LA TRANSFORMACIÓN TRÁGICA: DE LA LUCHA REVOLUCIONARIA AL PODER DESPIADADO DE LA CLASE OPULENTA MINERA EN BOLIVIA

Por Nulfo Yala

Una clase acaudalada minera privilegiada que se posiciona en altas esferas de poder, guardando lealtad solamente a sus intereses económicos y políticos. Una clase que surgió de una lucha revolucionaria, transformada ahora en la antítesis de todo aquello por lo que luchó. Triste derrotero para el gran ideario revolucionario minero del pasado. 

El ciclo irónico de la historia se manifiesta de manera sorprendente en el caso de los ahora llamados empresarios acaudalados mineros, quienes alguna vez lideraron luchas por los derechos humanos contra la explotación capitalista. Sin embargo, en un giro inesperado, muchos de estos mineros se han convertido en los mismos explotadores que antes combatían. Ahora, como grandes empresarios mineros, justifican sus acciones bajo el pretexto de contribuir con regalías al departamento de Potosí. Pero detrás de esta fachada de progreso económico, se esconden realidades devastadoras: la contaminación, la degradación ambiental y los desastres que se desencadenan afectan no solo el entorno natural, sino que también perpetúan la explotación humana. En los oscuros socavones de angustia, otros seres humanos son explotados hasta el punto del aniquilamiento, una tragedia que refleja la paradoja de aquellos que antes luchaban por sus derechos, ahora siendo sus perpetradores.

Esta transformación no solo refleja una ironía histórica, sino que también plantea cuestionamientos profundos sobre el poder y la responsabilidad. ¿Cómo es posible que aquellos que alguna vez fueron oprimidos puedan convertirse en opresores? ¿Qué fuerzas sociales y económicas impulsan esta transformación?

La metamorfosis de estos grupos mineros de poder desde la esencia revolucionaria de movimientos de izquierda hasta la más rancia clase pudiente minera es un testimonio impactante de la dinámica del poder y la ideología. Lo que alguna vez representó la lucha por la justicia social y la equidad se ha desvirtuado en una encarnación del capitalismo más crudo y despiadado. Bajo el manto de la minería, el capitalismo se disfraza y se adapta, encontrando formas de perpetuar su dominio y explotación. Es particularmente insidioso cómo estos nuevos poderes mineros se apropian del discurso del «pobrecito minero» para justificar sus acciones. Utilizan esta narrativa para manipular a sus propios trabajadores, incitándolos a participar en movimientos de convulsión, bloqueo y hasta el uso y abuso de explosivos y dinamitas, todo en aras de sus mezquinos intereses de poder político y económico.

Esta estratagema es astuta y calculada. Al enmascarar sus verdaderas intenciones bajo la apariencia de preocupación por los trabajadores mineros, estos poderes logran movilizar fuerzas en su beneficio, creando una fachada de solidaridad que oculta su explotación y opresión. Esta situación resalta la complejidad de la lucha por la justicia social y la importancia de desenmascarar las estructuras de poder que perpetúan la desigualdad y la injusticia.

El caso del ex-viceministro Illanes ejemplifica de manera trágica hasta dónde pueden llegar los acaudalados mineros disfrazados de proletariado en su búsqueda desesperada por mantener y expandir su control sobre la industria. El brutal desenlace de las movilizaciones, que culminaron en la pérdida de vidas humanas, incluida la de una autoridad nacional, revela la magnitud de la violencia y el abuso de poder inherentes a estas dinámicas. El asesinato del ex-viceministro Illanes, quien intentaba en vano dialogar con los mineros para resolver pacíficamente el conflicto, pone de manifiesto la falta de escrúpulos y la crueldad de aquellos que se benefician de la explotación minera. La brutalidad con la que Illanes fue golpeado y torturado por los mineros es un recordatorio escalofriante de la deshumanización que puede surgir cuando el poder y los intereses económicos están en juego. La creación de sindicatos dentro de las cooperativas mineras desató una crisis que reveló las tensiones profundas y la resistencia feroz de aquellos que temían perder su dominio sobre la fuerza laboral.

La búsqueda de poder político por parte de los empresarios mineros acaudalados, ya sean cooperatizidados o no, constituye un componente fundamental de su estrategia para consolidar y ampliar su dominio económico. Estos empresarios han tejido alianzas estrechas con el partido gobernante MAS-IPSP, asegurando así un acceso privilegiado a espacios políticos de gran influencia. Esta alianza ha engendrado una nueva élite señorial minera que opera con una impunidad virtual en su búsqueda por asegurar y proteger sus intereses económicos y políticos. Ahora, senadores, diputados, gobernadores y otros cargos de poder político son ocupados por individuos afines a estas élites mineras, permitiéndoles ejercer su influencia de manera desproporcionada en Bolivia. Este entrelazamiento entre el poder económico y político no solo refuerza las desigualdades estructurales en el país, sino que también socava la democracia al privilegiar los intereses de una élite poderosa sobre los derechos y necesidades del pueblo boliviano en general.

Los verdaderos propósitos de los acaudalados empresarios mineros van mucho más allá de lo que muestran públicamente. La revelación gradual de estas intenciones pone de relieve su ambición por imponer una legislación favorable a sus intereses, que les permita ampliar sus áreas de explotación minera, incluso adentrándose en zonas protegidas como las reservas fiscales. Este intento de privatización de los recursos mineros del país refleja su deseo de consolidar su dominio sobre la riqueza mineral boliviana y perpetuar su control sobre la industria minera. La búsqueda de leyes que legitimen estas prácticas revela una estrategia calculada para legalizar lo que ya realizan de facto: el manejo arbitrario de los yacimientos mineros a su antojo.

Estas exigencias desmedidas no son nuevas, ya que desde hace años estas élites mineras han buscado legitimar sus acciones a través de una nueva Ley Minera. Su objetivo último es erigirse como una casta privilegiada capaz de disponer de los recursos mineros del país como si fueran propios. Además, se resisten vehementemente a la organización sindical de sus trabajadores, ya que esto pondría en riesgo su capacidad para sobreexplotar a la fuerza laboral sin ningún tipo de control. Esta resistencia a la sindicalización revela su intención de mantener un control absoluto sobre las condiciones laborales y de explotación en beneficio de sus propios intereses económicos.

Asimismo, los intereses políticos de la clase acaudalada minera en Bolivia han perdido cualquier atisbo de principios ideológicos de lucha que pudieran haber tenido en el pasado. Ya no se trata de una resistencia revolucionaria contra dictaduras o de la defensa de los derechos de los trabajadores mineros, como en épocas anteriores. Un ejemplo contundente de esta transformación es la participación de un representante de esta clase minera en el derrocamiento de Evo Morales en 2019. Luis Fernando Camacho admite abiertamente la colaboración de su padre en las negociaciones para el golpe de Estado. En sus propias palabras, relata cómo un minero, representante de estos intereses, ofreció la fuerza de 6.000 trabajadores mineros armados con dinamita para sacar a Morales del poder.

Esto no solo ilustra la pérdida de los ideales revolucionarios que alguna vez caracterizaron al movimiento minero boliviano, sino que también revela la alianza entre la clase empresarial minera y sectores políticos dispuestos a utilizar cualquier medio (se descubrió por ejemplo que ese representante minero jugaba a los dos bandos), incluida la violencia, para alcanzar el poder. La disposición de estos empresarios acaudalados mineros a recurrir a la fuerza bruta y la coerción para lograr sus objetivos políticos y económicos subraya la naturaleza depredadora de su influencia en la sociedad boliviana. En lugar de ser defensores de los derechos y la justicia, estos actores privilegiados se han convertido en instrumentos de la desestabilización y la opresión, en detrimento del bienestar del pueblo boliviano en su conjunto.

La clase acaudalada minera en Bolivia se ha consolidado como una élite privilegiada que ocupa posiciones prominentes en las altas esferas de poder político y económico del país. Sin embargo, su lealtad se reduce únicamente a sus propios intereses, dejando de lado cualquier principio ideológico o compromiso con la justicia social que alguna vez pudieron haber tenido. Esta transformación representa la antítesis de la lucha revolucionaria que dio origen a esta clase, marcando un triste derrotero para el gran ideario revolucionario minero del pasado. En lugar de ser agentes de cambio y progreso, estos empresarios mineros se han convertido en símbolos del oportunismo político y la explotación despiadada, traicionando así el legado de aquellos que lucharon valientemente por un futuro más justo y equitativo. Es un recordatorio sombrío de cómo el poder y la riqueza pueden corromper incluso las aspiraciones más nobles, y de cómo los ideales revolucionarios pueden desvanecerse en la vorágine de la codicia y el oportunismo.

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LA UNIVERSIDAD PÚBLICA BOLIVIANA Y LA CULTURA DE LA CORRUPCIÓN : EL LADO OSCURO DE LA EXPERIENCIA UNIVERSITARIA

Por: Nulfo Yala

La universidad pública en Bolivia está en agonía. Herida de muerte por la corruptela del poder de las corruptas alianzas del mal llamado cogobierno que legitiman esta suerte trágica en la que se ha transformado el ideal del grito de córdoba que democratizó la universidad y fundó la autonomía universitaria. Todavía resuena en la memoria aquel movimiento estudiantil en 1918 que lucho contra una universidad represiva, autoritaria, corrupta y decadente; pero que al parecer fracasó en Bolivia y como si se tratara de un paradójico final, se ha convertido en todo lo que en un momento luchó. Fatal desenlace de una autonomía descompuesta que devora el ideario que lo engendró.

Lo que alguna vez fue un ambiente académico centrado en el aprendizaje y la investigación se ha convertido en un caldo de cultivo político, donde las alianzas y las prebendas son moneda corriente para aquellos que buscan acceder a los espacios de poder y obtener beneficios económicos. Este fenómeno ha dado lugar a una cultura de corrupción que permea todos los niveles de la institución.

Los estudiantes, que ingresan con la esperanza de adquirir conocimientos y habilidades, se encuentran atrapados en un entorno donde la política corrupta es omnipresente. La mal utilizada autonomía universitaria ha generado un sistema en el que la impunidad reina para aquellos que están dispuestos a sucumbir a las tentaciones de los espacios de poder del cogobierno. Como resultado, muchos jóvenes, en lugar de graduarse con una educación enriquecedora, se gradúan con sus valores y principios comprometidos por la maquinaria de corrupción que opera dentro de la institución.

Esta situación plantea un desafío significativo en el sentido del ser de la universidad, sino también para el futuro de la sociedad en su conjunto. Si no se aborda de manera efectiva, la corrupción en el ámbito universitario no solo socavará aún más su credibilidad que ya está de por sí cuestionada, sino que también perpetuará un ciclo de deshonestidad y falta de ética que afectará negativamente a las generaciones futuras.

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La mayoría de los estudiantes se ven obligados al silencio, paralizados por el temor a la censura y las represalias de estas alianzas corruptas que operan como una suerte de dictadura disfrazada bajo pactos de mediocridad y contubernio. Esta opresión sofoca cualquier intento de disentir o de expresar descontento, desviando así el sentido histórico de la lucha universitaria por la reivindicación y la formación de valores humanos y desarrollo científico. En lugar de ser espacios de debate abierto y crítico, las aulas se convierten en escenarios de complicidad y conformismo, donde la voz del estudiante se ve ahogada por el peso de la corrupción institucional.

Esta dinámica perversa mina el potencial transformador que la educación superior debería tener en la sociedad. En lugar de ser motores de cambio y progreso, las instituciones universitarias se convierten en cómplices pasivos de un sistema corrupto que perpetúa la injusticia y la desigualdad en el que lamentablemente se encuentra sumergido todo el país.

La situación se agrava al considerar la vasta cantidad de recursos financieros que fluyen hacia la Confederación Universitaria Boliviana (CUB) y las Federaciones Universitarias Locales (FULes), provenientes de un porcentaje de las matrículas pagadas por los propios estudiantes al inscribirse. Además, el artículo 2° inciso I del Decreto Supremo 1322, de agosto del 2012, otorga a las universidades públicas la autorización para utilizar hasta un 5% de los fondos percibidos por concepto del Impuesto Directo a los Hidrocarburos (IDH) para financiar actividades y representaciones estudiantiles relacionadas con la Extensión Universitaria, Cultura y Deportes a nivel local, nacional e internacional.

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A pesar de esta evidente dependencia financiera de los fondos públicos, los llamados «líderes» universitarios bolivianos se proclaman como «independientes». Desde hace dos décadas, se han refugiado en la histórica e intocable autonomía universitaria para eludir la rendición de cuentas y evitar la fiscalización de los recursos que reciben, muchas veces avalados con el silencio cómplice de las autoridades universitarias, pues fueron elegidas gracias a alianzas con estos líderes y al final, como es normal en Bolivia “se debe pagar la factura”. Esta falta de transparencia y rendición de cuentas mina la confianza en las universidades y socava los principios fundamentales de la democracia y defenestra la tan desgastada autonomía universitaria.

En Bolivia, los dirigentes universitarios están cada vez más enfocados en satisfacer intereses personales y de grupo, lo que ha dado lugar a un creciente prebendalismo, clientelismo, chantaje y corrupción generalizada dentro de las instituciones educativas. No es ningún secreto que estas prácticas corruptas se originen en grupos docentes y autoridades que utilizan a estos líderes estudiantiles para obtener beneficios personales y grupales, así como para consolidar sus propios intereses políticos. Estos intereses suelen visibilizarse con mayor nitidez en épocas electorales para la elección de autoridades universitarias, recurriendo a pactos y alianzas prebendales que alimenta aún más el ciclo de corrupción en el sistema universitario.

La corrupción se ha arraigado en estas instituciones porque, entre otros factores, los dirigentes universitarios manejan considerables recursos económicos y han logrado cooptar el sistema universitario, reflejando así las prácticas corruptas que imperan a nivel nacional en el Estado boliviano. Lamentablemente la corrupción endémica que prevalece en el Estado sirve de modelo para otras instituciones, como las universidades, donde la impunidad, la falta de transparencia han permitido que estas prácticas continúen sin control.

Las peleas por espacios de poder y la corrupción que prevalecen en las casas de estudios superiores en Bolivia no solo son un reflejo de lo que sucede a nivel nacional, sino que también tienen consecuencias trágicas como sucedió en aquel suceso funesto, en una asamblea estudiantil, que cobró la muerte de cuatro estudiantes universitarias y más de 80 heridos durante una avalancha humana en una asamblea de la Universidad Tomás Frías en 2022. A pesar de la magnitud de este trágico evento, dos años después ha caído en el olvido y las condiciones que lo propiciaron apenas han cambiado. La corruptela del poder en el interior de las universidades públicas permanece inalterable, y lo más preocupante es que se ha normalizado en la sociedad.

La universidad pública en Bolivia está en agonía. Herida de muerte por la corruptela del poder de las corruptas alianzas del mal llamado cogobierno que legitiman esta suerte trágica en la que se ha transformado el ideal del grito de córdoba que democratizó la universidad y fundó la autonomía universitaria. Todavía resuena en la memoria aquel movimiento estudiantil en 1918 que lucho contra una universidad represiva, autoritaria, corrupta y decadente; pero que al parecer fracasó en Bolivia y como si se tratara de un paradójico final, se ha convertido en todo lo que en un momento luchó. Fatal desenlace de una autonomía descompuesta que devora el ideario que lo engendró.

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BLOQUEOS Y CORRUPCIÓN: LA REALIDAD DE LA UNIVERSIDAD POTOSINA. PARTE I

Por Nulfo Yala

La normalización del abuso y la vulneración del derecho a la educación en la Universidad Potosina, motivadas por los intereses particulares de los bloqueadores, reflejan una profunda crisis institucional.

Durante los últimos años, la Universidad Potosina ha sido testigo de una serie de bloqueos recurrentes a sus instalaciones por parte de estudiantes de diversas carreras, motivados por intereses de grupo y reivindicaciones particulares. Estas acciones han generado un perjuicio considerable en las actividades académicas, donde la suspensión de clases es el pan de cada día, como ocurrió recientemente los días 27 y 28 de marzo.

Esta cultura del bloqueo, arraigada desde hace tiempo, ha prosperado debido a la tolerancia, permisividad y debilidad institucional, así como a la falta de liderazgo por parte de las autoridades universitarias. Sin embargo, lo que agrava la situación es la presencia de una cultura de corrupción política, donde las autoridades, para acceder al poder, negocian o realizan acuerdos con grupos de docentes y estudiantes, muchos de los cuales son precisamente los instigadores de estos bloqueos. Impotentes por su dependencia de estos grupos para mantenerse en el poder, las autoridades son incapaces de poner fin a estos abusos.

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La degeneración de la autonomía universitaria a causa de estas alianzas corruptas ha sumido a la Universidad Potosina en un estado de desgobierno constante. Las clases son suspendidas a merced del abuso y la tiranía de los bloqueadores, en ocasiones con la complicidad o la instigación de grupos de docentes que persiguen sus propios intereses políticos. Esta situación representa no solo un grave obstáculo para el derecho a la educación de los estudiantes, sino también una amenaza para la integridad académica y la estabilidad institucional de la universidad.

La normalización del abuso y la vulneración del derecho a la educación en la Universidad Potosina, motivadas por los intereses particulares de los bloqueadores, reflejan una profunda crisis institucional. Esta crisis se alimenta de las ansias de poder y los pactos de mediocridad que caracterizan a aquellos que son elegidos como autoridades universitarias. El costo de esta búsqueda desmedida de poder es la pérdida de la esencia misma de lo que debería ser una institución educativa.

Es importante destacar que estos bloqueos serían impensables en otras universidades alrededor del mundo. Por lo general, los infractores serían castigados con la expulsión, y las autoridades que toleraran tales actos enfrentarían la destitución y procesos legales por incumplimiento de deberes. Sin embargo, en el caso de la Universidad Potosina, estos abusos son premiados e incluso sirven como trampolín para los perpetradores hacia puestos de poder político. Es común ver cómo estudiantes que fueron bloqueadores en algún momento terminan ocupando cargos como diputados, viceministros y otras posiciones de influencia en Bolivia.

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La utilización del bloqueo como una herramienta para visibilizarse públicamente no solo responde a intereses estudiantiles, sino que también sirve a las mafias políticas corruptas de los partidos políticos bolivianos. Estas mafias aprovechan la situación para reclutar a estudiantes bloqueadores y sumarlos a sus filas de corrupción, perpetuando así un ciclo de abuso de poder y desviación de recursos públicos.

Esta lamentable situación perpetúa un ciclo vicioso de impunidad y corrupción, donde aquellos que deberían proteger y promover el derecho a la educación son precisamente quienes lo vulneran en aras de sus propios intereses.

La Universidad Potosina se encuentra a la deriva, sumida en pactos de mediocridad y contubernios políticos de corrupción. En este entorno, la educación y la investigación, que deberían ser las prioridades fundamentales, pasan a un segundo plano. ¿Cómo puede la institución hacer ciencia y formar profesionales de calidad, como les gusta vanagloriarse a las autoridades de turno, si las clases son constantemente interrumpidas y la universidad está sitiada y bloqueada por personas sin escrúpulos?

La complacencia, inacción e incluso complicidad de las autoridades ante estos actos solo agravan la situación, socavando aún más el derecho a la educación de la comunidad estudiantil y el derecho de los docentes al trabajo, que aunque son contados, están comprometidos con la formación y el desarrollo de la educación en el país. Es imprescindible romper con este ciclo de corrupción y abuso de poder para restaurar la integridad y el propósito académico de la universidad. Urge una transformación profunda de la institucionalidad de la Universidad Potosina, donde se promueva la transparencia, la responsabilidad y el respeto por los derechos fundamentales de la comunidad estudiantil y el derecho al trabajo de docentes y administrativos. Solo así podrá restaurarse la integridad y el prestigio de esta institución académica y garantizar un ambiente propicio para la investigación y la formación de profesionales competentes que contribuyan al desarrollo de la sociedad.

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REFLEXIONES Y DUDAS DEL PROCESO TITULARIZACIÓN DOCENTE EN CONVOCATORIAS EN UNIVERSIDADES PÚBLICAS DE BOLIVIA. ANALISIS DEL CASO DE LA UNIVERSIDAD PÚBLICA DE POTOSI

Por Nulfo Yala:

La universidad pública parece estar profundamente afectada por los «amarres» y las alianzas de poder del denominado cogobierno, que ejerce su influencia incluso dentro de cada carrera. Este fenómeno legitima una suerte de alianzas políticas que, impulsadas por intereses de grupos de poder, buscan mantenerse en el poder y seguir disfrutando de los privilegios resultantes.

En la actualidad, a través de distintos medios de comunicación y en las entrevistas realizadas a las autoridades universitarias, especialmente en el contexto de la Universidad Pública Potosina, se sugiere que la institución está encaminada hacia la mejora de la calidad educativa mediante la implementación de exámenes de competencia para la titularidad docente. Este aspecto, más allá de su difusión mediática y del posible interés de las autoridades por proyectar una imagen positiva, requiere un análisis más detallado y crítico.

Se plantea la mejora de la calidad educativa en la universidad, pero surge la pregunta sobre si la titularización de docentes realmente conducirá a dicho mejoramiento, especialmente cuando muchos de estos docentes ya formaban parte del cuerpo docente y simplemente han cambiado su estatus dentro del escalafón. Esta situación nos lleva a cuestionar la efectividad real de este proceso y por ende surgen varias preguntas: ¿Es que acaso la sola titularización de docentes garantizará el mejoramiento de la calidad, que dicho de esa manera suena tan importante pero tan vacía cuando el argumento solamente se convierte en una declaración eufemística y mediática? Pero siendo más específicos, ¿será que el proceso de titularización ha sido realmente transparente, probado, íntegro y sobre todo coherente con los requisitos exigidos para dar la categoría de titular o docente de carrera, establecidos en los estándares internacionales como garantía para ejercer la docencia?

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Para dilucidar este asunto con mayor detalle, es esencial analizar las convocatorias emitidas por la Universidad Pública Potosina para la gestión 2024. Sorprendentemente, estas convocatorias resultaron ser idénticas para todas las carreras, con la única variación de los detalles específicos de cada una. Esta homogeneidad plantea interrogantes sobre la transparencia y la equidad en el proceso de titularización. ¿Será que estas convocatorias se ajustaron a las necesidades y particularidades de cada área científica en la particularidad y el contexto de cada Carrera?

Dentro de los requisitos mínimos habilitantes, resulta desconcertante observar que no se ha contemplado un aspecto fundamental, incluso de sentido común, que normalmente no se omitiría en ninguna convocatoria a docencia especializada en cualquier parte del mundo: la exigencia de poseer títulos de especialidad posgraduales en las asignaturas para las cuales se postula. ¿Acaso no es relevante que el futuro docente titular sea un especialista en el área en la que enseñará? ¿Se trata de una omisión involuntaria? La complicación aumenta aún más al preguntarnos cómo se verificará si el postulante es un experto en el área de conocimiento que está solicitando. Esta omisión constituye un error grave en el proceso. Si se sigue este criterio, se iguala al neófito con el experto, tal como lo confirma el tango «Cambalache» de Santos Discépolo: «Da lo mismo Don chico que Napoleón».

Para empeorar la situación, resulta que solo se exige una experiencia mínima de dos años a partir del título profesional. En otras palabras, estamos considerando postulantes que podrían ingresar a la carrera docente como docentes titulares sin especialidad y con tan solo dos años de experiencia. ¿No es acaso increíble?

Otro aspecto observado es que, dentro de los requisitos mínimos habilitantes de la convocatoria, se exija un curso de manejo de entornos virtuales, certificado con una carga mínima de 40 horas. Resulta sorprendente porque, a diferencia de los títulos posgraduales de especialidad, que ni siquiera son requisitos según lo establecido en la convocatoria, el incumplimiento de este certificado de entornos virtuales haya sido motivo de inhabilitación para los postulantes. ¿Será que se considera que un curso breve sobre entornos virtuales es más relevante que una especialidad posgradual? Además,  se exigió que  este curso debería ser dictado necesariamente por una universidad del sistema de la universidad boliviana. Surge la duda si esta exigencia hace referencia al curso publicado por la unidad de Posgrado de la universidad semanas antes de las convocatorias; es decir si estaba planificado exigirlo para fines de titularización. También queda la incertidumbre sobre cuántos postulantes con especialidad fueron inhabilitados o no se presentaron debido a la falta de este requisito, dado que, según lo establecido en la convocatoria, el curso breve sobre manejo de entornos virtuales parece tener más peso que un título posgradual de especialidad. ¿No es acaso extraño?

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Lo que sigue es de antología. Se incluyó en la convocatoria, entre otros requisitos (no inhabilitantes), la presentación de producción intelectual por parte de los postulantes. Es decir, no importa si los postulantes hacen ciencia o no; o, si publican su producción intelectual o no lo hacen, igual nomás seguirán en carrera para su titularización. Mientras que, en gran parte del mundo, la producción intelectual es un requisito indispensable para ejercer la docencia en las universidades, con exigencias incluso de publicación en revistas científicas indexadas y arbitradas. En Potosí, esta realidad es diferente. Es increíble, pero cierto, y esto está sucediendo actualmente en la Universidad Pública de Potosí. Además, para colmo de males, en la convocatoria se equipara con el requisito de participación en cualquier ámbito de la vida universitaria; lo que significa que para la Universidad Pública Potosina las publicaciones científicas tienen el mismo valor que ser parte de la representación universitaria en un equipo deportivo o formar parte del gremio o sindicato docente. En consecuencia resulta lamentable y desconcertante la falta de valorización que se le otorga a la producción científica en esta universidad.

Finalmente, resulta llamativa la referencia que se hace en los últimos párrafos de las convocatorias, donde se advierte que la categorización o recategorización estará sujeta a la aplicación de la matriz de compromiso suscrita por la universidad con el gobierno boliviano. ¿Qué significa esta aclaración? ¿Acaso estaba previamente planeado que los docentes en categoría de invitados serían titularizados? Considerando la situación de austeridad de la universidad, dado que durante varios años se gastó más allá de los límites presupuestarios asignados por el gobierno, ¿tiene sentido titularizar a estos docentes, lo que implicaría un aumento en sus remuneraciones por la recategorización o, peor aún, contratar nuevos docentes, lo que significaría un incremento en la planilla de gastos? ¿No resulta contradictorio que en época de austeridad se aumenten los gastos de la planilla?

Surgen más preguntas sobre si estos procesos han sido verdaderamente transparentes o si simplemente constituyen promesas de campaña que buscan obtener réditos políticos, ya sea actualmente o en el futuro, por parte de candidatos que buscan ser reelegidos o elegidos para posiciones jerárquicas superiores en las autoridades universitarias. ¿Ha sido el proceso de titulación libre de legitimación de alianzas políticas entre las camarillas de poder funcionales dentro de la universidad? ¿O ha estado sujeto a exigencias y compromisos impuestos a los candidatos seleccionados para titularizarse?

Estas cuestiones plantean dudas fundamentales sobre la integridad y la transparencia de los procesos universitarios en Potosí . La universidad pública parece estar profundamente afectada por los llamados «amarres» (en jerga popular) y las alianzas de poder del denominado cogobierno, que ejerce su influencia incluso dentro de cada carrera. Este fenómeno legitima una suerte de alianzas políticas que, impulsadas por intereses de grupos de poder, buscan mantenerse en el poder y seguir disfrutando de los privilegios que estas alianzas les proporciona. Esta situación, como un cáncer que se reproduce generación tras generación, plantea la preocupación de que muchos de los docentes titularizados eventualmente retornen favores o perpetúen este sistema corrupto arraigado a lo largo del tiempo.

Ante esta situación, la admonición de Ayn Rand, que para muchas sociedades se ha vuelto trágicamente profética, sigue resonando hoy en día con la misma intensidad: «Cuando veas que la corrupción es premiada y la honestidad se convierte en un sacrificio, sabrás que nuestra sociedad está condenada».

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DEL HOLOCAUSTO AL PRESENTE: EL RESURGIMIENTO DEL ODIO Y LA AMNESIA COLECTIVA EN EL CONFLICTO ACTUAL DE ISRAEL Y PALESTINA EN LA FRANJA DE GAZA

Por: Nulfo Yala

Lo que alguna vez fue una nación víctima se ha convertido en el agresor, una ironía amarga que pone de relieve las complejidades y contradicciones de la historia humana. La lucha por la existencia se ha transformado en una lucha por la supremacía, donde las víctimas de ayer son los perpetradores de hoy.

En el complejo telón de fondo de los conflictos geopolíticos contemporáneos, se revela un patrón perturbador de transformación y contradicción. Uno de los casos más prominentes de esta dinámica es el Estado de Israel, cuya trayectoria histórica ha experimentado una metamorfosis sorprendente y desgarradora.

Inicialmente, el Estado de Israel emergió como un símbolo de la tragedia humana, marcado por el Holocausto y el sufrimiento indecible de millones de personas. Sin embargo, con el paso del tiempo, este país ha asumido un papel muy diferente en el escenario mundial, uno teñido por la violencia y el derramamiento de sangre.

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Más de 30,000 vidas, a la fecha, han sido reclamadas por esta nueva fase de conflicto del Estado de Israel con el Pueblo Palestino, y entre los más afectados se encuentran los más vulnerables: niños, mujeres y ancianos. Este cambio ha sido acompañado por la ocupación territorial del Pueblo Palestino, una acción que ha llevado a una disminución constante de su espacio vital.

Lo que alguna vez fue una nación víctima se ha convertido en el agresor, una ironía amarga que pone de relieve las complejidades y contradicciones de la historia humana. La lucha por la existencia se ha transformado en una lucha por la supremacía, donde las víctimas de ayer son los perpetradores de hoy.

Sin embargo, esta narrativa distorsionada de autodefensa y supervivencia se desmorona cuando se examinan más de cerca los hechos. El grupo Hamas, culpado por el Estado de Israel como la causa de sus acciones militares, no representa la totalidad del Pueblo Palestino. Además, las víctimas de esta guerra desigual no son solo los miembros del grupo Hamas, sino una población indefensa atrapada en el fuego cruzado, incluso, sorprendente y trágicamente en hospitales y escuelas.

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Detrás de este trágico escenario, se vislumbran los intereses geopolíticos e imperiales del Estados Unidos, cuya ambición por el control militar en Oriente Medio ha encontrado un aliado en el Estado Israelita. Este último, que, lejos de ser el bastión de la autodefensa, se ha convertido en un instrumento dócil en manos de un imperio en decadencia.

En el escenario global, la complicidad y el silencio de las Naciones Unidas son evidencia de su esterilidad e incapacidad para asumir una posición definida y efectiva en la búsqueda de un alto al fuego para detener la masacre. Este organismo, una vez un faro de esperanza para los más vulnerables, ahora yace en la oscuridad de la inacción, impotente ante el sufrimiento que se despliega ante sus ojos. Su obsolescencia se acentúa aún más por su funcionalidad diligente cuando los intereses de las potencias globales, especialmente el imperio estadounidense, así lo requieren.

La complicidad cobarde se extiende más allá de la incapacidad e impotencia del Organismo de las Nacines Unidas. Europa y gran parte del mundo occidental, adoptan una actitud sumisa e interesada, cerrando los ojos ante los crímenes del Estado de Isreal. Estos países, que alardean de ser campeones de los valores democráticos del mundo occidental, son víctimas de su propia hipocresía. Mientras predican sobre los derechos humanos y la justicia, su complicidad se manifiesta en la prestación de ayuda militar, el financiamiento y el equipamiento para las masacres llevadas a cabo del Estado de Israel contra el Pueblo Palestino.

Esta duplicidad moral es una afrenta a la dignidad humana y una traición a los principios fundamentales que supuestamente defienden. El doble rasero es tan vergonzoso como destructivo, erosionando la credibilidad de aquellos que pretenden ser guardianes de la democracia y los derechos humanos.

Las preguntas se multiplican en un escenario marcado por la tragedia y la ambigüedad moral. ¿Dónde quedan las lecciones de la derrota del nazismo, esa página oscura de la historia que tantas vidas cobró y tanto sufrimiento sembró en el mundo? ¿Es posible que estemos presenciando el resurgimiento de un nuevo holocausto, esta vez perpetrado por el Estado de Israel, que antes fue víctima y ahora se ha convertido en verdugo, dirigiendo su violencia contra el Pueblo Palestino?

Estas interrogantes se profundizan al contemplar el apoyo de países de la Unión Europea y Estados Unidos, junto con sus aliados, a regímenes que evocan fantasmas del pasado, como el nazismo y el fascismo. ¿Cómo es posible que aquellos que una vez lucharon contra estas ideologías totalitarias ahora las justifiquen y respalden en nombre de un supuesto derecho a la defensa? ¿Acaso estas ideologías han resurgido de las cenizas, adaptándose y metamorfoseándose para continuar su ciclo de odio y destrucción?

Es una reflexión inquietante, una llamada de atención para examinar críticamente nuestros compromisos y valores. ¿Es posible que el nazismo haya vencido de alguna manera, perdurando en formas sutiles, pero igualmente mortíferas, mudando de piel, pero manteniendo intacto su veneno? ¿Nos encontramos frente a una metamorfosis del odio, dirigido ahora hacia otros pueblos que se han convertido en víctimas de estas ideologías destructivas que todavía perduran?

Son preguntas incómodas pero necesarias en un mundo que se enfrenta a la complejidad de su propia historia y a las sombras que acechan en el horizonte. La memoria del pasado debe guiarnos hacia una comprensión más profunda del presente, y hacia la acción decisiva para evitar que los errores del pasado se repitan en un ciclo interminable de violencia y sufrimiento.

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MINERÍA Y DERECHOS HUMANOS: UN ANÁLISIS DE SU IMPACTO EN EL ACCESO AL AGUA. CASO DE LA CIUDAD DE POTOSÍ, BOLIVIA

Por: Nulfo Yala

Debemos plantearnos  si estamos dispuestos a seguir tolerando esta situación. ¿Es aceptable que las ganancias de la actividad minera sigan primando sobre la seguridad y el bienestar de las personas? ¿Estamos dispuestos a sacrificar la salud de nuestros ecosistemas y la calidad de vida de las generaciones futuras en aras de un beneficio económico a corto plazo?

En el horizonte se cierne una amenaza silente pero devastadora: la posibilidad de una sequía catastrófica que podría desencadenar consecuencias impredecibles en las regiones afectadas en la actualidad. A lo largo de los años, hemos sido testigos de cómo la falta de agua potable se ha convertido en un problema creciente, extendiendo sus garras en diferentes rincones del mundo. En particular, el occidente boliviano, y más específicamente Potosí; regiones que sufren una grave crisis que nos lleva a cuestionar las causas subyacentes de esta emergencia.

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Si bien es innegable que la escasez de agua tiene raíces multifacéticas y complejas, en este artículo exploraremos uno de los factores principales que contribuye a esta crisis: la actividad minera y su impacto en el recurso hídrico. La explotación, concentración y comercialización de minerales, entre otras formas de actividad minera (caso de los ingenios mineras, empresas comercializadoras, empresas acopiadoras y concentradores, etc.), han demostrado ser un factor determinante en la disminución de la calidad y cantidad del agua disponible para consumo humano.

La relación entre la actividad minera y la contaminación del agua es un tema que merece una atención especial. A menudo, las ganancias económicas generadas por la minería fluyen directamente hacia el interés económico de las instancias gubernamentales a través de las denominadas “regalías” y las arcas de las mismas empresas y/o cooperativas. Mientras que los costos sociales y ambientales son asumidos por poblaciones enteras y ecosistemas vulnerables. Esta desigualdad en la relación costo-beneficio plantea cuestionamientos éticos y morales fundamentales.

La actividad minera, en su búsqueda incansable de producción de minerales, libera una serie de contaminantes que terminan en los cuerpos de agua cercanos. Sustancias como metales pesados, productos químicos tóxicos y desechos sólidos contaminan fuentes de agua subterránea y superficial. Esta contaminación no solo reduce la disponibilidad de agua potable sino que también la hace peligrosa para el consumo humano y perjudica gravemente los ecosistemas.

La realidad es que, en la mayoría de los casos, bajo la excusa y a veces chantaje de que la economía de la región (entiéndase como supuesto medio de supervivencia por sus defensores) las poblaciones locales que albergan actividades mineras no obtienen los beneficios que podrían esperarse de esta industria. La mayoría de las ganancias económicas se concentran en manos de los inversionistas y empresarios, mientras que la mayoría de la gente sufre de la degradación de su entorno natural y la disminución de la calidad de vida. Esta inequidad económica y social se agrava aún más cuando se trata de comunidades indígenas que tienen un profundo vínculo cultural y espiritual con la tierra y el agua.

La minería es una de las actividades humanas más intensivas en el uso del agua. Cada etapa de la cadena productiva minera requiere enormes cantidades de agua. Esta demanda hídrica es particularmente preocupante en regiones donde el agua ya es un recurso escaso y preciado.

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Un aspecto adicional a considerar es la pérdida de agua a través de procesos naturales como la evaporación y la infiltración, así como el aumento del consumo de agua a medida que la calidad de los yacimientos disminuye con su explotación continua. La escasez de agua es un problema que se retroalimenta en el ámbito minero, ya que a medida que los recursos hídricos se agotan, la industria minera se ve obligada a buscar fuentes de agua cada vez más distantes y costosas de obtener.

Sin embargo, el alto consumo de agua no es el único problema asociado a la actividad minera. Uno de los mayores riesgos que plantea esta industria es la contaminación del agua, un tema de preocupación creciente en todo el mundo. Los productos químicos utilizados en los procesos mineros pueden infiltrarse en el suelo y las fuentes de agua, afectando tanto a los ecosistemas acuáticos como a la salud humana.

Estos productos químicos, que incluyen compuestos tóxicos, tienen el potencial de causar estragos en los cuerpos de agua y en las poblaciones que dependen de ellos para su abastecimiento. La exposición a estas sustancias puede provocar una serie de problemas de salud graves, como enfermedades neurológicas, trastornos reproductivos y cáncer. Este problema es particularmente preocupante, con el caso de la contaminación por el plomo, en la ciudad de Potosí, Bolivia.

En lo que respecta a la cantidad de agua disponible, la minería puede agotar significativamente los recursos hídricos locales. Grandes volúmenes de agua son extraídos para satisfacer las necesidades de la industria minera, lo que contribuye a reducir la disponibilidad de agua para la población cercana, produciendo desabastecimiento y sequías como sucede actualmente. Esta disminución de la cantidad de agua afecta desproporcionadamente a las poblaciones más vulnerables que dependen del acceso al agua para su supervivencia.

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La minería, al afectar la calidad y disponibilidad del agua, viola también otros derechos humanos fundamentales. El Derecho Humano a la Salud se ve amenazado cuando la exposición a sustancias químicas tóxicas en el agua conduce a afecciones graves en la población afectada. Del mismo modo, el Derecho Humano a un Ambiente Sano se ve comprometido cuando los ecosistemas se ven perjudicados por la contaminación minera, lo que afecta negativamente la flora y fauna locales.

De esta manera estas formas de actividades mineras se transforman insostenibles, representando por tanto un riesgo flagrante para el Derecho Humano al Acceso al Agua Potable y Saneamiento. Derecho, ampliamente respaldado por las Naciones Unidas en la Resolución 64/292 que reconoce la importancia fundamental del acceso a agua limpia y segura para todas las personas. Sin embargo, la actividad minera desenfrenada pone en peligro tanto la cantidad como la calidad de las fuentes de agua, socavando así este derecho humano esencial.

Debemos plantearnos  si estamos dispuestos a seguir tolerando esta situación. ¿Es aceptable que las ganancias de la actividad minera sigan primando sobre la seguridad y el bienestar de las personas? ¿Estamos dispuestos a sacrificar la salud de nuestros ecosistemas y la calidad de vida de las generaciones futuras en aras de un beneficio económico a corto plazo?

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Es fundamental que abordemos esta problemática con seriedad y urgencia. La protección de nuestras fuentes de agua son imperativos para garantizar un futuro sostenible. El desafío de la escasez de agua para el consumo humano y su relación con la actividad minera nos exige una profunda reflexión y la toma de medidas concretas. No podemos permitir que la sed de lucro y un enfoque de desarrollo basado en la generación de riqueza como fuente y destino último de la sociedad, socave la esencia misma de nuestra existencia: el acceso a agua limpia y segura. Es hora de que las voces se alcen y que se promueva acciones constructivas que nos lleve hacia soluciones que respeten tanto el derecho humano al agua como el equilibrio de nuestro planeta. De manera que se tomen medidas efectivas para proteger este derecho humano esencial, garantizar y priorizar el acceso de los recursos hídricos para consumo humano y en el entorno natural.

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¿QUIÉN CUIDA EL AGUA EN POTOSÍ? – LAS AGUAS ROBADAS

Por: Milenka Almanza López

Pero no solo se apropian del agua, sino que después de sus procesos productivos violentos, nos la devuelven contaminada, con una carga social, económica y ambiental acumulada en las espaldas de los menos poderosos.

La crisis ambiental y del agua a nivel mundial tiene una connotación trágica, no solo para los seres humanos, sino también para los sistemas ecológicos. Potosí, Bolivia, no está exenta de esta problemática. En resumen, es el resultado de la agudización de la tensión ecológica, política y económica en la región. Hoy en día, esta región andina está atravesando una crisis del agua debido a la sequía producto del rompimiento de los ciclos del fenómeno del niño y el cambio climático implícito. Pero no solo eso, existe una suerte de competencia entre los usuarios del agua, intereses sectarios, económicos y hasta políticos, donde el agua fluye hacia quienes tienen más poder.

En este texto, no pretendo caer en el esencialismo y analizar esta crisis desde una dinámica de petición, sensacionalismo y hacerlo como resultado de la coyuntura actual. Potosí, al ser una de las regiones donde el avance del extractivismo supone la expansión y el patrocinio de proyectos de extracción a toda costa, sin importar la fractura de los sistemas ecológicos, las vidas ni su subsistencia. Además, se piensa que el territorio de la ciudad de Potosí está exento de los efectos del Cambio Climático. Esto supone entonces caer en una lucha de poder de quienes manejan a la sociedad potosina, donde la producción del agua en la ciudad responde a negociaciones para su uso, y las «decisiones» en última instancia las toman los poderosos que «mantienen económicamente el sistema de distribución», como ellos quieren hacer creer a los pobladores de la ciudad.

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Los titulares en el periódico local mencionan: «Recursos de regalías mineras atenderán necesidades de agua en Potosí», de la voz del nuevo Gobernador de Potosí, cuando en realidad la actividad minera en Potosí es la que despoja de los recursos hídricos a la población y a los sistemas ecológicos. Este despojo se denomina despojo hídrico por contaminación, pues los empresarios mineros que operan ingenios utilizan ingentes cantidades de agua para sus operaciones de beneficio de minerales. Aguas que les son robadas no solo a los pobladores, sino también a la naturaleza. Este despojo es violento, pues mientras las madres de familia hacen fila por unos cuantos cubos de agua o esperan a que el agua salga del grifo a las 3 de la madrugada, los poderosos la reciben canalizada y segura en sus instalaciones.

Pero no solo se apropian del agua, sino que después de sus procesos productivos violentos, nos la devuelven contaminada, con una carga social, económica y ambiental acumulada en las espaldas de los menos poderosos. Bajo esas premisas, existiría la privatización del agua en Potosí en pro de los empresarios mineros, afectando el acceso justo de los pobladores de la ciudad de Potosí. Se ha llegado a vender de forma ilegal incluso a 200 bolivianos o 28.8 dólares americanos el barril de agua de 200 litros, en una suerte de colonialidad de la naturaleza, esta vez por los propios, en la denominada colonialidad interna. Este poder cruento en este caso es ejercido por poderosos patriarcales que se traducen en las cooperativas mineras, transnacionales mineras, tecnócratas y burócratas estatales.

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Esto sucede en la ciudad de Potosí porque es un escenario de inacción social; el territorio está despolitizado respecto a temas ambientales, sobre todo relacionados con la minería. En ese contexto, la búsqueda efectiva de la justicia ambiental, ecológica y social es urgente, en sociedades como la potosina que priorizan el «desarrollo económico» ante todo. El agua debe fluir en un ciclo, no hacia el poder. El agua es un bien común, y fomentar la universalización de los valores de la ética de su cuidado hacia los humanos y la naturaleza es apremiante, tan imperante y central como apostar por la sostenibilidad y continuidad de la vida como categoría de análisis. Abordar una nueva y transformada cultura ambiental en la ciudad de Potosí.

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Dejar de feminizar la naturaleza y sobreser su subordinación, repensar y cuestionar los conceptos y construcciones sobre lo que se considera feminidad y masculinidad, pues en este contexto están jugando un rol crucial en cómo las sociedades ocupan y transforman los territorios. De lo contrario, Potosí seguirá transitando hacia un territorio vacío, que se ha incluido de manera forzada en la economía mundial, donde prima el capitalismo no solo como sistema económico, sino político, social y hasta cultural, que antepone los intereses del capital sobre cualquier forma de vida, dejando de lado nuestras relaciones de interdependencia y ecodependencia con el agua.

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PARQUE NACIONAL Y ÁREA NATURAL DE MANEJO INTEGRADO COTAPATA. MEMORIAS DE VIAJE

Por Milenka Almanza

Los viajes son giros memoriales. ¡Son memorias de fuego! Cada uno de ellos devela olores, brisas, sabores, pensares y repensares. La vuelta será caótica, con interrogantes y quizá soluciones.

Los viajes dentro de Bolivia son, sin duda, giros memoriales por su amplia diversidad de vida, geografía, pisos ecológicos y culturas. Dentro de esa amplia pluralidad, están las áreas protegidas, pero con un condimento exquisito y a la vez amargo.

Entonces, para comprender mejor esta dinámica, hablaremos del Parque Nacional (PN) y Área Natural de Manejo Integrado (ANMI) Cotapata. Es importante comprender que, al ser un ANMI, se busca compatibilizar la conservación de la biodiversidad y buscar el desarrollo sostenible de sus poblaciones. Ubicado en el Departamento de La Paz, en la Cordillera Oriental y el flanco que inicia los yungas o subandino, en los municipios de La Paz, Palca y Coroico, razón por la cual está a escasas horas y media de la ciudad de La Paz. Declarada área protegida desde 1993, en la época neoliberal en Bolivia como República.

¡Es inmenso!, pues abarca 40 000 hectáreas, y dentro de esa superficie hay diferentes altitudes que van desde los 5300 msnm en el sector de la cumbre, hasta los 1250 msnm en los Yungas en Puente Elena y el río del mismo nombre; por tanto, tiene diferentes pisos ecológicos en total 5, consiguientemente una amplia diversidad de especies de flora, fauna, microorganismos (aunque no hay una base referencial de sus poblaciones y especies) y diversidad genética. Respecto a las especies de fauna se encuentran un total de 1152 especies, de las cuales 545 son invertebrados, 85 son mamíferos, 455 aves, 29 reptiles, 11 peces y 27 anfibios.

De las cuales una de las especies más representativas es: El oso de anteojos o Jucumari (Tremarctos ornatus) y el cóndor de los Andes (Vultur gryphus) que, de acuerdo al Libro Rojo de Vertebrados de Fauna Silvestre en Bolivia de 2003, tanto el Jucumari como el Cóndor se encuentran en una categoría de amenaza: vulnerable, por tanto, es importante su conservación.

Lo que llama la atención es que no se cuenta con una línea base referencial de las poblaciones de estas especies, a fin de evaluar la salud de los ecosistemas y sus indicadores de las poblaciones, lo cual limita su seguimiento correcto.

El Área Protegida Cotapata cuenta con áreas arqueológicas como el camino del Choro, siendo uno de los caminos precolombinos incas más antiguos ubicados en Bolivia. También el Camino Precolombino Sillutinkara, Camino Precolombino Chojllapata, Camino Precolombino Umapalca-Tiquimani Sendero Turístico Yucupi, Ruinas Arqueológicas de Socosani y los bosques de Queñua (Polylepis besseri) de Pongo, localidad donde además se sirve pescado que es el medio de vida de sus pobladores.

Dentro de todo el Parque Nacional y Área Natural de Manejo Integrado (ANMI) Cotapata, que tiene un total de 40,000 hectáreas, se cuenta con un total de 8 guardaparques, de los cuales 6 están siempre activos y dos están en descanso correspondiente. Esto, aunado a que muchos de ellos están bajo la modalidad de contrato, hace que no exista continuidad en los trabajos y menos seguridad laboral.

De acuerdo con Daniel, uno de los guardaparques, debido a las características del área protegida como Parque Nacional y Área Natural de Manejo Integrado, se abre un abanico de posibilidades para el funcionamiento o incorporación de actividades humanas dentro del PN y ANMI. Por lo general, los pobladores priorizan sus ingresos económicos y no la conservación. Dentro de sus competencias, los guardaparques informan a la máxima autoridad ejecutiva del Servicio Nacional de Áreas Protegidas (SERNAP) sobre diferentes actividades, obras o proyectos (AOPs) que estarían influyendo negativamente en la conservación del área protegida, pero estos informes quedan, por lo general, sin efecto.

Las principales actividades humanas de producción dentro del área protegida y, sobre todo, en el ANMI son las actividades mineras de oro, el monocultivo de coca (Erythroxylum coca), la siembra de palta (Persea americana) y las actividades de instalación de torres y antenas para telecomunicaciones. Estas actividades están en aumento, por lo que es importante establecer dentro de los criterios de delimitación de las áreas protegidas la integralidad de la naturaleza y sus interacciones. Por ejemplo, en el Área del Parque Nacional, los comunarios del lugar tristemente han procedido a desecar bofedales, que, si bien no están dentro de la delimitación del Parque, están conectados con los ciclos hidrológicos y sus zonas de recarga. Esto ha repercutido negativamente en los volúmenes de agua en las lagunas que abastecen a la ciudad de La Paz. Este es uno de los mayores problemas ambientales identificados en la visita. Es alarmante que no exista una política de protección de esos bofedales o humedales altiplánicos, cuya función en el ecosistema es tan crucial y decisiva, pues va desde el filtrado de toxinas, el abastecimiento de agua, la producción y el hábitat de la vida silvestre, la retención de sedimentos y nutrientes hasta actuar como filtros naturales.

Pero otro de los efectos visibles y no menos importantes es el progresivo avance del deshielo de los nevados de las cumbres altoandinas, producto del cambio climático global, pero además, por las cenizas que alcanzan mayores alturas. Debido a esto, los chaqueos para habilitar áreas de cultivo de coca están poniendo en alto peligro las reservas de agua dulce que se encuentran en ellos, pues sus reservas son destruidas. Pero otra de las fuentes que favorecen también el deshielo de la cumbre es la alta circulación de vehículos carburantes, que como producto de su combustión emanan gases que opacan los nevados, reduciendo su capacidad para reflejar la luz y por ende acelerando su deshielo.

Dentro de la amplia diversidad se encuentra también la diversidad cultural, que está vinculada adicionalmente con los paisajes fisiográficos, como las montañas y sus memorias de fuego, en un triste adiós a los ponchos y mantos blancos que configuran el paisaje y el imaginario cultural de la vida. Montañas desnudas y petrificadas que muestran las marcas de otrora líquido vital solidificado, la ausencia de lo cotidiano, la ausencia de la memoria cultural arraigada al tiempo.

Todo esto se acentuó aún más en los escenarios donde Bolivia, en general, y menos aún en el PM ANMI Cotapata, no cuenta con un plan o un programa de adaptación al cambio climático, lo cual aumenta el escenario de vulnerabilidad ambiental y de los ecosistemas al área protegida. Tampoco se evidencia el monitoreo de los procesos de retroceso de glaciares en la cumbre altoandina dentro del área protegida, además de los reportes del Instituto Boliviano de Montaña, en un registro privilegiado de los principales destinos andinistas, que sin duda requieren de registros comparativos para ese fin. Para lo cual es necesario una actualización y monitoreo constante de los Planes de Manejo y Conservación del Área Protegida.

No existe una política de protección de fuentes de agua, tampoco una política de monetizar los servicios ambientales que ofrecen estos, como realizar un cobro mínimo a las EPSAS (Entidad Prestadora de Servicios de Agua Potable y Alcantarillado Sanitario). Pues a estas alturas de la civilización humana, es inconcebible que se siga realizando conservaciones sin incorporar un valor a su conservación.

Por último, si bien las Áreas Protegidas son uno de los ejemplos fundamentales de la posibilidad de alcanzar un Desarrollo Sostenible, no obstante, muchas de las categorías de manejo en Bolivia permiten actividades extractivas que están lejos de favorecer el desarrollo sostenible, como el caso de la minería de oro y el monocultivo de coca. Entonces, muchas de las soluciones pasan por darle la importancia que merece e implican las Áreas Protegidas, instaurar sistemas de monitoreo y seguimiento de los procesos de conservación dentro del Área Protegida, empapar a la población de la importancia de la conservación desde su patrimonio de saberes ancestrales y locales, y delimitar las Áreas Protegidas dentro de la integralidad de sus componentes. Aunque suene trillado, llenar la gestión y manejo de las Áreas Protegidas con personas que comprendan la importancia de estas, políticos, pero no partidistas, nos acerca cada vez más a la utopía.

EL NUEVO ROSTRO DE LA DERECHA FASCISTA EN BOLIVIA “LOS COMITÉS CÍVICOS”

Acontravia.com (2023)

Por: Nulfo Yala

La derecha fascista en Bolivia, ha asumido el rostro del civismo y se ha materializado en los «comités cívicos», particularmente en Santa Cruz. La lucha y la resistencia antifascista debe dirigirse ahora en este sentido. El fascismo ha demostrado que tiene capacidad para adaptarse y reinventarse en formas aparentemente «democráticas», pero no se debe olvidar que independientemente del disfraz que asuma, su esencia de odio y violencia, nunca cambiará.

La violencia de los grupos fascistas, promovidos por grupos de choque de los denominados «cívicos» de Santa Cruz, ha sumido a la ciudadanía en un clima de terror y miedo en gran parte de la población cruceña. Las jornadas de violencia de las semanas pasadas, producto de la aprehensión del Gobernador Camacho por órdenes judiciales, dejaron una ola descontrolada de infraestructuras saqueadas y quemadas, entre ellas la Fiscalía y el Banco Unión (entidad estatal del estado), entre otras. A ello se sumó la quema de vehículos y agresión de periodistas; además del intento de la toma del Comando Departamental de Policía, que dejó un saldo de heridos en ambos bandos y detenidos en flagrancia. El asedio fue permanente hasta hace unos días atrás en los que se llevó el “Cabildo Nacional», denominado así por estos grupos cívicos.

Resultado de ello, gran parte de la gente se encuentra atemorizada y privada de su derecho a la libre expresión, por temor a represalias por estos grupos de choque fascista, en caso de tener una opinión política contraria al discurso impuesto por los cívicos y los grupos de poder económico e institucional que lo respaldan. Una parte de la población se encuentra en situación de indefensión, sumida en el terror y el miedo a la violencia fascista, pues si se atrevieron a quemar la Fiscalía y agredir a las fuerzas públicas ¿De qué serían capaces con un ciudadano común y corriente? Hoy, en Santa Cruz, se respira turbación y congoja. Una ciudad, otrora caracterizada por la alegría y la felicidad, ahora está apagada y temerosa. Los grupos de choque cívicos fascistas hicieron bien su trabajo, dieron rienda suelta al odio y la destrucción que estaba contenida desde hace tiempo atrás. Grupos paramilitares como la Unión Juvenil Cruceñista, que debían ser desmantelados por el Estado a raíz de las recomendaciones de la CIDH, desataron su violencia y terror, para mandar un mensaje no solamente al Estado Boliviano, sino a la gente que ose declararse contraria a los mandatos de los cívicos; que, dicho sea de paso, dicen representar a todo el pueblo, sin siquiera haber sido elegidos democráticamente ni por voto popular.

Si bien el detonante fue la aprehensión judicial del Gobernador de Santa Cruz; eso no justifica, ni mucho menos, semejante destrucción y agresión. Pero esto solo fue el inicio. Los cívicos se dieron cuenta del impacto del terror aplicado a la gente y ahora no tienen ningún reparo en demostrar sus verdaderas intenciones de separatismo de Bolivia. Bajo la consigna, también fascista, de que es el mandato del pueblo a través de un Cabildo (arrogándose representación de una población de millones de habitantes en una concentración citadina y solo en una parte de la ciudad), ahora resulta que se quiere crear milicias armadas, que camufladamente las denominaron «guardia departamental» para supuestamente proteger a la población de las fuerzas públicas del estado. Léase bien, sí, de las fuerzas públicas del estado. Asimismo, la pretensión ahora es también crear su propio sistema judicial, con propia elección de sus funcionarios judiciales afines; es decir, estamos en un proceso de «separación de facto». La independencia de Bolivia ya ha sido declarada, asumida y accionada. Hábilmente disfrazada de parafernalia y tecnicismos jurídicos que tratan de mostrar que lo harán dentro del marco constitucional. Engaño camuflado. Lo que quieren decir es que la separación es un hecho, sea constitucionalmente o por las malas. No debe olvidarse la intentona previa en el año 2009 (Caso Hotel Las Américas), cuando mercenarios provenientes de diversas partes de Europa planificaban acciones terroristas y separatistas, y en el que paralelamente se enarbolaban discursos de algunos cabecillas que «liderarían el ejército de liberación de Santa Cruz».

Ahora la situación ha virado hacia lo «cívico» y el mal usado «civismo». La derecha fascista y violenta se ha apoderado paulatinamente de los comités cívicos de Bolivia, particularmente en el Departamento de Santa Cruz. Desde éstas organizaciones se ha articulado la lucha violenta con la conculcación y abuso de los derechos de los ciudadanos, hasta el uso de acciones de terrorismo, como lo acontecido en los días posteriores a la aprehensión del Gobernador en Santa Cruz.

Desde estos comités cívicos se han vuelto a aplicar las doctrinas de acción fascista enarboladas en su momento por el fascismo europeo. Estrategias como la «unanimidad», donde se busca silenciar las voces disidentes, mostrando una falsa impresión de unanimidad. La estrategia de «exageración o desfiguración», donde con ayuda de los medios de comunicación afines, buscan convertir cualquier acción o circunstancia como una amenaza grave o cuestión de vida o muerte. Sumado a ello la conocida estrategia de «verosimilitud»; donde se van generando permanentemente desinformaciones, argumentaciones e información fragmentada y descontextualizada; utilizando para ello no solamente a sus medios de comunicación sino a los políticos con representación parlamentaria y «comentaristas» de estos grupos informativos, que repiten hasta el cansancio esta suerte de «contrainformación de desinformación» de manera que la opinión pública, interiorice y asuma esta manipulación informativa como cierta. De esta forma se logra incluso aplicar con relativo éxito el «método de contagio» que recomendaba utilizar el Nazi-fascista Goebbels.

Como artilugio distractivo, engañosamente se hace pensar que el objetivo es el revocatorio legal del Presidente Arce. Buscando desviar la atención del objetivo real, que es la consolidación de la independencia ya declarada. A los cívicos fascistas, poco o nada les importa seguir el juego democrático boliviano, salvo para guardar las apariencias y esconder sus verdaderas intenciones. Ya lo dijeron antes: En Santa Cruz existen los cruceños y los bolivianos.  A buen entendedor pocas palabras.

Lo aciago del asunto, es que las víctimas de este ardid, resultarán también los que ahora apoyan a estos movimientos cívicos fascistas. Ya mostraron el terrorismo que pueden causar y de los extremos de violencia de lo que son capaces, contra todo aquello que se les oponga. Si consiguieran sus fines independentistas y asumieran el control del poder total, como pretenden, no dudarán ni un segundo en utilizar la misma violencia y terror contra cualquier intento de cuestionar este poder. La dictadura del terror y la violencia es inevitable en el fascismo. Los que ayer eran amigos mañana podrían ser aniquilados, si los intereses y la voluntad de poder del fascismo así lo decide.

Queda de por medio la gente que quiere vivir en paz, que no le queda otra que guardar silencio y asumir un perfil bajo, para no ser identificado y sufrir las represalias de estos grupos cívicos de choque fascista. Queda la dura realidad de aquellos que, por el simple hecho de pensar diferente o cuestionar a estos grupos fascistas queden en la mira o en las listas de los «enemigos de Santa Cruz» elaboradas y difundidas en las redes sociales; para que, en el mejor de los casos, como lo dijo públicamente el Gobernador de Santa Cruz «se les de muerte civil». La derecha fascista en Bolivia, ha asumido el rostro del civismo y se ha materializado en los «comités cívicos», particularmente en Santa Cruz. La lucha y la resistencia antifascista debe dirigirse ahora en este sentido. El fascismo ha demostrado que tiene capacidad para adaptarse y reinventarse en formas aparentemente «democráticas», pero no se debe olvidar que independientemente del disfraz que asuma, su esencia de odio y violencia, nunca cambiará; y si se lo deja crecer aniquilará con todo lo que le estorbe. No debe olvidarse lo manifestado por el político español antifascista José Díaz Ramos «Todos los oradores que han hablado antes que yo, han dicho: El fascismo no pasará. Y yo os digo que esta frase sólo tiene sentido cuando se toman todas las medidas necesarias para luchar contra el fascismo».

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ORO BOLIVIANO: DEVASTACIÓN Y PENURIA

ACONTRAVIA.COM (2023)

Por Milenka Almanza

Empero, si nos adentramos más su explotación, su extracción en Bolivia, es una de las formas más cruentas de explotación de la naturaleza, pero esta idea y realidad es escasamente conocido por la sociedad boliviana, ejemplo claro de que el acceso a la información precisa no es de fácil acceso para los ciudadanos.

El oro en Bolivia está concentrado principalmente en el Departamento de La Paz en el flanco oriental de la cordillera de los andes y  en los yacimientos secundarios y primarios, en la cuenca de Tipuani – Mapiri (Miranda et al, 1991), pero también en parte del altiplano, la Llanura Beniana y el Escudo Brazilero (Herail, 1988)

El Oro contenido en los placeres procede de la erosión de vetas de cuarzo aurífero emplazados en el Ordovícico superior de la región de Tacacoma-Ananea-Aucapata (Miranda et al, 1991. Pág. 175)

Gran parte de los yacimientos primario de oro se encuentran en el ordovícico epimetamorfico, en estos yacimientos el oro se encuentra en forma de granos libres y en accesorios de microinclusiones en los sulfuros, estos últimos al estar en contacto con el agua y el aire producen lo que se denomina drenaje ácido, altamente contaminantes, porque los metales en ese medio se encuentran en disolución.

En cuanto a los Yacimientos secundario o Placeres, proceden de procesos geodinámicos recientes, es decir, el terciario y el cuaternario. Explotados principalmente en ríos y quebradas.

Luego de la narrativa de propiedades inherentes a la presencia del oro en Bolivia, es necesario comprender por qué es tan cotizado por la sociedad, su posesión representa mantenimiento de valor, considerando además que el Clark del oro es bastante bajo; es decir, es uno de los elementos químicos con menos abundancia en la naturaleza, por lo tanto, es preciado.

Empero, si nos adentramos más su explotación, su extracción en Bolivia, es una de las formas más cruentas de explotación de la naturaleza, pero esta idea y realidad es escasamente conocido por la sociedad boliviana, ejemplo claro de que el acceso a la información precisa no es de fácil acceso para los ciudadanos.

Esa explotación cruenta tiene mucho que ver con la deforestación desmedida para habilitar áreas de dragado, antes incluso de obtener los contratos mineros de forma legal y concluida; además, lo más funesto el uso incontrolado de mercurio. Todo esto amenaza contantemente a la estabilidad ecológica de una de las áreas con mayor biodiversidad del planeta, como es el Amazonas, donde pocos han llegado, pero si los han hechos los avaros del oro. Siendo el área de mayor preocupación el área protegida del Parque Nacional Madidi.  Si se sigue este rumbo de avaricia y poder en los próximos años los daños pueden ser irreversibles, ¿Cuánta biodiversidad se estará perdiendo en los ríos dragados? ¿En los áreas deforestadas?.

Además en una Bolivia donde la única regulación a estas actividades “productivas”, de menoscabo es: la Licencia Ambiental, que por un lado es un trámite ultra burocrático, y de amplio entendimiento de grupos de poder dentro de la cúpula del revisor, mientras los mineros cooperativizados que explotan el oro, pueden adecuar su actividad en cualquier momento, momento en el cual ya muchos de ellos han devastado el entorno natural y lo han cambiado para siempre.

Pero adicionalmente existen explotadores extranjeros, como del país asiático China, que cuentan con tecnologías  “para aumentar la producción” e incluso proveen de insumos como el mercurio, pero ninguna tecnología para hacerla ambientalmente más responsable. Estos explotadores extranjeros existen a pesar de que la Ley minera, establece que solo los bolivianos pueden acceder a estas áreas y lo hacen en complicidad de las cooperativas mineras que los ven como socios inversionistas. La interrogante es: ¿Quién se hace cargo del daño ambiental, el cooperativista o el inversionista extranjero?, en resumidas cuantas bajo la dinámica actual ninguno.

Todo esto hace que las explotación en sí misma, se haga cada vez más violenta, pues los mineros auríferos en muchos de los casos atacan con explosivo y piedras a los que ellos consideran foráneos (Radwin, 2022), lo mismo pasa con los funcionarios que de acuerdo a norma deben hacer el control ambiental correspondiente, constituyéndose estas explotaciones en un escenario de tiranía minera.

Otro de los impactos fatídicos, es el desplazamiento y afectación de los medios de vida de los pueblos indígena originarios, un repecho de sus territorios ancestrales, de sus aprendizajes milenarios, como la pesca, ahora siendo adsorbidos por los mineros, haciéndolos mineros a ellos; no pueden ni pudieron ofrecer resistencia en un sistema boliviano que promueve el desarrollismo. Donde los territorios son ancestrales para las comunidades y pueblos originarios y temporales y violables para los inversionistas extranjeros y los cooperativistas mineros, que cuando se acabe el oro ahí no dudaran en ir a por otro territorio y destruirlo.

Desde el punto de vista económico se desconoce a quienes beneficia realmente, pues por lo expuesto precedentemente la minería del oro se ha convertido en una actividad ilegal similar al del narcotráfico, donde uno de sus desencadenantes es el lavado de dinero (Saconeta, 2021) y la prostitución y posiblemente la trata de personas. Y al ser una actividad ilegal no se recauda las regalías mineras correspondientes, con un declive de la economía local y nacional.

En última instancia, pero la más preocupante y devastadora es el uso del Mercurio, siendo este un metal pesado de alta densidad, que se adhiere al oro formando una amalgama, que facilita su extracción, los operadores mineros creen que a mayor uso de mercurio mayor extracción de oro de ahí su uso desmedido e irracional. Pero además del uso, es la manipulación inadecuada no solo por los operadores mineros sino también su familia y entorno cercano (Cuestas y Velarde, 2017)

Además desde el punto de vista ambiental la afectación no solo se produce en los ríos o en el agua, sino que se produce también contaminación atmosférica, de suelos, vegetación y fauna nativa y por ende los seres humanos.

Uno de los efectos adversos más conocidos en la denominada enfermedad de Minamata, en refrenda a la ciudad costera de Japón del mismo nombre, donde los gatos comenzaron a comportarse de manera extraña, convulsionaban y de manera progresiva perdían la capacidad de caminar, aves muertas caían del cielo, lo peces vagaban en las aguas saladas y luego se ahogaban; los humanos manifestaban entumecimiento de miembros y dificultad para caminar, escribir y hablar (Erkenswick, 2014). En Bolivia pese al uso desmedido de mercurio no se han reportado estudios que evidencien comportamientos similares y sirvan de base científica para tomar acciones, tampoco las inversiones en la investigación apuntan a ese escenario. Todo esto causado por la forma más toxica del mercurio el metil mercurio, la forma orgánica del mercurio.

A pesar que Bolivia suscribió el Convenio de Minamata en 2013, por tratarse de una problemática mundial, y más aún en el contexto boliviano antes descrito. No obstante, Bolivia ha incumplido con los reportes de emisiones de mercurio al medio ambiente en general y por ende en la definición de áreas vulnerables y consiguientemente en la formulación de políticas públicas para evitar liberaciones incontroladas (Molina, 2016, citado por ANF, 2020), controlar y mitigar sus efectos en el medio ambiente, además que Bolivia es el principal importador de mercurio en Latinoamérica, cuya distribución de importadores y mecanismos de importación no es pública.

Al margen de que el Gobierno Nacional, haya creado una descentralizada del Ministerio de Medio Ambiente y Agua, a través del Plan Nacional sobre el mercurio, sus efectos aún son rasguños en la arena, arena de las dragas de los ríos devastados.

En ese marco, las prioridades de inversión pública deben cambiar hacia un control adecuado, equipos de monitoreo permanente desde el ámbito de los Sistemas de Información Geográfica, control exhaustivo y eficiente de la importaciones y distribución interna de mercurio, cumplimiento y participación de la sociedad civil en los reportes de emisiones de mercurio, la educación ambiental integral en todos los espacios, dejar el doble discurso de cuidado de la madre tierra mientras se la mercantiliza y se la hace servir a los intereses el capitalismo.

Debemos de resaltar el rol que tienen los gobiernos a la hora de tomar decisiones en base a estudios científicos y no desvalidarlos o archivarlos, evitar ambigüedades en las normativas, de lo contrario esta devastación ambiental seguirá en la impunidad cruenta del capitalismo depredador, en un escenario de desigualdad social y ambiental

REFERENCIAS

Herail G, 1988. Los Yacimientos De Oro De Bolivia Contexto Geológico y Genético. Actas del Segundo Simposio de la Investigación Francesa en Bolivia. La Paz Bolivia.

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