistema y administrada por el poder. Transformar nuestras cadenas en un acto liberador; usar las redes sociales para la legítima rebelión, siempre en la búsqueda de la libertad del ser humano.

La lucha por la libertad es el acto definitivo de amor, que nos transforma en seres humanos en plenitud. Lo manifestado por Deleuze, adquiere hoy en día un mayor sentido, al plantearnos que «solo el acto de la resistencia resiste a la muerte». Lucha y resistencia fusionadas en un acto de amor liberador y esperanzador, tal como nos invita Fito Páez en su canto: «¿Quién dijo que todo está perdido? Yo vengo a ofrecer mi corazón»

nulfoyala@gmail.com

 

AUTORITARISMO Y TOTALITARISMO DE LOS MOVIMIENTOS CÍVICOS POPULARES.-UN ANÁLISIS DEL CASO DE LOS COMITÉS CÍVICOS EN BOLIVIA

Dibujo elaborado por MilenaFabiola@ (2020)

Algunas formas totalitaristas tienen diversas formas creativas de resurgir y adaptarse independientemente de la época y los contextos en los cuales se desarrollan. Lo peligroso del asunto es que muchas veces utilizan sentimientos y necesidades de la gente que cautamente caen en sus redes y tarde se dan cuenta que, lo que era su salvación, terminó siendo su martirio y para muchos, lamentablemente su mortaja.

De un tiempo a esta parte algunas instituciones de la sociedad civil, denominadas en algunos lugares como “comités cívicos” han tenido un protagonismo importante en acontecimientos sobre todo, de tipo político. Representando, según sus dirigentes y operadores políticos, a la población bajo la bandera de la lucha por reivindicaciones sean por la recuperación de recursos naturales o la defensa de intereses económicos y sociales de carácter local, regional e incluso nacional. Un caso representativo de lo señalado son los últimos acontecimientos en Bolivia, en donde a partir de movilizaciones por reivindicaciones inicialmente de tipo de económico, se terminó articulando un movimiento político a nivel nacional que juntamente con otras fuerzas políticas de oposición, policiales, militares e incluso clericales se terminó derrocando a un gobierno y se comenzó con la transición del poder que puso en crisis todo el sistema democrático boliviano.

Pero es importante dar una mirada más amplia a lo acontecido, particularmente con la participación de estas agrupaciones cívico-políticas, como estructuras económico-políticas, que al igual que otros actores, buscaron, y aún buscan, la consolidación y la toma del poder, particularmente a través de sus dirigentes de turno. Y para ello es importante analizar desde el contexto boliviano, sin que sea excluyente en otros contextos que cuentan con estructuras institucionales y funciones análogas.

Muchas de estas agrupaciones cívico-políticas en su momento fueron creadas para luchar por reivindicaciones y causas de justicia social, como la lucha por el voto popular o la recuperación de la democracia que tristemente se perdió producto de los golpes de estado dictatoriales. Sin embargo, ahora, la historia ha tomado un derrotero inesperado aunque no imposible, y, como alguna vez lo señaló Hobbes el ser humano siempre buscará su interés propio y más aún cuando tiene el poder en sus manos. Cualquier fin noble, sea institucional o no, sucumbe a la ambición de poder de los caudillos, que, como se ha visto incontables veces, termina utilizando a sus seguidores como base política de negociación o de imposición de su voluntad para tomar el poder, así sea por la fuerza o aliándose hasta con el mismo maligno (en caso de existir) si fuese necesario.

Estas agrupaciones cívicas, al asumir posiciones y alianzas políticas, en sus movilizaciones, las convierten automáticamente en actores políticos y por tanto sus intereses están ligados en función de estas actuaciones. La ventaja que tienen, con relación a otras agrupaciones políticas tradicionales, es que se asumen una legitimidad construida precisamente bajo la premisa de que “no son agrupaciones políticas” y que su trabajo es “velar por los intereses de la región” que dicen representar. No obstante, la mayoría de las veces se constituyen en plataformas para la promoción política de sus caudillos, que una vez conocidos y reconocidos, engranan la maquinaria de los partidos políticos tradicionales, ya sea de manera directa o indirecta, pese a haber sido en algún momento los más acérrimos detractores de los mismos, cuando cívicos.

Estas agrupaciones cívico – políticas, asumieron una especie de “gobierno moral” de sus regiones, construyéndose discursos de regionalismos duros, basado indiscutiblemente en un sentimiento nacionalista, que emerge a pequeña escala bajo los mismos principios doctrinarios y recalcitrantes que exacerban el sentido y sentimiento de lo regional, transformado en discursos de “la patria” y la “raza histórica” y en algunos casos haciendo incluso una nostalgia hacia el coloniaje, exaltando reiterada, sostenida pero incisivamente las supuestas injusticias contra esa patria regional y colonial, generando un resentimiento bajo la máscara de reivindicación, que en casos extremos se transforma en odio, debido a la frustración de la gente por su situación y que es achacada precisamente a esta “suerte” de injusticia permanente a la que estaría siendo sometida la región: “No recibimos lo que merecemos, después de lo que dimos” “La culpa de nuestros problemas es de los que nos tienen sometidos y humillados en esta situación”. Esos son los mensajes que se van interiorizando en las mentes de las personas, enfocando la causa del mal en el enemigo externo, en el gobernante o gobierno identificado y señalado como el enemigo del pueblo por no atender debidamente lo que el pueblo exige.

Luego, la estrategia fue mantener a las masas movilizadas y preparadas para asumir cualquier medida que dicten los caudillos, así sea el sacrificio, como se ha demostrado en los maratónicos paros cívicos en Bolivia que sumieron en hambre y pobreza a la gente más vulnerable, principalmente por la imposibilidad de acceder a sus ya exiguas fuentes de ingresos (a través de actividades laborales que requieren transitabilidad) o el acceso a los alimentos por los bloqueos indiscriminados que en situaciones lamentables terminaron incluso con brutales palizas a los que osaban reclamar por sus derechos contra los bloqueadores que los vulneraban a paciencia, indiferencia e indefensión vergonzosa del estado, pese a estar en pleno siglo XXI donde se vanagloria y exalta a los llamados estados democráticos y de derecho.

Durante estas movilizaciones en Bolivia caracterizadas tradicionalmente por los bloqueos dentro y fuera de las regiones, paro de actividades y mitines; se sumaron medidas de corte autoritario que derivó en acciones totalitarias en nombre de las llamadas reivindicaciones regionales, donde se vulneraron los derechos civiles garantizados por el marco legal normativo nacional e internacional. Derechos civiles, políticos, económicos y sociales tales como, el derecho a la libertad y a la libre transitabilidad, al acceso a la fuente laboral, a la libertad de expresión, a no ser perseguido por razones políticos y otros, se conculcaron de manera gradual hasta derivar en acciones extremas y violentas como la toma de instituciones por la fuerza, la quema de las viviendas de personajes políticos opositores. Actos que derivaron en el destrozo y quema de instituciones públicas, actos de humillación y escarnio contra autoridades políticas, obligándoles a pedir perdón y besar de rodillas a símbolos que representan la institucionalidad cívica, entre otras acciones. Se dirá que muchas de estas acciones fueron cometidas por los grupos infiltrados, pero lo cierto es que, instituciones públicas terminaron destruidas y quemadas y al calor de los ánimos enardecidos se vulneraron de manera sistemática y violenta los derechos de las personas afectadas. Frente a estos atropellos la mayoría de las fuerzas institucionales del estado callaron, por miedo y también por complicidad. Fuerzas policiales, sistema judicial y toda la institucionalidad debía elegir un bando: o estar con el movimiento político o contra el movimiento, sabiendo que estar en contra era sufrir las agresiones que diariamente se mostraban en principalmente en las redes sociales, pues la mayoría de los medios de comunicación oficial, sea escrita, radial y televisiva se sumó ciegamente a esta suerte de fiesta cruel donde se castigaba a la disidencia, declarando “enemigo del pueblo” al que osara cuestionar estos actos o se declarara contra el movimiento.

De esta manera se desencadenó en el imaginario colectivo, por un lado, la exaltación del espíritu regionalista, pues al fin la supuesta voluntad del pueblo se hacía escuchar y se hacía respetar. Gritos, consignas de nacionalismo disfrazados de federalismo, se escuchan estridentemente luego de los llamados cabildos del pueblo, donde se hacía ver ante la opinión pública, que todo el pueblo participaba y apoyaba a los caudillos. Discursos sobre discursos, que enarbolaban una doctrina de corte castrense al más puro estilo fascista “Todo con el comité cívico, nada contra el comité cívico, nada fuera del comité cívico”; obviamente, se daba por sobreentendido que el pueblo era el comité cívico. Por supuesto no se contaba con la parte del pueblo que no participaba de estos cabildos, sino que no estaba de acuerdo con las acciones totalitarias en que se imponían la voluntad de los caudillos en nombre del pueblo. Obediencia ciega de las masas y pertenencia al grupo. Quien estaba fuera, estaba civilmente muerto, como de hecho se manifestó vehementemente por muchas instituciones contra sus propios agremiados, que se sumaron a este movimiento cívico-político.

En el otro lado, la gente callaba y se sometía. Penalizaciones económicas y vetos civiles o laborales a quienes no participaban de las movilizaciones, declaratorias de traidores al pueblo con la consiguiente publicación de todos sus datos privados en las redes sociales, para que el “pueblo actúe” contra los traidores. De esta forma, se aniquilaba cualquier intento de disenso y se acallaba la libertad de expresión. La doctrina del “fascio” se infiltraba en este escenario oclocrácico: “Unidad y adhesión, así sea por la fuerza”.

Todo ello sin importar que estas acciones atentaban contra las libertades civiles y políticas tanto individuales como colectivas principalmente de los que fueron declarados traidores al movimiento; y sin importar, tampoco, las acciones para derrocar a un gobierno que fueron claramente acciones de sedición contra un gobierno, que pese a los acontecimientos y cuestionamientos, fue elegido democráticamente.

Precisamente bajo esta oclocracia (gobierno, o desgobierno según se mire, de la muchedumbre) se genera el ambiente propicio para que estas agrupaciones cívico políticas, desencadenen todos sus recursos de movilización de la muchedumbre, lo que sumado a la desinformación o en el mejor de los casos información parcial y sesgada de los medios de comunicación, generaron una matriz de opinión que realizó un buen trabajo para terminar de convencer o radicalizar aún más a la muchedumbre. De esta manera se cumplía también aquel principio político doctrinario de regímenes totalitarios como señalaba en su momento Goebbels: “La propaganda debe limitarse a un número pequeño de ideas y repetirlas incansablemente, presentarlas una y otra vez desde diferentes perspectivas, pero siempre convergiendo en el mismo concepto” Y el concepto central fue: “Quien no está con nosotros (comités cívicos) está contra nosotros. El pueblo somos nosotros y la voz de dios es la voz del pueblo”.

En estas agrupaciones cívico-políticas no existen ideologías ni marcos de discusión política, existe un sincretismo de intereses personales que se amparan y fortalecen bajo el paraguas del civismo, no importa el gremio, profesión, ocupación de los dirigentes y mucho menos su formación ideológica, todo vale en la carrera hacia el poder. Solo basta reconocer la frustración de la gente y la psicología de masas, para que la maquinaria cívico política identifique al enemigo y transforme esta frustración en odio, moldeando a las masas bajo un molde regionalista y ahora también religioso.

Patrioterismo y religiosidad que engranan la maquinaria para controlar a las masas, para transformarlas en un bloque de “unidad granolítica” como se llamó en manifiestos o comunicados a la opinión pública. El tema de religiosidad fue utilizado hábilmente para los fines políticos, particularmente en el derrocamiento del gobierno. La biblia en mano y toda la parafernalia puesta en escena por algunos caudillos cívicos tuvo el impacto mediático y el mensaje mesiánico esperado. Si es una obra de dios entonces se debe obedecer.

El fundamentalismo religioso de los movimientos de protesta y convulsión social, no es reciente, pues la acción francesa de 1908 dirigida por Maurice Pujo, a través de los “camelots du roi” ya estableció en su agenda como entidad socio-espiritual indivisible de la religión, toda acción de las masas como fuerza de choque de los movimientos políticos. Aunque el contexto es diferente la idea central se mantiene: Legitimizar el movimiento de la mano de dios.

El movimiento además se fortaleció por el ciego apoyo de las instituciones que formaron y forman parte de la estructura cívico política. Instituciones que, en algunos casos, incluso tienen una función social en la generación y debate de ideas como las universidades y entidades educativas quienes sucumbieron en algunos casos por intereses económicos y políticos de sus dirigentes, siempre bajo un hábil manejo del discurso regionalista-nacionalista. Si cada institución se debe a su pueblo entonces la institución debe apoyar a su pueblo. Nuevamente el pueblo era el movimiento cívico-político. Muchos dirigentes institucionales utilizaron estos preceptos para intimidar y en algunos casos para forzar bajo sanción o exclusión a su gremio a unirse y cumplir militantemente lo instruido, bajo resoluciones de asambleas dirigidas y demás formas de coacción. La individualidad y la libertad política morían en manos de discursos de los caudillos que se habían apropiado certeramente del sentido de identidad de las masas y de las instituciones en las cuales muchas personas estaban vinculadas directa o indirectamente.

El principio de acción política del corporativismo se imponía bajo el mando indiscutible de los caudillos o representantes del movimiento. La acción era lo importante y no se esperaba otra cosa de la masa. El pensamiento y la crítica no solo estorbaban, sino que se acallaban bajo insultos, intimidaciones y estigmatizaciones particularmente con ser miembro del partido político del gobierno derrocado.  Una furibunda y brutal discriminación que vulneraba el derecho de libre determinación y voluntad política del individuo. Mencionar algo favorable al partido político del gobierno derrocado era pecado. Simpatizar o pertenecer al mismo era delito que se pagaba, incluso, con la muerte civil.

Como era de esperar muchos caudillos habiendo conseguido su objetivo, se posicionaron en el nuevo escenario político, esta vez repartiéndose el poder de lo que les tocó, ya sea directamente o indirectamente: ministerios, viceministerios, cargos jerárquicos y demás, aunque solo sea transitoriamente. Pero como todo actor político, el fin era tener el poder total, migajas no bastan. La ambición en el juego político es tener todo o nada, y nunca nada es suficiente.

La agrupación cívico-política cumplió su objetivo, los caudillos mesiánicos alcanzaron, aunque parcialmente su propósito, la obediencia ciega de las masas tuvo sus resultados, el poder cambió de las manos y se sigue esperando de las masas la obediencia sin cuestionar. Todo lo que haga o deje de hacer el caudillo cívico mesiánico, será justificado por sus más acérrimos seguidores. Pero no todo se mantiene estático todo el tiempo: Se puede engañar a algunos un tiempo, pero no se puede engañar a muchos todo el tiempo. Más temprano que tarde la realidad se impone y pone las cosas en su lugar. Así el espíritu militarista de los movimientos totalitarios crea conexiones y relaciones de camaradería entre sus adeptos y con la misma intensidad, pero en dirección opuesta: Castiga a quienes considera traidores, no serviles o insurrectos y los motivos usualmente se van modificando de acuerdo al cambio de mentalidad, intereses y necesidad de consolidación del poder de los caudillos. Así como en algún momento se alentó la protesta, fácilmente después puede reprimirse incluso a quienes en su momento apoyaron el movimiento.

La censura, en sus diversas formas, es el arma preferida de los regímenes totalitarios para acallar a quienes se imponen o chocan contra la voluntad del poder. De esta manera el discurso que inicialmente surgió bajo visiones de intereses regionales e identidades regionalistas cívicas, van siendo apropiadas y usadas de forma oportunista y con fines enteramente políticos por los caudillos cívicos-políticos; y desde el corporativismo orgánico se va construyendo un movimiento que hábilmente es utilizado para tomar el poder. Pero el problema no radica solamente en la hábil manipulación de los caudillos, sino en la respuesta obediente de las masas que al final siempre terminan siendo las víctimas de un movimiento autoritario y totalitario que ellos mismos ayudaron a construir. El costo de una obediencia ciega es la pérdida de la libertad.

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LA CRISIS DE LA AUTONOMÍA UNIVERSITARIA EN LA FORMACIÓN DE LA CONCIENCIA SOCIAL Y LA DEFENSA DE LA DEMOCRACIA

Dibujo realizado por Rosario@

Dibujo realizado por: Rosario@ (2020)

Una institución que no se dirija hacia el cumplimiento de su misión, sus fines y principios más temprano que tarde desembocará en una crisis terminal. Y este hecho es aún mucho más grave en instituciones educativas públicas, como es el caso de las universidades bolivianas.

Esta vez no se abordará la problemática del impacto social por la debilidad institucional de las universidades en la generación de conocimiento científico y formación profesional de calidad y excelencia, que se constituye en uno de los fines y objetivos de la universidad. Otras razones iguales o más importantes que éstas, llaman nuestra atención en esta oportunidad, cuál es la crisis de la autonomía universitaria en la formación de la conciencia social.

La universidad boliviana plantea en su misión un profundo compromiso con la sociedad de la que forma parte: la formación de la conciencia crítica. Este reto no es sencillo de abordarlo, pero es imprescindible. La misión de la universidad no tiene sentido si no logra que los profesionales en formación desarrollen el sentido crítico, tan necesario y fundamental, como lo es la innovación y creatividad dentro de la construcción social, en la cual el aporte de la universidad es esencial en la búsqueda de una sociedad cada vez más justa, democrática y humanamente desarrollada.

La formación de la conciencia crítica estuvo intrínsecamente ligada al planteamiento de una universidad democrática e independiente, la formación de una universidad liberadora, libre de toda influencia colonial, política, económica; y sobre todo de imposiciones o intromisiones en situaciones de crisis, como sucedieron en épocas anteriores, por la toma del poder del estado por fuerzas golpistas militares y políticas en diferentes periodos históricos de varios países de Latinoamérica. Estos planteamientos revolucionarios sobre el rol de la universidad en la formación de la conciencia social, fue finalmente expresado en el llamado “grito de córdoba” con el que se fundó una universidad libre y liberadora y por tanto autónoma.

Este noble y altruista propósito de formación “revolucionaria de conciencias” es un grito que se ha ido apagando paulatinamente hasta llegar a un triste espectáculo de sometimiento, como sucedió en los últimos acontecimientos acontecidos en Bolivia, durante la toma de poder por movimientos cívicos, militares, policiales y políticos-religiosos, con la participación directa de la iglesia católica a finales del 2019.

Nunca antes se vio que la institucionalidad de la universidad pública haya participado activamente, incluso con el concurso de autoridades universitarias, para derrocar un gobierno, que pese a los cuestionamientos de fraude y abuso de poder, fue democráticamente electo y como tal, tenía todo el derecho a la defensa y a culminar su mandato. Pero la historia fue otra. Quema de instituciones, quema de viviendas, tapiado de instituciones, “cacerías” y persecuciones políticas y lo peor de todo, las masacres (Sacaba y Senkata) de personas que defendían su derecho a defender lo que ellos consideraban democrático.

Uno de los principios de la universidad boliviana establece la “independencia política ideológica institucional”. Pero, en estos funestos acontecimientos se vio claramente como la institucionalidad se alineaba a intereses políticos de grupos de poder que no solo utilizaron a la universidad sino también a otras instituciones particularmente cívicas, militares y policiales que participaron en el derrocamiento del gobierno.

La universidad no solo calló, sino que institucionalmente formó parte de esta cruenta arremetida contra la institucionalidad democrática del país. Nunca antes se vio como la independencia ideológica y política, que la universidad pregonaba, se derrumbaba por los intereses políticos de los grupos articuladores del derrocamiento que participaron desde las universidades. Rectores, Vicerrectores, dirigentes docentes, dirigentes estudiantiles bajo la dirección de los comités cívicos y los gestores políticos del derrocamiento, pusieron a la universidad a sus pies y la usaron para sus fines políticos y en algunos casos económicos. Otros actores institucionales y autoridades universitarias, simplemente se alinearon conforme se desarrollaban los acontecimientos, su silencio cómplice, oportunista y por tanto cobarde, fue simplemente una estrategia para conservar su poder aliándose con el ganador, no importaba quien fuera.

El sentido común nos dice que los protagonistas se reconocerán por sus intereses logrados y concretizados, luego de las convulsiones; simplemente observando donde quedan posicionados o que ganaron luego del derrocamiento. Y en este caso, por lo menos a corto y mediano plazo, se muestra claramente lo conseguido. Algunos dirigentes universitarios gremiales, que coordinaron el derrocamiento, ahora son candidatos a senadores, otros son Viceministros o autoridades “jerárquicas” en el gobierno impuesto, otros perfilan su trabajo político para ser autoridades universitarias, otros buscando consolidar su posición laboral dentro de la universidad; y otros, simplemente esperarán su turno para exigir su cuota de poder institucional o finalmente serán desechados, pues el destino de quien es usado por interés no siempre se retribuye como se espera. Ya empiezan a escucharse voces de disconformidad; claro, dicho de una manera sutil y enmascarada.

Esta crisis no es reciente, como tampoco lo fue el derrocamiento de la democracia en Bolivia, fue un proceso gradual e irremediable en parte por la falta de capacidad de las universidades para asumir y desarrollar la autonomía plena que fue conquistada a partir el manifiesto de Córdoba de 1918. Lamentablemente, por su deterioro institucional, no estuvieron a la altura de sostenerla. Se fracasó en los propósitos establecidos en su fundación. No ha sido capaz de mantener una posición reflexiva, de debate, planteamiento y menos el desarrollo de un pensamiento crítico contra cualquier forma política que devenga en un debilitamiento de las bases democráticas como sucedió con la reciente experiencia de la toma del poder en Bolivia.

Tampoco fue capaz de defender ni plantear elementos que sirvan para entender el embate geopolítico en el que se suscitó esta toma del poder. Sería ingenuo pensar que no existió intervención ni coordinación extranjera que buscan y siempre buscarán influenciar y desestabilizar sistemas democráticos si van contra sus intereses geoestratégicos. El principio “antiimperialista” establecido en los documentos rectores de la universidad boliviana quedo tristemente en el aire, inútil, y sin que nadie haya dicho o hecho nada, en la arremetida.

Por su parte, un componente fundamental de la autonomía como es el cogobierno, plantea, desde la práctica de la autonomía, un interesante escenario democrático de gestión del poder al interior de las universidades. Pero siempre y cuando se cumplan las condiciones, bases y principios sobre las que se sustentan. Fundamentalmente el principio de construcción democrática y basada en la integración dinámica de la universidad con lo popular, con las masas obreras, campesinas y sectores vulnerables de la sociedad, en la búsqueda de una reinvindicación y justicia social en una permanente “revolución de conciencias” como se estableció en los postulados que fundaron la autonomía universitaria desde el principio rector del cogobierno docente estudiantil.

Pero en la práctica este principio también naufragó por la corrupción, por las “alianzas” y contubernios docentes estudiantiles que utilizaron la autonomía para sus fines e intereses personales, que en muchos casos se derivaban, también, de partidos políticos infiltrados que utilizaron a la universidad como escenarios de influencia para sus descarados intereses políticos. Al final posiciones de gestión académica terminaron en manos de politiqueros y astutos manipuladores, que en base a prebendas fueron corrompiendo a docentes y estudiantes en una debacle de corrupción y oportunismo. De esta forma el cogobierno perdió su sentido y se convirtió en la enfermedad, que las universidades públicas juraron erradicar desde la fundación de la autonomía. El cogobierno se transformaba en un espacio de “negociación prebendal” de quien tenía la capacidad, maña y astucia para manejar los intereses de los actores dirigenciales, sean docentes, estudiantes o administrativos a través de sus gremios. Y era ése, quien tenía el poder en sus manos, siempre bajo la condición que cumpla los pactos negociados durante su campaña y que mantenga su protagonismo y “arrastre” quien además tenía la capacidad para retornar cualquier momento al poder, principalmente por los favores que debían ser devueltos por los que lo recibieron. Todo ello a vista y indeferencia de muchos a los cuales la fama y la popularidad del candidato y alguna baratija entregada en las campañas, era más importante que la integridad, honestidad y capacidad de sus dirigentes.

El escenario desembocó en autoridades “elegidas” que, en el mejor de los casos, aprendían el oficio de administración académica, en el camino y sino se echaban mano a las “resoluciones” o “dictámenes” con la complicidad del cogobierno para que la institución siga la voluntad y muchas veces los desaciertos de la autoridad de turno, todo en nombre y bajo el amparo de la autonomía, como si ésta fuera una carta blanca para hacer y deshacer lo que se quisiera al interior de la universidad. Lo más importante para estas autoridades era mantener el poder político dentro de las universidades a costa de lo que sea, incluso a costa del debilitamiento de la institucionalidad universitaria por la corrupción amparada bajo la denominada “autonomía”.

Bajo esta situación decadente, la institucionalidad universitaria se puso al servicio de los comités cívicos, los actores políticos, militares y policías amotinados que participaron en el derrocamiento. Todos unidos por sus intereses políticos de gremio con un fin común (implícito y explícito en muchos casos): lograr el derrocamiento de un gobierno constituido democráticamente. De este modo a través de la institucionalidad universitaria, incluso a la cabeza de las máximas autoridades universitarias, se encabezaba marchas, se bloqueaba calles, se organizaba y movilizaba a docentes para enfrentamientos.

Haciéndose la vista gorda cuando se agredía, humillaba y denigraba a personas consideradas opositoras, obligándolas a “renunciar” a sus puestos de trabajo. Mirando a otro lado cuando se tapiaban instituciones en nombre del “pueblo”, cuando se quemaban instituciones, cuando se obligaba a docentes y estudiantes a movilizarse bajo amenazas de descuentos, represalias con las calificaciones o incluso con “muerte civil”. Y lo peor de todo guardando un silencio nefasto frente a las masacres que son aún heridas abiertas en el país.

Todo ello fue manejado a partir de muchas dirigencias del “cogobierno” con discursos de “quien no está con nosotros está en nuestra contra” porque para ellos el discurso impuesto fue “estar al lado del pueblo”, sin importar que también otra parte importante del “pueblo” no estaba de acuerdo con el derrocamiento y la forma violenta con la que se tomó el poder y que tristemente muchos de ellos fueron masacrados dando sus vidas durante las protestas.

La autonomía que venía en debacle desde tiempo atrás, con este último acontecimiento, fue herida de muerte y esta vez la estocada vino desde adentro, principalmente por el silencio cómplice de los que no hicieron nada para defender el ideal de la autonomía y el papel crítico que debería haber asumido todo el sistema universitario frente a la ruptura democrática que culminó con el derrocamiento y la toma violenta del poder.

La autonomía se nos muere. Si no existe la voluntad, la decisión y el compromiso de recuperarla, de encaminarla hacia los propósitos en los cuales fue concebida, morirá irremediablemente y tal vez nos demos cuenta demasiado tarde, cuando se haya perdido la oportunidad de llevarla a la realización de su propósito fundamental para con la sociedad, cual es la generación de una conciencia social, pensamiento crítico y la lucha inclaudicable por la defensa de la democracia, la libertad y la defensa de las ideas y los ideales de la humanidad desde el trabajo académico y científico de docentes y estudiantes desde sus aulas, siempre comprometida con su sociedad formando y transformando su conciencia.

nulfoyala@gmail.com

LA CAIDA DEL CAUDILLO DEMÓCRATA Y EL ABANDONO DEL PUEBLO

Foto: Nulfo Yala (2016)

Por: Nulfo Yala

En un país tan peculiar y exótico, para el resto del mundo, como es Bolivia, el tiempo transcurre cargado de un aire de miedo disfrazado de una mezcla sórdida del permanente recuerdo de la persecución y de ser declarado “en sedición” por decir o hacer algo indebido y que a juicio del poder de turno considere subversivo.

Desde el 10 de noviembre del 2019 se asumió un derrotero e inflexión que nadie esperada. La democracia, aunque imperfecta, cargada de corrupción y con errores de fondo, pero democracia al fin, terminaba por la ambición desmedida de poder del caudillo demócrata y empezaba la imposición de acciones cívicas, policiales y militares basadas en la generación de miedo, amenazas y la persecución política y judicial por parte de quienes depusieron del poder al caudillo demócrata, sin contar con la dolorosa muerte de los que tuvieron “la osadía” de reclamar e interponerse en la imposición de la llamada “pacificación” del país. Son las consecuencias de un odio que ha ido madurando desde hace tiempo atrás, un odio generado en parte por los desvaríos y ansias de poder de un líder en el que, en su momento, se depositó las esperanzas para construir una sociedad más justa y equitativa, donde el pobre y vulnerable al fin tendría voz y no solo la farsa del voto con el que siempre se lo utiliza en tiempos electorales. El líder se convirtió en caudillo del poder, en un caudillo demócrata, pero víctima del poder, que implacable e inexorablemente terminó sucumbiendo en su mesianismo, hasta llegar a creerse que el pueblo que decía representar y él mismo, eran uno solo, indivisible e inseparable y por tanto necesario y obligatorio.

La realidad de las cosas terminó el mito imaginario de su delirio. La realidad demostró que el pueblo, está compuesto por seres humanos, con todos sus defectos y virtudes. Y uno de ellos precisamente es la relación, a veces perversa, que existe con el poder de turno. Relación basada simplemente en intereses ya sean políticos, económicos o de cualquier otra índole y que derivan en conflicto cuando estos intereses entran en confrontación o posible pérdida de relevancia frente a otros intereses. Los intereses se construyen y se definen en el juego de las alianzas. Al final el movimiento para la búsqueda de la toma del poder se estableció con alianzas construidas en las narices del caudillo demócrata. Alianzas cívico, policiales, militares y hasta de los mismos sectores sociales que decían defender el proceso de cambio, todo bendecido con la biblia de testigo y coordinado meticulosamente por una mezcla de civismo fascista y fundamentalismo religioso de cívicos autócratas que utilizaron hábilmente el silencio de las iglesias incluida la católica y la “fe” incondicional de los que siguen estas doctrinas religiosas. A los tres muertos, se pidió al caudillo demócrata dejar el poder. A los más de treinta muertos se impuso un silencio sepulcral con la complicidad de los medios de comunicación, quienes entraban en cadena nacional para transmitir el triunfalismo del poder ganador, mientras en las calles la gente que protestaba moría por armas de fuego, se dijo que por disparos realizados por ellos mismos.

De nada bastó que el caudillo demócrata dejara el poder para jugar al demócrata “ideal”, para que el culto a la personalidad lo personifique como “víctima perfecta” del demócrata indispensable. De nada bastó abandonar a su pueblo para que no haya más muertos. Se fue y se salvó, otros murieron en su nombre por defender una causa abandonada y traicionada. Otros terminaron perseguidos a merced de una cacería judicial. Otros, y una gran mayoría, se pasó rápidamente al lado ganador alegando que se les había obligado a ser militantes políticos del gobierno depuesto. Otros infiltrados, tal vez, ya venían traicionando desde hace tiempo

Esta causa fue traicionada también por el mismo caudillo demócrata quien poco a poco fue arrastrando al país a una corrupción sin precedentes, muchas veces originadas precisamente por sus organizaciones sociales. Ni que decir del sistema judicial, el país cayó irremediablemente en una situación de tolerancia y permisividad de las “injusticias” de la justicia, diseñada para los que tenían aval político o dinero. El climax de la “situación” llegó con las irregularidades fraudulentas del proceso electoral. A pesar de que corrió mucha agua y sangre bajo el puente, lo penoso del asunto fue la falta de capacidad para reaccionar frente a estos hechos, incluido la candidez política del caudillo demócrata, no solo subestimó el poder de los intereses geopolíticos de los jugadores mundiales sino que se creyó el “cuento del tío” del amigo adulón “representante de los asuntos hemisféricos del continente” quien le sonreía y asentía mientras le clavaba el puñal por la espalda. No aprendió nada, ni siquiera cuando La “justicia internacional” de la Haya en el tema marítimo demostró que en todas partes se “cuecen habas”. Se metió al rio con los dos pies y al final fue tan fácil sacarlo del poder como quitar un dulce a un bebé.

En un país donde prácticamente la visión de poder perdedor anuló la individualidad y su valor de representación frente a las representaciones sectoriales denominadas “organizaciones sociales” enfatizadas en algún momento con vehemencia, vanidad e incluso desdén hacia los que no pertenecían a ellas, hasta el punto de negar y despreciar a los denominados “librepensantes” en la maquinaria política del “proceso de cambio”. Prueba de ello es que al final, estas mismas organizaciones, que incluso fueron consideradas en su momento como “gabinete social” terminaron haciendo el denominado “pacto de unidad” con el poder ganador, se dirá que para evitar más muertos, pacificar el país y demás, por supuesto cada muerto es un recuerdo doloroso y es cierto que era imprescindible impedir que hayan más muertos, pero también es cierto aquel adagio popular que dice “cuando hay santo nuevo, el viejo ya no hace milagros”. El pacto implicó el reconocimiento de la alianza con el nuevo poder y también fue una manera de salir lo antes posible del barco que se estaba hundiendo con el caudillo demócrata que en su momento, se dice, que fue prácticamente obligado a seguir y perseguir el poder, precisamente por estas organizaciones que después lo abandonaron.

Mucho de ingenuidad, poco coraje y compromiso con lo que se decía defender, tuvo también mucho que ver en la caída de un poder que supuestamente lo tenía todo: Control total en la estructura política, judicial, militar, policial, social y muchos etcéteras. Lamentablemente eso se creía, pero nuevamente todo era aparente, los intereses trabajan mejor con una dosis de odio que fue destilando de a poco, por la soberbia de no entender que las consecuencias de mantener el poder a toda costa es precisamente esto: Caminar en una cuerda floja y sin red. Lo ingenuo y vergonzoso del asunto es que el caudillo demócrata terminó creyéndoselo hasta el final, pensándose como el imprescindible, jugando al demócrata ingenuamente, subestimando el poder de estructuras de poder social sectoriales, que él mismo ayudó a construir y consolidar en ese juego ingenuo y peligroso de menospreciar la individualidad, de construir una democracia que desvalorizada todo intento de expresión individual frente a la “resolución de asamblea” del “dictamen” de lo político gregario, que muchas veces no era otra cosa la expresión de los intereses de grupos de poder económicos y políticos que se articulan en el tejido social utilizando a sus denominadas “bases”, muchas veces desinformadas o mal informadas, para la “negociación” política con el poder que los decía representar. Una de esas estructuras que se robusteció por esta política de fortalecimiento de las estructuras de organización sociales, que, literalmente se le escapó de las manos y que se transformó en el mecanismo de articulación social para su caída, fueron precisamente los denominados movimientos cívicos.  Organizaciones cívicas que son elegidas de manera diferida por dirigentes o directivos de las organizaciones o instituciones que la componen, haciéndolo en nombre de las personas que por diversas circunstancias, mayormente laborales, pertenecen a estas organizaciones o instituciones, sin importar que las personas que pertenecen a esas instituciones reconozcan o hayan votado directa y universalmente a una representación cívica tal como se establece en los principios de delegación de representación democrática.

Pero al igual que la vulneración del derecho humano a la libre circulación que se originó por los bloqueos de caminos y calles, que en su momento el caudillo demócrata hizo uso y abuso. De igual forma ahora las estructuras sociales que tanto defendió y consolidó,  también le pasaron factura. Esta vez con instituciones quemadas, tomadas y tapiadas. Lo que antes fue una fortaleza se transformó en un despotismo disfrazado de civismo. El contrato social estaba roto y ahora la institucionalidad estaba a merced de los vencedores, quienes en nombre de la “democracia” cuales dueños y representantes del “mandato” del pueblo, “obligaban” a renunciar, bajo amenazas con tapiado de instituciones incluido, a quienes no se sometían a su voluntad o que habían tenido el “pecado” de ser parte del anterior gobierno.

El uso y abuso de la democracia para jugar el juego del poder del que en algún momento se sirvió para mantenerse, paradójicamente se utilizó también para su caída, con las mismas estructuras y mecanismos de movilización social que precisamente en su momento fueron usadas y se convirtieron en su consigna de lucha. La oclocracia nuevamente salió triunfante, solo que esta vez el costo, para los que creímos alguna vez en la democracia en este país fue mayor y devastador. Como siempre, los más comprometidos y vulnerables de los que creyeron realmente en el proceso de cambio pusieron el pecho y tristemente recibieron las balas, bendecidas con un amén y con la biblia en la mano y con su entrada “triunfante” al palacio del poder.

No bastó ni el clamor ni el dolor contenido en los gritos de los que con impotencia veían, como se asestaba la estocada oclocrácica. Pero ya era tarde, ya la suerte estaba echada. De aquí en adelante quien no estaba con el poder vencedor estaba en su contra. Y comenzaron las persecuciones, las amenazas y la carnicería judicial hasta ser “cazados como animales”. Ahora cualquier sospecha es suficiente para presumir la culpabilidad por “actos subversivos” legalizando incluso las “vigilias” civiles y policiales donde las víctimas, sin orden de aprehensión, están en una suerte de secuestrados en su propias casas.

La búsqueda de la libertad como reivindicación legítima contra la perpetuación del poder del caudillo demócrata, pronto se transformó en el odio al enemigo jurado y declarado, sin importar su procedencia ni el respeto a su derecho a disentir. Todo aquel que cuestione llamada legítima y “constitucional conquista” del poder, es declarado enemigo del pueblo y de la democracia. Ya ni siquiera los “afines” se salvan. La “unidad” es una consigna indispensable y obligatoria para que el poder ganador se institucionalice. Cualquier intento de ejercer el derecho a participar políticamente en disenso, es visto como un “menosprecio a la lucha” ejercida por el poder de turno. Unión contra el enemigo aunque por fuerza, es la consigna.

Un paz impuesta a base de amenazas y persecuciones, el llamado a una unidad política forzosa para mantenerse en el poder, que anula el derecho al disenso incluso entre los gestores de la interrupción de un gobierno; quien pese a sus grandes deficiencias y errores incluida la irracional intensión de perpetuación a legitimarse en el poder indefinidamente, fue un gobierno elegido democráticamente con una fecha de culminación de su mandato. Este “no golpe de estado” como se repite hasta el cansancio, ha dejado a la población más pobre y vulnerable en una suerte de abandono, pues es ésta población quien ha sufrido y sufrirá las consecuencias de este movimiento que innegablemente fue también apoyado por sectores sociales pudientes de las llamadas “clases altas y medias altas emergentes”, si bien es cierto que el odio influenciado arrastró también a algunos de clases menos favorecidas. El discurso fue claro, contundente y repetido hasta el cansancio especialmente por las redes sociales fue: Luchar contra la “dictadura” para recuperar la “democracia”. De pronto el “dictador” se convirtió en el diablo y era necesario que “Dios” y “la biblia” vuelvan al palacio de gobierno. Se olvidaron que el caudillo demócrata también rezaba al mismo Dios y leía la misma biblia.

Como en el discurso imperante y para que no exista contradicciones no debe concederse ningún beneficio de la duda (como ya se viene borrando el rostro del caudillo demócrata hasta de las latas de leche de lactancia), todo lo realizado, por el gobierno depuesto, será cuestionado y revisado. En particular lo logrado en favor de los humildes será paulatinamente eliminado, el costo social es incompatible con el beneficio económico que búsca de la riqueza. Ya la liberalización de la economía ha comenzado con la liberalización de exportaciones, más dinero es más importante que la seguridad alimentaria del pueblo. Es previsible, más temprano que tarde, que se declare que el país no puede continuar con la llamada “subvención” de las políticas sociales del gobierno depuesto. Bajo el llamado de la “crisis económica” que ya se viene vaticinando, cargando la culpa al gobierno depuesto, se viene preparando el escenario de crisis que deviene. Liberalización económica y austeridad, que se transformará en hambre y pobreza para los vulnerables que serán excluidos en un sistema de máximo beneficio económico donde la pobreza es solamente un factor colateral y por tanto despreciable. La consolidación de una política económica mundial de ambición desmedida de producción y riqueza acumulada, donde el ser humano deviene en un activo y mercancía más del capital.

El cambio es irreversible, la estocada no solamente fue para el caudillo demócrata que jugó a ser socialista, pues paradójicamente sectores privados como la banca privada y los grandes empresarios fueron los que se enriquecieron más durante su gobierno. La estocada fue para una ideología que siempre luchará por una sociedad donde prevalezcan los derechos humanos, entre ellos el de buscar una sociedad justa e igualitaria donde se garantice al ser humano fundamental y esencialmente  “la libertad” para el ejercicio de sus derechos. Pero las ideologías no mueren; Así, mientras haya pobreza e injusticias en el mundo, siempre habrá causas e ideologías que seguirán y continuarán la lucha contra la pobreza y las injusticias del poder derivada en todas sus formas despóticas en el mundo. Como dice la canción de María Elena Walsh “Tantas veces me mataron, tantas veces me morí, sin embargo estoy aquí resucitando…”

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