AUTORITARISMO Y TOTALITARISMO DE LOS MOVIMIENTOS CÍVICOS POPULARES.-UN ANÁLISIS DEL CASO DE LOS COMITÉS CÍVICOS EN BOLIVIA

Dibujo elaborado por MilenaFabiola@ (2020)

Algunas formas totalitaristas tienen diversas formas creativas de resurgir y adaptarse independientemente de la época y los contextos en los cuales se desarrollan. Lo peligroso del asunto es que muchas veces utilizan sentimientos y necesidades de la gente que cautamente caen en sus redes y tarde se dan cuenta que, lo que era su salvación, terminó siendo su martirio y para muchos, lamentablemente su mortaja.

De un tiempo a esta parte algunas instituciones de la sociedad civil, denominadas en algunos lugares como “comités cívicos” han tenido un protagonismo importante en acontecimientos sobre todo, de tipo político. Representando, según sus dirigentes y operadores políticos, a la población bajo la bandera de la lucha por reivindicaciones sean por la recuperación de recursos naturales o la defensa de intereses económicos y sociales de carácter local, regional e incluso nacional. Un caso representativo de lo señalado son los últimos acontecimientos en Bolivia, en donde a partir de movilizaciones por reivindicaciones inicialmente de tipo de económico, se terminó articulando un movimiento político a nivel nacional que juntamente con otras fuerzas políticas de oposición, policiales, militares e incluso clericales se terminó derrocando a un gobierno y se comenzó con la transición del poder que puso en crisis todo el sistema democrático boliviano.

Pero es importante dar una mirada más amplia a lo acontecido, particularmente con la participación de estas agrupaciones cívico-políticas, como estructuras económico-políticas, que al igual que otros actores, buscaron, y aún buscan, la consolidación y la toma del poder, particularmente a través de sus dirigentes de turno. Y para ello es importante analizar desde el contexto boliviano, sin que sea excluyente en otros contextos que cuentan con estructuras institucionales y funciones análogas.

Muchas de estas agrupaciones cívico-políticas en su momento fueron creadas para luchar por reivindicaciones y causas de justicia social, como la lucha por el voto popular o la recuperación de la democracia que tristemente se perdió producto de los golpes de estado dictatoriales. Sin embargo, ahora, la historia ha tomado un derrotero inesperado aunque no imposible, y, como alguna vez lo señaló Hobbes el ser humano siempre buscará su interés propio y más aún cuando tiene el poder en sus manos. Cualquier fin noble, sea institucional o no, sucumbe a la ambición de poder de los caudillos, que, como se ha visto incontables veces, termina utilizando a sus seguidores como base política de negociación o de imposición de su voluntad para tomar el poder, así sea por la fuerza o aliándose hasta con el mismo maligno (en caso de existir) si fuese necesario.

Estas agrupaciones cívicas, al asumir posiciones y alianzas políticas, en sus movilizaciones, las convierten automáticamente en actores políticos y por tanto sus intereses están ligados en función de estas actuaciones. La ventaja que tienen, con relación a otras agrupaciones políticas tradicionales, es que se asumen una legitimidad construida precisamente bajo la premisa de que “no son agrupaciones políticas” y que su trabajo es “velar por los intereses de la región” que dicen representar. No obstante, la mayoría de las veces se constituyen en plataformas para la promoción política de sus caudillos, que una vez conocidos y reconocidos, engranan la maquinaria de los partidos políticos tradicionales, ya sea de manera directa o indirecta, pese a haber sido en algún momento los más acérrimos detractores de los mismos, cuando cívicos.

Estas agrupaciones cívico – políticas, asumieron una especie de “gobierno moral” de sus regiones, construyéndose discursos de regionalismos duros, basado indiscutiblemente en un sentimiento nacionalista, que emerge a pequeña escala bajo los mismos principios doctrinarios y recalcitrantes que exacerban el sentido y sentimiento de lo regional, transformado en discursos de “la patria” y la “raza histórica” y en algunos casos haciendo incluso una nostalgia hacia el coloniaje, exaltando reiterada, sostenida pero incisivamente las supuestas injusticias contra esa patria regional y colonial, generando un resentimiento bajo la máscara de reivindicación, que en casos extremos se transforma en odio, debido a la frustración de la gente por su situación y que es achacada precisamente a esta “suerte” de injusticia permanente a la que estaría siendo sometida la región: “No recibimos lo que merecemos, después de lo que dimos” “La culpa de nuestros problemas es de los que nos tienen sometidos y humillados en esta situación”. Esos son los mensajes que se van interiorizando en las mentes de las personas, enfocando la causa del mal en el enemigo externo, en el gobernante o gobierno identificado y señalado como el enemigo del pueblo por no atender debidamente lo que el pueblo exige.

Luego, la estrategia fue mantener a las masas movilizadas y preparadas para asumir cualquier medida que dicten los caudillos, así sea el sacrificio, como se ha demostrado en los maratónicos paros cívicos en Bolivia que sumieron en hambre y pobreza a la gente más vulnerable, principalmente por la imposibilidad de acceder a sus ya exiguas fuentes de ingresos (a través de actividades laborales que requieren transitabilidad) o el acceso a los alimentos por los bloqueos indiscriminados que en situaciones lamentables terminaron incluso con brutales palizas a los que osaban reclamar por sus derechos contra los bloqueadores que los vulneraban a paciencia, indiferencia e indefensión vergonzosa del estado, pese a estar en pleno siglo XXI donde se vanagloria y exalta a los llamados estados democráticos y de derecho.

Durante estas movilizaciones en Bolivia caracterizadas tradicionalmente por los bloqueos dentro y fuera de las regiones, paro de actividades y mitines; se sumaron medidas de corte autoritario que derivó en acciones totalitarias en nombre de las llamadas reivindicaciones regionales, donde se vulneraron los derechos civiles garantizados por el marco legal normativo nacional e internacional. Derechos civiles, políticos, económicos y sociales tales como, el derecho a la libertad y a la libre transitabilidad, al acceso a la fuente laboral, a la libertad de expresión, a no ser perseguido por razones políticos y otros, se conculcaron de manera gradual hasta derivar en acciones extremas y violentas como la toma de instituciones por la fuerza, la quema de las viviendas de personajes políticos opositores. Actos que derivaron en el destrozo y quema de instituciones públicas, actos de humillación y escarnio contra autoridades políticas, obligándoles a pedir perdón y besar de rodillas a símbolos que representan la institucionalidad cívica, entre otras acciones. Se dirá que muchas de estas acciones fueron cometidas por los grupos infiltrados, pero lo cierto es que, instituciones públicas terminaron destruidas y quemadas y al calor de los ánimos enardecidos se vulneraron de manera sistemática y violenta los derechos de las personas afectadas. Frente a estos atropellos la mayoría de las fuerzas institucionales del estado callaron, por miedo y también por complicidad. Fuerzas policiales, sistema judicial y toda la institucionalidad debía elegir un bando: o estar con el movimiento político o contra el movimiento, sabiendo que estar en contra era sufrir las agresiones que diariamente se mostraban en principalmente en las redes sociales, pues la mayoría de los medios de comunicación oficial, sea escrita, radial y televisiva se sumó ciegamente a esta suerte de fiesta cruel donde se castigaba a la disidencia, declarando “enemigo del pueblo” al que osara cuestionar estos actos o se declarara contra el movimiento.

De esta manera se desencadenó en el imaginario colectivo, por un lado, la exaltación del espíritu regionalista, pues al fin la supuesta voluntad del pueblo se hacía escuchar y se hacía respetar. Gritos, consignas de nacionalismo disfrazados de federalismo, se escuchan estridentemente luego de los llamados cabildos del pueblo, donde se hacía ver ante la opinión pública, que todo el pueblo participaba y apoyaba a los caudillos. Discursos sobre discursos, que enarbolaban una doctrina de corte castrense al más puro estilo fascista “Todo con el comité cívico, nada contra el comité cívico, nada fuera del comité cívico”; obviamente, se daba por sobreentendido que el pueblo era el comité cívico. Por supuesto no se contaba con la parte del pueblo que no participaba de estos cabildos, sino que no estaba de acuerdo con las acciones totalitarias en que se imponían la voluntad de los caudillos en nombre del pueblo. Obediencia ciega de las masas y pertenencia al grupo. Quien estaba fuera, estaba civilmente muerto, como de hecho se manifestó vehementemente por muchas instituciones contra sus propios agremiados, que se sumaron a este movimiento cívico-político.

En el otro lado, la gente callaba y se sometía. Penalizaciones económicas y vetos civiles o laborales a quienes no participaban de las movilizaciones, declaratorias de traidores al pueblo con la consiguiente publicación de todos sus datos privados en las redes sociales, para que el “pueblo actúe” contra los traidores. De esta forma, se aniquilaba cualquier intento de disenso y se acallaba la libertad de expresión. La doctrina del “fascio” se infiltraba en este escenario oclocrácico: “Unidad y adhesión, así sea por la fuerza”.

Todo ello sin importar que estas acciones atentaban contra las libertades civiles y políticas tanto individuales como colectivas principalmente de los que fueron declarados traidores al movimiento; y sin importar, tampoco, las acciones para derrocar a un gobierno que fueron claramente acciones de sedición contra un gobierno, que pese a los acontecimientos y cuestionamientos, fue elegido democráticamente.

Precisamente bajo esta oclocracia (gobierno, o desgobierno según se mire, de la muchedumbre) se genera el ambiente propicio para que estas agrupaciones cívico políticas, desencadenen todos sus recursos de movilización de la muchedumbre, lo que sumado a la desinformación o en el mejor de los casos información parcial y sesgada de los medios de comunicación, generaron una matriz de opinión que realizó un buen trabajo para terminar de convencer o radicalizar aún más a la muchedumbre. De esta manera se cumplía también aquel principio político doctrinario de regímenes totalitarios como señalaba en su momento Goebbels: “La propaganda debe limitarse a un número pequeño de ideas y repetirlas incansablemente, presentarlas una y otra vez desde diferentes perspectivas, pero siempre convergiendo en el mismo concepto” Y el concepto central fue: “Quien no está con nosotros (comités cívicos) está contra nosotros. El pueblo somos nosotros y la voz de dios es la voz del pueblo”.

En estas agrupaciones cívico-políticas no existen ideologías ni marcos de discusión política, existe un sincretismo de intereses personales que se amparan y fortalecen bajo el paraguas del civismo, no importa el gremio, profesión, ocupación de los dirigentes y mucho menos su formación ideológica, todo vale en la carrera hacia el poder. Solo basta reconocer la frustración de la gente y la psicología de masas, para que la maquinaria cívico política identifique al enemigo y transforme esta frustración en odio, moldeando a las masas bajo un molde regionalista y ahora también religioso.

Patrioterismo y religiosidad que engranan la maquinaria para controlar a las masas, para transformarlas en un bloque de “unidad granolítica” como se llamó en manifiestos o comunicados a la opinión pública. El tema de religiosidad fue utilizado hábilmente para los fines políticos, particularmente en el derrocamiento del gobierno. La biblia en mano y toda la parafernalia puesta en escena por algunos caudillos cívicos tuvo el impacto mediático y el mensaje mesiánico esperado. Si es una obra de dios entonces se debe obedecer.

El fundamentalismo religioso de los movimientos de protesta y convulsión social, no es reciente, pues la acción francesa de 1908 dirigida por Maurice Pujo, a través de los “camelots du roi” ya estableció en su agenda como entidad socio-espiritual indivisible de la religión, toda acción de las masas como fuerza de choque de los movimientos políticos. Aunque el contexto es diferente la idea central se mantiene: Legitimizar el movimiento de la mano de dios.

El movimiento además se fortaleció por el ciego apoyo de las instituciones que formaron y forman parte de la estructura cívico política. Instituciones que, en algunos casos, incluso tienen una función social en la generación y debate de ideas como las universidades y entidades educativas quienes sucumbieron en algunos casos por intereses económicos y políticos de sus dirigentes, siempre bajo un hábil manejo del discurso regionalista-nacionalista. Si cada institución se debe a su pueblo entonces la institución debe apoyar a su pueblo. Nuevamente el pueblo era el movimiento cívico-político. Muchos dirigentes institucionales utilizaron estos preceptos para intimidar y en algunos casos para forzar bajo sanción o exclusión a su gremio a unirse y cumplir militantemente lo instruido, bajo resoluciones de asambleas dirigidas y demás formas de coacción. La individualidad y la libertad política morían en manos de discursos de los caudillos que se habían apropiado certeramente del sentido de identidad de las masas y de las instituciones en las cuales muchas personas estaban vinculadas directa o indirectamente.

El principio de acción política del corporativismo se imponía bajo el mando indiscutible de los caudillos o representantes del movimiento. La acción era lo importante y no se esperaba otra cosa de la masa. El pensamiento y la crítica no solo estorbaban, sino que se acallaban bajo insultos, intimidaciones y estigmatizaciones particularmente con ser miembro del partido político del gobierno derrocado.  Una furibunda y brutal discriminación que vulneraba el derecho de libre determinación y voluntad política del individuo. Mencionar algo favorable al partido político del gobierno derrocado era pecado. Simpatizar o pertenecer al mismo era delito que se pagaba, incluso, con la muerte civil.

Como era de esperar muchos caudillos habiendo conseguido su objetivo, se posicionaron en el nuevo escenario político, esta vez repartiéndose el poder de lo que les tocó, ya sea directamente o indirectamente: ministerios, viceministerios, cargos jerárquicos y demás, aunque solo sea transitoriamente. Pero como todo actor político, el fin era tener el poder total, migajas no bastan. La ambición en el juego político es tener todo o nada, y nunca nada es suficiente.

La agrupación cívico-política cumplió su objetivo, los caudillos mesiánicos alcanzaron, aunque parcialmente su propósito, la obediencia ciega de las masas tuvo sus resultados, el poder cambió de las manos y se sigue esperando de las masas la obediencia sin cuestionar. Todo lo que haga o deje de hacer el caudillo cívico mesiánico, será justificado por sus más acérrimos seguidores. Pero no todo se mantiene estático todo el tiempo: Se puede engañar a algunos un tiempo, pero no se puede engañar a muchos todo el tiempo. Más temprano que tarde la realidad se impone y pone las cosas en su lugar. Así el espíritu militarista de los movimientos totalitarios crea conexiones y relaciones de camaradería entre sus adeptos y con la misma intensidad, pero en dirección opuesta: Castiga a quienes considera traidores, no serviles o insurrectos y los motivos usualmente se van modificando de acuerdo al cambio de mentalidad, intereses y necesidad de consolidación del poder de los caudillos. Así como en algún momento se alentó la protesta, fácilmente después puede reprimirse incluso a quienes en su momento apoyaron el movimiento.

La censura, en sus diversas formas, es el arma preferida de los regímenes totalitarios para acallar a quienes se imponen o chocan contra la voluntad del poder. De esta manera el discurso que inicialmente surgió bajo visiones de intereses regionales e identidades regionalistas cívicas, van siendo apropiadas y usadas de forma oportunista y con fines enteramente políticos por los caudillos cívicos-políticos; y desde el corporativismo orgánico se va construyendo un movimiento que hábilmente es utilizado para tomar el poder. Pero el problema no radica solamente en la hábil manipulación de los caudillos, sino en la respuesta obediente de las masas que al final siempre terminan siendo las víctimas de un movimiento autoritario y totalitario que ellos mismos ayudaron a construir. El costo de una obediencia ciega es la pérdida de la libertad.

nulfoyala@gmail.com

EL ARTE TRANSFORMADOR Y LA EMANCIPACIÓN DEL SER HUMANO

Foto: NulfoYala(2020)

El arte, por esencia, está llamado a la transformación. El mundo expresado a través de la creatividad y la imaginación del artista es, desde ya, una acción revolucionaria contra los convencionalismos que impone la denominada “realidad” del mundo objetivo.

Toda manifestación artística tiene como uno de sus fines el manifestar la expresión vital del espíritu humano desde múltiples perspectivas. De manera que, en cada una de esas manifestaciones se exprese la trascendencia e intemporalidad de la vivencia humana desde los confines de la imaginación hasta la transformación de la realidad a partir de la visión y los sueños del artista. Y es, precisamente, esta capacidad de transformación de la realidad a través del arte, que se abordará en la presente reflexión.

El arte, por esencia, está llamado a la transformación. El mundo expresado a través de la creatividad y la imaginación del artista es, desde ya, una acción revolucionaria contra los convencionalismos que impone la denominada “realidad” del mundo objetivo, con el que se bombardea al ser humano desde su cuna social, en la familia, hasta su empoderamiento a través de la institucionalidad que lo moldea, lo define y lo forma, para que no pueda dudar ni por un momento que esta “realidad” es inevitable y por tanto es a la que está condenado hasta su muerte.

En el proceso de su creación, el artista se apropia del mundo y lo transforma desde su sensibilidad y pensamiento. Resultando en un nuevo mundo con sus matices y sus propias leyes, mostrando que otros mundos son posibles, que la tragedia de la “realidad” no es inevitable.

El artista revolucionario intenta escapar de estos moldes. Y en el proceso deconstruye, hasta destruir en algunos casos, esta visión impuesta de la cotidianeidad de la realidad. En el proceso de su creación, el artista se apropia del mundo y lo transforma desde su sensibilidad y pensamiento. Resultando en un nuevo mundo con sus matices y sus propias leyes, mostrando que otros mundos son posibles, que la tragedia de la “realidad” no es inevitable. La sola acción de anunciar y denunciar las injusticias y los desmanes que sufre la humanidad, en su arte, es de por sí un acto transformador y por tanto revolucionario; pues asume su rol de formador y transformador de la conciencia social, mostrando una luz y esperanza al final del túnel: Letras, pintura, escultura y todas las artes que trabajan y transforman el espíritu humano.

Pero para que el arte viva, no solo se necesita el compromiso transformador del artista, también se necesita la valentía para encarar esta tarea. Valor para que surja, nazca y florezca la expresión de las más hermosas pero feroces fibras de su ser, que buscan abrirse espacio en la marea de la brutal “realidad” que enajena y esclaviza al ser humano en sus afanes delirantes de riqueza y poder.

Pero para que el arte viva, no solo se necesita el compromiso transformador del artista, también se necesita la valentía para encarar esta tarea. Valor para que surja, nazca y florezca la expresión de las más hermosas pero feroces fibras de su ser.

Y esta tarea no siempre es fácil. El artista como todo ser humano también come y tiene necesidades materiales. Necesidades que el poder de la “realidad” maneja a su voluntad. No es secreto que algunos artistas a lo largo de la historia hicieron arte por pedido y a voluntad del mecenas o el empresario que no siempre tenía el interés en lo artístico, sino más bien en lo fiduciario.

Un arte asimilado, convertido en una triste mercancía, cuyo precio no depende más que de la popularidad mediática construida por la opinión de “expertos”, que la mayoría de las veces son conglomerados comerciales dependientes del mismo mecenas que hace negocio o política con ellas.

La grotesca diversión ha comprado el arte y al artista. Es lo que vende y el rating, ahora, es lo único que importa.

Un arte vacío, donde todo es arte y por tanto nada lo es, tal como lo manifestó el artista plástico español, Jon Illescas. Un arte vendido al mejor postor que no lo compra por su valor artístico, sino por la cotización comercial en la casa de subastas, reducido en casos extremos a un burdo reality, al estilo de series televisivas de cable como “el precio de la historia” donde la historia es lo de menos y lo importante es el morbo con el que se trata de dar contenido al fetiche de la mercancía: no importa si es la bacinica que usó Van Gogh o si sus calzoncillos fueron falsificados, el fetiche se ha transformado en el show. La grotesca diversión ha comprado el arte y al artista. Es lo que vende y el rating, ahora, es lo único que importa.

La humanidad no puede ser humanidad sin el arte. Pero el arte, por principio, debe estar al servicio de la humanidad para ser coherentes con este propósito. Lamentablemente el interés económico no siempre es compatible con la vocación de humanidad. Y tristemente tenemos las memorias de los mártires del arte que pasaron hambre y miserias por seguir su vocación artística hasta morir en situaciones de la más absoluta pobreza y soledad para que años después, su vida y sus obras se conviertan en mercancía de culto o como activo fiduciario para revenderse en cifras exorbitantes de dinero cuando la demanda sea favorable en el mercado. Es el caso del pintor Amadeo Modigliani, su cuadro “Nu Couché” se subastó por 170,4 millones de dólares el 9 de noviembre del 2015 en una casa de subastas de Nueva York. El pintor murió el 24 de marzo de 1920 a la edad de 35 años en la extrema pobreza y su mujer Jeanne Hébuterne se suicidó posteriormente con ocho meses de embarazo, viéndose sola y casi en la indigencia.

La humanidad no puede ser humanidad sin el arte. Pero el arte, por principio, debe estar al servicio de la humanidad para ser coherentes con este propósito. Lamentablemente el interés económico no siempre es compatible con la vocación de humanidad.

El arte es un acto de rebelión que humaniza al ser humano. La belleza, el dolor, la pasión y todos los sentimientos de redención humana volcadas del mundo interior del artista al exterior, en su obra. Una parte de la humanidad es redimida con cada obra de arte alcanzada a la plenitud de su realización. Pero esta rebelión adquiere un sentido liberador cuando se impregna de ideales de lucha y reivindicación de causas sociales, cuando el arte con toda su intensidad transformadora muestra las injusticias y la desgarradora “realidad” a la que están condenados muchos seres humanos del inframundo, que no tienen voz y que son invisibles en la maquinaria publicitaria de los grupos de poder y de sus sistemas políticos y económicos.

El arte es un acto de rebelión que humaniza al ser humano. La belleza, el dolor, la pasión y todos los sentimientos de redención humana volcadas del mundo interior del artista al exterior, en su obra.

La libertad y el compromiso liberador es arte en acción. Cada artista que nace y florece, enaltece el espíritu humano. Desde la calle, el barrio y ahora también desde las redes sociales, los blogs, etc., la expresión del arte debe diseminarse por todos los medios posibles para llegar a todos los rincones del mundo, cual agua vital que fluye libre, horadando las piedras a su paso, así sea necesario.

La libertad y el compromiso liberador es arte en acción. Cada artista que nace y florece, enaltece el espíritu humano. Desde la calle, el barrio y ahora también desde las redes sociales, los blogs, etc., la expresión del arte debe diseminarse por todos los medios posibles para llegar a todos los rincones del mundo

El compromiso con el arte debe ser de todos, no solamente dándole el valor, reconocimiento, retribución justa y el lugar que merecen los artistas por las horas de trabajo dedicadas al arte, que visto así, resulta ser esencial para la humanidad tanto o más importante como las demás profesiones; sino también, el compromiso con la formación del espíritu creador de las generaciones presentes y futuras, un espíritu emancipador y por tanto impregnado de la rebeldía generadora de “realidades”, creadas a través del arte, a través de las cuales la existencia humana pueda justificar su humanidad y la búsqueda emancipadora del ser humano en el tiempo.

nulfoyala@gmail.com

PLANETA EN CAMBIO O ¿EL PLANETA A CAMBIO?

Ilustración por Rosario@(2020)

Tiempos de cambio, generaciones nuevas, ¿nuevo planeta?, quizá un planeta en cambio, en evolución constante. Constante y dinámico; hábitat de múltiples formas de vida que interactuan entre sí y con su entorno.

Dinamismo acelerado en corto tiempo, considerando la edad del planeta y más aún del universo. La llegada del ser humano como especie transformadora de su entorno y creadora de “conocimiento” ha alterado el curso de la evolución de este planeta, versus un escenario sin la presencia del ser humano.

Sin embargo, al margen de los escenarios posibles ¡estamos aquí!, aquí confinados en este planeta y lo estamos embistiendo. La palabra confinados puede sonar dura, pero…!lo estamos! Es lo único que tenemos, y así consideramos que es nuestro, así lo entregamos a cambio.

El confinamiento en este planeta ha hecho posible nuestra evolución, que ha ido a la par de la evolución del “conocimiento” y afortunada o desafortunadamente (según criterio) de muchos organismos que acompañan este tránsito de cambios.

No obstante, al parecer entre la interface ambiente (entorno) y seres humanos,  existe una desconexión a nivel (sobre todo) grupal. Es decir, el ser humano esta escasamente consiente de su evolución y  que su vida depende en gran medida de la salud del planeta. En ese marco, el común de las  personas  desconoce o posiblemente conozca y estén conscientes de cómo afecta a nuestro bienestar la relación que tenemos con el ambiente, pero no actúan en consecuencia. Otras peor aún, lo desconocen,  ahí resulta el dicho popular: “El pez es el último en enterrase que vive en el agua”, y yo le agregaría que vive y se sirve del agua, es parte del agua, y que además cree que estudia el agua.

Producto de todo aquello, es que la humanidad hoy por hoy, y como nunca antes (dada la situación de la globalización), se ve enfrentada y cara a cara con una de las pandemias, más desgarradoras, tenaces y a la vez de sosiego al planeta.

Pero ¿cómo se explica esto?, pues, una de las teorías más aceptadas del surgimiento de la pandemia de Covid 19, es la destrucción del hábitat de especies silvestres, comercio e introducción a la cadena trófica en la alimentación de seres humanos con animales salvajes; así lo manifiesta el Fondo Mundial para la protección de la Naturaleza WWF (por sus siglas en Ingles), y concluye que existe un vínculo muy estrecho entre la propagación de las pandemias y el tamaño de la pérdida de la naturaleza. Al respecto, la premisa es que una de las alternativas más valederas a futuro, para proteger la salud del ser humano, es proteger la salud y bienestar del medio ambiente.

En la misma línea de investigación Matías Mastrangelo, investigador de CONICET (Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas), incluye además como causa la extinción de especies silvestres (se han simplificado las cadenas alimentarias con la destrucción de depredadora, haciendo más posible el contacto con humanos y consiguientemente transmitir sus patógenos), cambio climático, destrucción de ecosistemas y urbanización – globalización; como causas del surgimiento de nuevas enfermedades y surgimiento de pandemias.

Adicionalmente, y volviendo al confinamiento; pienso que hace mucho tiempo ya lo habíamos estado, ¿cómo?, pues nos hemos confinado y aislado del hábitat que nos originó como especie, ¿dónde?, en las ecosistemas artificiales, en las ciudades. Cambiando el rumbo de nuestra evolución en el confinamiento en metrópolis, ambientes densos en población; lo cual facilita la propagación de enfermedades, dado que se ha cambiado la dinámica de transmisión.

Pero la otra cara de la situación actual, es que estemos confinados a una escala mayor, en nuestra zona de confort, no solo en nuestras casas, sino en la comodidad del miedo y esperando que alguien más solucione el problema y mejor si lo hace más temprano que tarde. Es posible que esto vuelva a ocurrir y con más frecuencia. La cuestión es: ¿estamos preparados?, lastimosamente! No!.

Y quizá todo lo anterior no sea lo más trágico; pues, los gobierno los tomadores de decisiones quizá ni imaginen la dimensión ecológica y medio ambiental de este suceso. Los gobiernos  invierten ingentes cantidades de dinero en la contención de la emergencia, y el tratamiento de la enfermedad, (LO CUAL ES TOTALMENTE NECESARIO), pero ni siquiera se les ocurre actuar sobre las causas; peor aún hay un silencio en la  información  de las posibles causas, no las visibilizan, las aíslan, las minimizan. Solo hacen resurgir a ciertos sectores que por tradición atienden desastres (policía, médicos, ejército), cuya labor es desde luego relevante: pero no se habla siquiera de los sectores vinculados a la prevención, ni  se los nombra (salvo excepciones). Mucho menos invierten en investigación científica basada en la prevención de este tipo de pandemias.

Entonces, ¿qué es lo que sucede con el ser humano ahora, en relación a su respuesta a esta pandemia? La Relación humano –  entorno, al parecer se ve afectada por lo espacial de la afectación  por un lado (el mensaje es más contundente si es a escala planetaria y no local),  y por otro, por la afectación directa o amenaza a la integridad y un miedo encarnado a morir.

Consiguientemente, cuando dijo relación humano – entorno, y solo poniendo como ejemplo el caso Bolivia, país cuya economía se ha basado y se basa en el extractivismo, lo cual es directamente proporcional a múltiples impactos ambientales de carácter negativo. Contrariamente  al general de la población (dijo al general, porque hay muchas organizaciones que trabajan arduamente en temas ambientales), no están conscientes de dichas afectaciones y mucho menos lo relacionan con el surgimiento, diseminación, propagación de enfermedades. O peor aún suponen “NORMAL”’ sacrificar y manejar la naturaleza, el entorno a cambio de “bienestar económico” a cuesta y voluntad nuestra. Al parecer ese es el mensaje y el actuar habitual.

Con esto pretendo exponer, que en un área dada, pueden existir múltiples amenazas o peligros que se originan por la pésima calidad ambiental: Degradación, deforestación, caza indiscriminada, contaminación de agua, entre otras; en sus entornos próximos (ciudad, país, comunidad); pero en el día a día el ser humano solo contempla, observan y pasa de lado, y en el peor de los casos lo vuelven parte de su identidad. Si es cierto, se ha escuchado decir  en algunos casos, solo por poner un ejemplo: “Tenemos sangre minera”, ”La copagira (ácido sulfúrico diluido que drena en algunos casos de las bocaminas en labores mineras) corre por nuestras venas y calles”; diciéndolo con amplio presunción y gozo.

La cuestión es: ¿por qué sucede esto?, debemos comprender que el medio ambiente no es un espacio neutro, está ampliamente marcado por lo cultural. Pero si queremos hacer frente a las enfermedades emergentes, debemos también evolucionar en lo cultural, cuestionarnos lo cotidiano, lo que aparentemente es parte de nuestra identidad, aquello que degrada destruye nuestro entorno, daña nuestra salud, aquello que ofrecemos a cambio.

Otro aspecto importante, es el sentido de pertenencia del planeta, creemos que nos pertenece…hoy las personas limpian sus casas, las desinfectan, dejan fuera sus desventuras, se encierran; lo cual me recuerda al confinamiento que hable en las primeras líneas de este texto. La cuestión es: ¿por qué no limpian desinfectan y dejan las desventuras del planeta fuera?, fuera de lo arraigado al miedo,  al igual que en sus casas, en sus zonas de confort. Pues muy probablemente sea porque, concebimos al planeta como nuestra propiedad y por tanto sujeta a nuestra voluntad, o porque lo entregamos como ofrenda a cambio, o quizá sea nuestra naturaleza.

Sin embargo, la vida y la evolución en este planeta, posiblemente no se enteraron que nosotros los seres humanos imaginamos al planeta como nuestro. Así que hizo y hará lo que tenga que hacer…..cambiar, evolucionar, reciclar, transformar y quizá algún momento de la historia de este universo…morir.

Entre tanto, queda la reflexión: ¿Tenemos tanto poder para cambiar el rumbo de la evolución de este planeta?, ¿podemos detener o atenuar esa acelerada evolución?, ¿somos capaces de comprender cuán grande es el efecto de nuestras acciones?, o tal vez ya no hay punto de retorno.

En definitiva y la certeza es que el planeta cambia, se adapta y continúa su travesía y con él la vida, formas de vida o no, o aquellas que están en el límite de la misma; que interactúan negativa o positivamente con nosotros, según la perspectiva,

Lo innegable es que si queremos como humanidad ser constantes y persistir nuestra existencia en este planeta azul agua, debemos cambiar la manera en que interactuamos con el entorno, cambiar la forma de ver el ambiente, entender que somos solo uno más de los miles de miles de especies y formas de vida que habitan este planeta.

Y para ello queda, conocer o adentrarnos más en un nuevo universo, llamado: Conducta individual, interpersonal y social. Comprender que la conservación del medio ambiente pasa por lo político. Pero eso no basta, la dinámica de las políticas públicas de los gobiernos también debe evolucionar, cambiar hacia no disfrazar los síntomas de un medio ambiente agonizante. Cambiar sus alegatos dobles, que la ofrenda deje de ser la causa misma.

De lo contrario esta pandemia puede ser en el  futuro algo NORMAL para el planeta, un planeta en regulación, desde luego no para nosotros. Acaso aL planeta le toque ofrecernos a cambio de su supervivencia.

mileox@hotmail.com

TE ESPERO (à la mort)

Ilustración: Nulfo Yala (2020)

Hoy te espero más que nunca,

son de esos cielos invisibles,

y de días que zozobran,

el dolor se arremolina y devasta

y el vacío se impregna

inevitable como la ausencia de tu presencia.

 

El laberinto resultó ser una trampa.

Y yo, dentro,

el ingenuo que quiso perderse,

que quiso jugar con la arcilla del tiempo

tallando aire,

para crear algún amor,

para creer en algún amor

a quien rezar letanías,

aún, a sabiendas que,

la ausencia de amor,

es vano clamor y ruego.

 

Las ilusiones ya no llegan,

se extraviaron sin retorno,

Y los sueños, cual burbujas,

que estallan insustanciales y llanas,

son reducidas irremediablemente al efímero momento.

 

Hoy te extraño más que nunca,

el dulce silencio,

abrazo eterno,

insondable refugio,

en el inconmensurable olvido,

del nunca jamás inmortal,

del nunca más del siempre imperecedero.

 

Lo llenado está vacío,

los desvaríos se han perdido,

en el sinsentido amargo e incomprendido.

 

Ya el llanto nunca es suficiente,

ni el recuerdo de la alegría alcanza,

Ya no estás,

y te echo de menos,

Cuando en algún momento,

aunque,

sé que no existe el tiempo,

era parte de tu paz,

y de tu abrazo impasible y sereno

 

Hoy,

te escribo para decirte que,

estoy aquí,

Y…te espero.

nulfoyala@gmail.com

LOS NACIONALISMOS EN TIEMPOS DE PANDEMIA: LA RECONFIGURACIÓN DEL IMPERIO DE LA IDENTIDAD NACIONAL EN ÉPOCAS VIRALES DEL COVID19

Ilustración: Nulfo Yala (2020)

El efecto de la pandemia reconfigura el mundo a medida que se queda y avanza. Ni el mundo ni nosotros que formamos parte de él seremos los mismos después.

La lucha por la libertad será un “porqué” que seguirá vigente hasta el último día que el ser humano siga en esta tierra y que inventará nuevos “cómos” para que la reivindicación de la libertad como derecho y obligación sea el propósito fundamental de la humanidad.

Para nadie es extraño que hoy se hable de un mundo que entra peligrosamente en un periodo de recesión económica, tal como lo vaticinan distintos académicos en el mundo como el profesor Jeffrey Frankel de la Universidad de Harvard, quien además hace énfasis en lo “dramático” de la situación.

La pandemia del COVID 19, ha puesto el mundo de cabeza una vez más. Pero esta vez en una crisis sin precedente en un mundo interconectado e interdependiente a través de las redes sociales, cuyo efecto informativo y desinformativo se intensifica de manera caótica e impredecible en las decisiones de los ciudadanos de la comunidad global de la que forman parte, hasta ahora.

El efecto de la pandemia reconfigura el mundo a medida que se queda y avanza. Ni el mundo ni nosotros que formamos parte de él seremos los mismos después.

Esta reconfiguración, como tendencia mundial, hasta donde se observa, acentúa el viraje planteado por Trump, hacia el resurgimiento de los nacionalismos y no solo como modelo directriz de la economía, sino también tomando el concepto de nacionalismo propuesto por Greenfeld referido a la construcción de los individuos a partir de la identidad nacional de sus países. El discurso de “América Primero” y el “Made in América” resuena ahora con mayor intensidad.

Y detrás de lo económico por supuesto llegan inevitablemente los discursos de la construcción de la “identidad nacional” que deriva en un patrioterismo peligroso, letal y muchas las veces incluso religioso, hasta llegar a consignas recalcitrantemente ultranacionalistas y militaristas al estilo de “primero la patria, luego la patria y siempre la patria” o “dios, patria y hogar” que se escucharon en acontecimientos recientes, previo al derrocamiento del gobierno, en el caso de Bolivia.

El efecto de la visión nacionalista de Trump, rápidamente se contagió en el mundo, en algunos países más que en otros. Debilitando poco a poco la estructura de un mundo globalizado e interdependiente. Algunas potencias que apostaron su desarrollo en este modelo globalizado, por supuesto tomaron una posición de defensa y asumieron el liderazgo frente a esta visión desglobalizadora, como es el caso de China.

El ideal de un mundo sin fronteras, sin banderas, sin muros, se vino abajo. Aunque, en realidad, este ideal nunca llegó a concretizarse ni siquiera en los momentos del mayor apogeo global. Se vislumbraba una débil esperanza de un mundo donde se valore y respete al ser humano como tal, independientemente de su nacionalidad o país de procedencia. Pero al final fue un sueño corto y efímero.

El efecto de la visión nacionalista de Trump, rápidamente se contagió en el mundo, en algunos países más que en otros. Debilitando poco a poco la estructura de un mundo globalizado e interdependiente.

Frente a este panorama fue China quien asumió el liderazgo en pro de un mundo globalizado, pero sin perder su profundo y arraigado nacionalismo, esta vez desde el partido comunista, que se constituyó en un modelo sui-géneris, globalizando un sistema de producción que a pasos agigantados hegemonizó y aún hegemoniza la economía del mundo desde su visión más consumista y capitalista.

En cualquier caso, esta pandemia está consolidando el poder del ejercicio del estado-nación, construido sobre una ideología nacionalista de una identidad basada en lo “nuestro” versus el “otro” o el “extraño”. En estos momentos el otro es el enfermo o el que está sospechosamente en riesgo de estarlo. Sorprendentemente se observa como algunos países niegan el ingreso a sus mismos ciudadanos, negándoles el derecho a su ciudadanía, por el miedo al contagio.  Un miedo político del que detenta el poder. Si el problema se les escapa de las manos tendrá costos políticos y eso a muchos de los gobernantes les causa realmente pánico, más que la enfermedad en sí misma. Y por lo mismo cambiarán de idea inmediatamente exista la presión política. Para el poder de turno el prestigio, la popularidad y el “rating” lo es todo y más aún en épocas de elecciones.

Esta pandemia está consolidando el poder del ejercicio del estado-nación, construido sobre una ideología nacionalista de una identidad basada en lo “nuestro” versus el “otro” o el “extraño”.

Las acciones que se generan para controlar la pandemia, tienen también una fuerte retórica de control político y ejercicio del poder. Más allá de la necesidad de algunas acciones, como por ejemplo, el tomar los recaudos para evitar el contagio, se enmascara un sofisticado mecanismo de control y ejercicio de autoridad sobre los gobernados. Se evidencia en el uso de la fuerza por parte de los cuerpos policiales y militares, justificando el ejercicio de su poder sobre los otros, en nombre del bien común. Golpeando, flagelando, privando de la libertad, sometiendo al gobernado a multas, arrestos, procesos y demás acciones de sometimiento. La mecánica del poder planteada por Foucault, resurge una vez más con fuerza descomunal en estos momentos, para que el poder se reafirme y desarticule cualquier intento del “cuerpo” (considerado por Foucault como espacio biopsicosocial donde se ejerce el poder) que cuestione la autoridad; pues en estos momentos toda acción es vista como necesaria e incluso aplaudida por algunos sometidos. La reivindicación social de las fuerzas del poder que luchan al lado de médicos, “contra el mal por el bien de todos”; reivindicación que quedará en la memoria luego que pase la tormenta. Si bien se quedará el recuerdo,  el aparato de coerción sobre el “cuerpo” continuará, esta vez de acuerdo a las nuevas exigencias del poder de acuerdo a las políticas que se diseñen para cuidar y proteger a los gobernados de cualquier pensamiento y acción considerada subversiva, especialmente si se pide libertad y democracia.

Las acciones que se generan para controlar la pandemia, tienen también una fuerte retórica de control político y ejercicio del poder. Más allá de la necesidad de algunas acciones, como por ejemplo, el tomar los recaudos para evitar el contagio, se enmascara un sofisticado mecanismo de control y ejercicio de autoridad sobre los gobernados.

El ejercicio del poder, en situaciones de pandemia, exige un control disciplinario total. Autoridades políticas y gestores del poder, a través de sus dependencias, se encargan permanentemente de dirigir las acciones para disciplinar a los “elementos subversivos” que intentan salirse del control. “Meteré a la cárcel a todo el que no cumpla”, “quien cuestione la autoridad será capturado y encarcelado” son algunas amenazas que vierten algunas autoridades o gestores del poder de turno. No solo su incapacidad para manejar situaciones de crisis como ésta sale a relucir, sino también la personalidad autoritaria que disfruta del poder: doblegando, humillando y dominando por mandato del poder. Y todo hábilmente justificado bajo la construcción de un discurso sofisticado, cargado de nacionalismo, de patria, de bien común. Un discurso protector pero que castiga, de un llamado al bien común, pero cargado de política y de represión policial y militar.

El ejercicio del poder, en situaciones de pandemia, exige un control disciplinario total.

Esta maquinaria del poder, ha traspasado el espacio físico y el tiempo sobre el que tradicionalmente se sometía al individuo, que Foucault denominó la “microfísica del poder”. Ahora el terreno de dominación ha pasado al terreno virtual y especialmente en las redes sociales. El ciberautoritarismo al que hace referencia el filósofo Paul Preciado se ha concretizado en acciones de persecución y criminalización de la libertad de expresión en las redes sociales. El caso boliviano es uno de los más representativos. A partir del anuncio de “ciberpratullajes” y persecuciones judiciales a los que usen las redes sociales en contra lo dispuesto por la “autoridad” han seguido acciones que han culminado con arrestos e inicios de sumarios y acusaciones. El control represivo y criminalizado de las redes sociales llega no solamente para someter al individuo desde su espacio biopsicosocial, esta vez también lo somete en el espacio virtual de la red. El cibernauta, de pronto, se ha transformado en cibervigilado y ciberperseguido; y todo lo que diga o no diga podrá usarse en su contra en el mundo “real” en cuanto amenace la autoridad o el discurso político impuesto por el poder.

El cibernauta, de pronto, se ha transformado en cibervigilado y ciberperseguido

La telenación o telerepública toma su forma y se configura de manera rápida e impredecible, pero inevitable para el uso del poder y el ejercicio disciplinario para castigar ser humano. Quien se atreva directa o indirecta a atentar contra el orden establecido o el discurso del poder dominante, está sujeto a una persecución online en tiempo real. Ya ni siquiera se necesitan los chips sofisticados debajo de la piel para rastreo, como lo escenificaban algunas películas de ciencia ficción. Los celulares y sus aplicaciones han ocupado ese lugar y de una manera mucho más radical y universalizada. Ahora, todo el que tiene un celular debería saber que puede ser rastreado satelitalmente a lo largo y ancho del planeta, sin posibilidad de escapatoria. El registro del último acceso, el contacto del amigo de tu amigo, el reconocimiento facial en una calle, el último mensaje o incluso hasta una foto satelital de una calle puede delatar la presencia y activar inmediatamente los protocolos de persecución.

La telenación o telerepública toma su forma y se configura de manera rápida e impredecible, pero inevitable para el uso del poder y el ejercicio disciplinario para castigar ser humano.

Con la pandemia la definición de identidad y sentido de pertenencia se ha modificado. El concepto de nacionalidad y territorialidad, entendida como la identificación del “ser” social en territorio y tiempo y cultura, utilizado como medio de cohesión y base del nacionalismo, se ha ido reduciendo, de manera que la inmunidad – comunidad, como lo planteaba el filósofo Roberto Espósito, se circunscribe en un espacio tan reducido como el que cabe en la unidad habitacional de los aislados en cuarentena. El otro, el peligroso y potencial contagio del virus, debe estar distante y lejano como si no existiera, su presencia solo podrá ser percibida a través de los dispositivos tecnológicos, una presencia fantasmagórica, como diría Derrida, impregnada de la realidad de lo que alguna vez tocamos, abrazamos o besamos, pero que ahora ya pertenecen al dominio de lo externo. Este miedo a la muerte no es otra cosa que la manifestación de la pérdida del control de las cosas que nos poseen pero creemos poseer y es a través de esas cosas que los dispositivos de control se activan intensificando el miedo. Si no quieres perderlo todo sométete y obedece, responde el poder disciplinario y dominador.

Si no quieres perderlo todo sométete y obedece, responde el poder disciplinario y dominador.

Esta traumática pero aleccionadora experiencia de confinamiento viene estableciendo además los límites de lo humano respecto del otro, del diferente, del que está ahí, pero que es sospechosamente culpable de un posible contagio. El otro ya no es solamente el extranjero es el propio vecino o conciudadano que está fuera del territorio y que no merece volver porque está infectado. Y también aquel que está en el territorio, pero que debe ser confinado, privado de su libertad porque está marcado por la enfermedad. Ya no es la lejanía ni la cercanía territorial y mucho menos la nacionalidad la que excluye y clasifica, ahora es el miedo que impregna todo a su alrededor. Un miedo que es utilizado por los gestores del poder para terminar de imponer su voluntad y su retórica política. Así el otro se vaya muriendo de hambre por el aislamiento, será perseguido y confinado, castigado y disciplinado; no importan las circunstancias ni la situación, el régimen de poder no perdona la peor subversión de todas: el grito de rebeldía de la pobreza que se revela por el hambre.

Pero el virus no tiene fronteras, no sabe de nacionalidades ni de nacionalismos. El mundo una vez más ha quedado en zozobra intentando justificar lo injustificable, como si dependiera de la nacionalidad y los nacionalismos la intensidad del ataque de la enfermedad. Cuando en realidad depende más que nunca de una colaboración mundial, de gestión de salud pública internacional, equipamiento y recursos económicos suficientes y distribuidos coordinadamente en todos los países del mundo, de estrategias de salud preventivas, de reorganización institucional mundial para atención y tantas otras acciones que son necesarias e imprescindibles. Esta pandemia al igual que otras que pusieron al mundo de rodillas, demuestra nuevamente que las banderas, los nacionalismos y por tanto las identidades nacionalistas, regionalistas y localistas (en su versión extrema) no sirven de nada cuando se trata de luchar juntos como humanidad que vive en el mismo planeta. Que en estos momentos la coerción del poder disciplinador y normalizador que solo busca el control y la docilidad del ser humano, no sirve de mucho. Ni el castigo ejemplarizador es una estrategia de lucha contra la pandemia, ni el terrorismo de estado es la solución para una enfermedad común que afecta a todos los “estantes y habitantes” (como les gusta llamar a algunos administradores del poder) humanos del planeta tierra.

El régimen de poder no perdona la peor subversión de todas: el grito de rebeldía de la pobreza que se revela por el hambre.

Y esto incluye a aquellos países imperiales que utilizan su poder para someter a otros a su voluntad. El garrote o la zanahoria, que se ha transformado en el chantaje descarado, aún más inmoral en estos tiempos de pandemia, del “si te sometes a nuestra voluntad dejaremos de estrangularte” que es una manera de decir “doblégate o muere”. Todo en nombre de supuestos ideales democráticos y humanitarios que el poder imperial ha construido y ha diseñado para imponer su voluntad en el mundo a través de los organismos internacionales que han sido creados para sus intereses o que se han sometido en el camino para legitimizar la voluntad del poder hegemónico imperial. Acompañado siempre de un poderoso sistema comunicacional a nivel planetario cuya matriz mediática es financiada y controlada por sus aparatos de difusión y creación de opinión pública mundial. Al final sigue resonando el discurso de “quien no está con nosotros, está en contra nuestra” o “la existencia del régimen enemigo amenaza nuestros intereses” que tristemente precede al uso de la fuerza bruta de las intervenciones militares. Luego de la destrucción, en medio de parafernalias anuncian posteriormente el cumplimiento de su misión “trayendo democracia y libertad a los oprimidos”. Dejando sembrado el caos, la destrucción, la muerte, el dolor y sufrimiento del “pueblo liberado” que persiste indefinidamente. Ahora el mensaje del poder dominante imperial es claro y contundente para sus enemigos: “Si quieres sobrevivir a la pandemia sométete a nuestra voluntad y te liberaremos del virus”, por supuesto el virus no es el COVID19.

Ahora el mensaje del poder dominante imperial es claro y contundente para sus enemigos: “Si quieres sobrevivir a la pandemia sométete a nuestra voluntad y te liberaremos del virus”, por supuesto el virus no es el COVID19.

Una vez más se hace necesario el reconocimiento de que el mundo es interdependiente. Y lo que afecta a unos terminará afectado a todos en algún momento. Que las luchas de hegemonía de las potencias para imponer su voluntad y someter a otros, al final es un camino perverso de un poder destructivo que terminará corrompiendo y destruyendo tarde o temprano también a los que lo ejercen y por efecto directo a sus partidarios. Que la maquinaria de sometimiento disciplinario y de normalización, alineado directa o indirectamente en el juego perverso del poder, tarde o temprano se aniquilará en una lucha con los poderes emergentes de turno que a su vez serán reemplazados por otros que converjan en intereses creados para someter nuevamente a sus gobernados y excluir y destruir a todo aquello que se le oponga. La historia del poder lo demuestra. Ciclo a ciclo, destrucción tras destrucción, aniquilación por aniquilación, el poder de turno se fortalece, se legitimiza y luego perece en manos de otro más fuerte y perverso. Al final solo cambia de manos pero nunca de fines.

El poder de turno se fortalece, se legitimiza y luego perece en manos de otro más fuerte y perverso. Al final solo cambia de manos pero nunca de fines.

De esta forma la lucha inclaudicable por la libertad sigue siendo la premisa fundamental de la emancipación del ser humano para lograr una convivencia justa y equitativa, la realización vital del “ethos” Foucaultiano. Una lucha utópica y que tal vez nunca pueda realizarse plenamente, pues los países y las nacionalidades y la perversión de los nacionalismos generados a partir de estas doctrinas excluyentes y destructivas, no dejarán de existir en mucho tiempo. Pero la lucha continuará en la misma medida, cada generación, cada experiencia pasada, cada presente normalizado y de crisis como ésta, cada momento histórico futuro, siempre tendrá al menos un ser humano que lucha por la libertad plena, que recoja la antorcha y la lleve hasta la siguiente posta, no importa el país en el que se nazca y se desarrolle, no importa la causa de lucha liberadora en su espacio-tiempo-histórico desde su nacionalidad.

La lucha por la libertad será un “porqué” que seguirá vigente hasta el último día que el ser humano siga en esta tierra y que inventará nuevos “cómos” para que la reivindicación de la libertad como derecho y obligación sea el propósito fundamental de la humanidad.

nulfoyala@gmail.com

LA CRISIS DE LA AUTONOMÍA UNIVERSITARIA EN LA FORMACIÓN DE LA CONCIENCIA SOCIAL Y LA DEFENSA DE LA DEMOCRACIA

Dibujo realizado por Rosario@

Dibujo realizado por: Rosario@ (2020)

Una institución que no se dirija hacia el cumplimiento de su misión, sus fines y principios más temprano que tarde desembocará en una crisis terminal. Y este hecho es aún mucho más grave en instituciones educativas públicas, como es el caso de las universidades bolivianas.

Esta vez no se abordará la problemática del impacto social por la debilidad institucional de las universidades en la generación de conocimiento científico y formación profesional de calidad y excelencia, que se constituye en uno de los fines y objetivos de la universidad. Otras razones iguales o más importantes que éstas, llaman nuestra atención en esta oportunidad, cuál es la crisis de la autonomía universitaria en la formación de la conciencia social.

La universidad boliviana plantea en su misión un profundo compromiso con la sociedad de la que forma parte: la formación de la conciencia crítica. Este reto no es sencillo de abordarlo, pero es imprescindible. La misión de la universidad no tiene sentido si no logra que los profesionales en formación desarrollen el sentido crítico, tan necesario y fundamental, como lo es la innovación y creatividad dentro de la construcción social, en la cual el aporte de la universidad es esencial en la búsqueda de una sociedad cada vez más justa, democrática y humanamente desarrollada.

La formación de la conciencia crítica estuvo intrínsecamente ligada al planteamiento de una universidad democrática e independiente, la formación de una universidad liberadora, libre de toda influencia colonial, política, económica; y sobre todo de imposiciones o intromisiones en situaciones de crisis, como sucedieron en épocas anteriores, por la toma del poder del estado por fuerzas golpistas militares y políticas en diferentes periodos históricos de varios países de Latinoamérica. Estos planteamientos revolucionarios sobre el rol de la universidad en la formación de la conciencia social, fue finalmente expresado en el llamado “grito de córdoba” con el que se fundó una universidad libre y liberadora y por tanto autónoma.

Este noble y altruista propósito de formación “revolucionaria de conciencias” es un grito que se ha ido apagando paulatinamente hasta llegar a un triste espectáculo de sometimiento, como sucedió en los últimos acontecimientos acontecidos en Bolivia, durante la toma de poder por movimientos cívicos, militares, policiales y políticos-religiosos, con la participación directa de la iglesia católica a finales del 2019.

Nunca antes se vio que la institucionalidad de la universidad pública haya participado activamente, incluso con el concurso de autoridades universitarias, para derrocar un gobierno, que pese a los cuestionamientos de fraude y abuso de poder, fue democráticamente electo y como tal, tenía todo el derecho a la defensa y a culminar su mandato. Pero la historia fue otra. Quema de instituciones, quema de viviendas, tapiado de instituciones, “cacerías” y persecuciones políticas y lo peor de todo, las masacres (Sacaba y Senkata) de personas que defendían su derecho a defender lo que ellos consideraban democrático.

Uno de los principios de la universidad boliviana establece la “independencia política ideológica institucional”. Pero, en estos funestos acontecimientos se vio claramente como la institucionalidad se alineaba a intereses políticos de grupos de poder que no solo utilizaron a la universidad sino también a otras instituciones particularmente cívicas, militares y policiales que participaron en el derrocamiento del gobierno.

La universidad no solo calló, sino que institucionalmente formó parte de esta cruenta arremetida contra la institucionalidad democrática del país. Nunca antes se vio como la independencia ideológica y política, que la universidad pregonaba, se derrumbaba por los intereses políticos de los grupos articuladores del derrocamiento que participaron desde las universidades. Rectores, Vicerrectores, dirigentes docentes, dirigentes estudiantiles bajo la dirección de los comités cívicos y los gestores políticos del derrocamiento, pusieron a la universidad a sus pies y la usaron para sus fines políticos y en algunos casos económicos. Otros actores institucionales y autoridades universitarias, simplemente se alinearon conforme se desarrollaban los acontecimientos, su silencio cómplice, oportunista y por tanto cobarde, fue simplemente una estrategia para conservar su poder aliándose con el ganador, no importaba quien fuera.

El sentido común nos dice que los protagonistas se reconocerán por sus intereses logrados y concretizados, luego de las convulsiones; simplemente observando donde quedan posicionados o que ganaron luego del derrocamiento. Y en este caso, por lo menos a corto y mediano plazo, se muestra claramente lo conseguido. Algunos dirigentes universitarios gremiales, que coordinaron el derrocamiento, ahora son candidatos a senadores, otros son Viceministros o autoridades “jerárquicas” en el gobierno impuesto, otros perfilan su trabajo político para ser autoridades universitarias, otros buscando consolidar su posición laboral dentro de la universidad; y otros, simplemente esperarán su turno para exigir su cuota de poder institucional o finalmente serán desechados, pues el destino de quien es usado por interés no siempre se retribuye como se espera. Ya empiezan a escucharse voces de disconformidad; claro, dicho de una manera sutil y enmascarada.

Esta crisis no es reciente, como tampoco lo fue el derrocamiento de la democracia en Bolivia, fue un proceso gradual e irremediable en parte por la falta de capacidad de las universidades para asumir y desarrollar la autonomía plena que fue conquistada a partir el manifiesto de Córdoba de 1918. Lamentablemente, por su deterioro institucional, no estuvieron a la altura de sostenerla. Se fracasó en los propósitos establecidos en su fundación. No ha sido capaz de mantener una posición reflexiva, de debate, planteamiento y menos el desarrollo de un pensamiento crítico contra cualquier forma política que devenga en un debilitamiento de las bases democráticas como sucedió con la reciente experiencia de la toma del poder en Bolivia.

Tampoco fue capaz de defender ni plantear elementos que sirvan para entender el embate geopolítico en el que se suscitó esta toma del poder. Sería ingenuo pensar que no existió intervención ni coordinación extranjera que buscan y siempre buscarán influenciar y desestabilizar sistemas democráticos si van contra sus intereses geoestratégicos. El principio “antiimperialista” establecido en los documentos rectores de la universidad boliviana quedo tristemente en el aire, inútil, y sin que nadie haya dicho o hecho nada, en la arremetida.

Por su parte, un componente fundamental de la autonomía como es el cogobierno, plantea, desde la práctica de la autonomía, un interesante escenario democrático de gestión del poder al interior de las universidades. Pero siempre y cuando se cumplan las condiciones, bases y principios sobre las que se sustentan. Fundamentalmente el principio de construcción democrática y basada en la integración dinámica de la universidad con lo popular, con las masas obreras, campesinas y sectores vulnerables de la sociedad, en la búsqueda de una reinvindicación y justicia social en una permanente “revolución de conciencias” como se estableció en los postulados que fundaron la autonomía universitaria desde el principio rector del cogobierno docente estudiantil.

Pero en la práctica este principio también naufragó por la corrupción, por las “alianzas” y contubernios docentes estudiantiles que utilizaron la autonomía para sus fines e intereses personales, que en muchos casos se derivaban, también, de partidos políticos infiltrados que utilizaron a la universidad como escenarios de influencia para sus descarados intereses políticos. Al final posiciones de gestión académica terminaron en manos de politiqueros y astutos manipuladores, que en base a prebendas fueron corrompiendo a docentes y estudiantes en una debacle de corrupción y oportunismo. De esta forma el cogobierno perdió su sentido y se convirtió en la enfermedad, que las universidades públicas juraron erradicar desde la fundación de la autonomía. El cogobierno se transformaba en un espacio de “negociación prebendal” de quien tenía la capacidad, maña y astucia para manejar los intereses de los actores dirigenciales, sean docentes, estudiantes o administrativos a través de sus gremios. Y era ése, quien tenía el poder en sus manos, siempre bajo la condición que cumpla los pactos negociados durante su campaña y que mantenga su protagonismo y “arrastre” quien además tenía la capacidad para retornar cualquier momento al poder, principalmente por los favores que debían ser devueltos por los que lo recibieron. Todo ello a vista y indeferencia de muchos a los cuales la fama y la popularidad del candidato y alguna baratija entregada en las campañas, era más importante que la integridad, honestidad y capacidad de sus dirigentes.

El escenario desembocó en autoridades “elegidas” que, en el mejor de los casos, aprendían el oficio de administración académica, en el camino y sino se echaban mano a las “resoluciones” o “dictámenes” con la complicidad del cogobierno para que la institución siga la voluntad y muchas veces los desaciertos de la autoridad de turno, todo en nombre y bajo el amparo de la autonomía, como si ésta fuera una carta blanca para hacer y deshacer lo que se quisiera al interior de la universidad. Lo más importante para estas autoridades era mantener el poder político dentro de las universidades a costa de lo que sea, incluso a costa del debilitamiento de la institucionalidad universitaria por la corrupción amparada bajo la denominada “autonomía”.

Bajo esta situación decadente, la institucionalidad universitaria se puso al servicio de los comités cívicos, los actores políticos, militares y policías amotinados que participaron en el derrocamiento. Todos unidos por sus intereses políticos de gremio con un fin común (implícito y explícito en muchos casos): lograr el derrocamiento de un gobierno constituido democráticamente. De este modo a través de la institucionalidad universitaria, incluso a la cabeza de las máximas autoridades universitarias, se encabezaba marchas, se bloqueaba calles, se organizaba y movilizaba a docentes para enfrentamientos.

Haciéndose la vista gorda cuando se agredía, humillaba y denigraba a personas consideradas opositoras, obligándolas a “renunciar” a sus puestos de trabajo. Mirando a otro lado cuando se tapiaban instituciones en nombre del “pueblo”, cuando se quemaban instituciones, cuando se obligaba a docentes y estudiantes a movilizarse bajo amenazas de descuentos, represalias con las calificaciones o incluso con “muerte civil”. Y lo peor de todo guardando un silencio nefasto frente a las masacres que son aún heridas abiertas en el país.

Todo ello fue manejado a partir de muchas dirigencias del “cogobierno” con discursos de “quien no está con nosotros está en nuestra contra” porque para ellos el discurso impuesto fue “estar al lado del pueblo”, sin importar que también otra parte importante del “pueblo” no estaba de acuerdo con el derrocamiento y la forma violenta con la que se tomó el poder y que tristemente muchos de ellos fueron masacrados dando sus vidas durante las protestas.

La autonomía que venía en debacle desde tiempo atrás, con este último acontecimiento, fue herida de muerte y esta vez la estocada vino desde adentro, principalmente por el silencio cómplice de los que no hicieron nada para defender el ideal de la autonomía y el papel crítico que debería haber asumido todo el sistema universitario frente a la ruptura democrática que culminó con el derrocamiento y la toma violenta del poder.

La autonomía se nos muere. Si no existe la voluntad, la decisión y el compromiso de recuperarla, de encaminarla hacia los propósitos en los cuales fue concebida, morirá irremediablemente y tal vez nos demos cuenta demasiado tarde, cuando se haya perdido la oportunidad de llevarla a la realización de su propósito fundamental para con la sociedad, cual es la generación de una conciencia social, pensamiento crítico y la lucha inclaudicable por la defensa de la democracia, la libertad y la defensa de las ideas y los ideales de la humanidad desde el trabajo académico y científico de docentes y estudiantes desde sus aulas, siempre comprometida con su sociedad formando y transformando su conciencia.

nulfoyala@gmail.com

LA CAIDA DEL CAUDILLO DEMÓCRATA Y EL ABANDONO DEL PUEBLO

Foto: Nulfo Yala (2016)

Por: Nulfo Yala

En un país tan peculiar y exótico, para el resto del mundo, como es Bolivia, el tiempo transcurre cargado de un aire de miedo disfrazado de una mezcla sórdida del permanente recuerdo de la persecución y de ser declarado “en sedición” por decir o hacer algo indebido y que a juicio del poder de turno considere subversivo.

Desde el 10 de noviembre del 2019 se asumió un derrotero e inflexión que nadie esperada. La democracia, aunque imperfecta, cargada de corrupción y con errores de fondo, pero democracia al fin, terminaba por la ambición desmedida de poder del caudillo demócrata y empezaba la imposición de acciones cívicas, policiales y militares basadas en la generación de miedo, amenazas y la persecución política y judicial por parte de quienes depusieron del poder al caudillo demócrata, sin contar con la dolorosa muerte de los que tuvieron “la osadía” de reclamar e interponerse en la imposición de la llamada “pacificación” del país. Son las consecuencias de un odio que ha ido madurando desde hace tiempo atrás, un odio generado en parte por los desvaríos y ansias de poder de un líder en el que, en su momento, se depositó las esperanzas para construir una sociedad más justa y equitativa, donde el pobre y vulnerable al fin tendría voz y no solo la farsa del voto con el que siempre se lo utiliza en tiempos electorales. El líder se convirtió en caudillo del poder, en un caudillo demócrata, pero víctima del poder, que implacable e inexorablemente terminó sucumbiendo en su mesianismo, hasta llegar a creerse que el pueblo que decía representar y él mismo, eran uno solo, indivisible e inseparable y por tanto necesario y obligatorio.

La realidad de las cosas terminó el mito imaginario de su delirio. La realidad demostró que el pueblo, está compuesto por seres humanos, con todos sus defectos y virtudes. Y uno de ellos precisamente es la relación, a veces perversa, que existe con el poder de turno. Relación basada simplemente en intereses ya sean políticos, económicos o de cualquier otra índole y que derivan en conflicto cuando estos intereses entran en confrontación o posible pérdida de relevancia frente a otros intereses. Los intereses se construyen y se definen en el juego de las alianzas. Al final el movimiento para la búsqueda de la toma del poder se estableció con alianzas construidas en las narices del caudillo demócrata. Alianzas cívico, policiales, militares y hasta de los mismos sectores sociales que decían defender el proceso de cambio, todo bendecido con la biblia de testigo y coordinado meticulosamente por una mezcla de civismo fascista y fundamentalismo religioso de cívicos autócratas que utilizaron hábilmente el silencio de las iglesias incluida la católica y la “fe” incondicional de los que siguen estas doctrinas religiosas. A los tres muertos, se pidió al caudillo demócrata dejar el poder. A los más de treinta muertos se impuso un silencio sepulcral con la complicidad de los medios de comunicación, quienes entraban en cadena nacional para transmitir el triunfalismo del poder ganador, mientras en las calles la gente que protestaba moría por armas de fuego, se dijo que por disparos realizados por ellos mismos.

De nada bastó que el caudillo demócrata dejara el poder para jugar al demócrata “ideal”, para que el culto a la personalidad lo personifique como “víctima perfecta” del demócrata indispensable. De nada bastó abandonar a su pueblo para que no haya más muertos. Se fue y se salvó, otros murieron en su nombre por defender una causa abandonada y traicionada. Otros terminaron perseguidos a merced de una cacería judicial. Otros, y una gran mayoría, se pasó rápidamente al lado ganador alegando que se les había obligado a ser militantes políticos del gobierno depuesto. Otros infiltrados, tal vez, ya venían traicionando desde hace tiempo

Esta causa fue traicionada también por el mismo caudillo demócrata quien poco a poco fue arrastrando al país a una corrupción sin precedentes, muchas veces originadas precisamente por sus organizaciones sociales. Ni que decir del sistema judicial, el país cayó irremediablemente en una situación de tolerancia y permisividad de las “injusticias” de la justicia, diseñada para los que tenían aval político o dinero. El climax de la “situación” llegó con las irregularidades fraudulentas del proceso electoral. A pesar de que corrió mucha agua y sangre bajo el puente, lo penoso del asunto fue la falta de capacidad para reaccionar frente a estos hechos, incluido la candidez política del caudillo demócrata, no solo subestimó el poder de los intereses geopolíticos de los jugadores mundiales sino que se creyó el “cuento del tío” del amigo adulón “representante de los asuntos hemisféricos del continente” quien le sonreía y asentía mientras le clavaba el puñal por la espalda. No aprendió nada, ni siquiera cuando La “justicia internacional” de la Haya en el tema marítimo demostró que en todas partes se “cuecen habas”. Se metió al rio con los dos pies y al final fue tan fácil sacarlo del poder como quitar un dulce a un bebé.

En un país donde prácticamente la visión de poder perdedor anuló la individualidad y su valor de representación frente a las representaciones sectoriales denominadas “organizaciones sociales” enfatizadas en algún momento con vehemencia, vanidad e incluso desdén hacia los que no pertenecían a ellas, hasta el punto de negar y despreciar a los denominados “librepensantes” en la maquinaria política del “proceso de cambio”. Prueba de ello es que al final, estas mismas organizaciones, que incluso fueron consideradas en su momento como “gabinete social” terminaron haciendo el denominado “pacto de unidad” con el poder ganador, se dirá que para evitar más muertos, pacificar el país y demás, por supuesto cada muerto es un recuerdo doloroso y es cierto que era imprescindible impedir que hayan más muertos, pero también es cierto aquel adagio popular que dice “cuando hay santo nuevo, el viejo ya no hace milagros”. El pacto implicó el reconocimiento de la alianza con el nuevo poder y también fue una manera de salir lo antes posible del barco que se estaba hundiendo con el caudillo demócrata que en su momento, se dice, que fue prácticamente obligado a seguir y perseguir el poder, precisamente por estas organizaciones que después lo abandonaron.

Mucho de ingenuidad, poco coraje y compromiso con lo que se decía defender, tuvo también mucho que ver en la caída de un poder que supuestamente lo tenía todo: Control total en la estructura política, judicial, militar, policial, social y muchos etcéteras. Lamentablemente eso se creía, pero nuevamente todo era aparente, los intereses trabajan mejor con una dosis de odio que fue destilando de a poco, por la soberbia de no entender que las consecuencias de mantener el poder a toda costa es precisamente esto: Caminar en una cuerda floja y sin red. Lo ingenuo y vergonzoso del asunto es que el caudillo demócrata terminó creyéndoselo hasta el final, pensándose como el imprescindible, jugando al demócrata ingenuamente, subestimando el poder de estructuras de poder social sectoriales, que él mismo ayudó a construir y consolidar en ese juego ingenuo y peligroso de menospreciar la individualidad, de construir una democracia que desvalorizada todo intento de expresión individual frente a la “resolución de asamblea” del “dictamen” de lo político gregario, que muchas veces no era otra cosa la expresión de los intereses de grupos de poder económicos y políticos que se articulan en el tejido social utilizando a sus denominadas “bases”, muchas veces desinformadas o mal informadas, para la “negociación” política con el poder que los decía representar. Una de esas estructuras que se robusteció por esta política de fortalecimiento de las estructuras de organización sociales, que, literalmente se le escapó de las manos y que se transformó en el mecanismo de articulación social para su caída, fueron precisamente los denominados movimientos cívicos.  Organizaciones cívicas que son elegidas de manera diferida por dirigentes o directivos de las organizaciones o instituciones que la componen, haciéndolo en nombre de las personas que por diversas circunstancias, mayormente laborales, pertenecen a estas organizaciones o instituciones, sin importar que las personas que pertenecen a esas instituciones reconozcan o hayan votado directa y universalmente a una representación cívica tal como se establece en los principios de delegación de representación democrática.

Pero al igual que la vulneración del derecho humano a la libre circulación que se originó por los bloqueos de caminos y calles, que en su momento el caudillo demócrata hizo uso y abuso. De igual forma ahora las estructuras sociales que tanto defendió y consolidó,  también le pasaron factura. Esta vez con instituciones quemadas, tomadas y tapiadas. Lo que antes fue una fortaleza se transformó en un despotismo disfrazado de civismo. El contrato social estaba roto y ahora la institucionalidad estaba a merced de los vencedores, quienes en nombre de la “democracia” cuales dueños y representantes del “mandato” del pueblo, “obligaban” a renunciar, bajo amenazas con tapiado de instituciones incluido, a quienes no se sometían a su voluntad o que habían tenido el “pecado” de ser parte del anterior gobierno.

El uso y abuso de la democracia para jugar el juego del poder del que en algún momento se sirvió para mantenerse, paradójicamente se utilizó también para su caída, con las mismas estructuras y mecanismos de movilización social que precisamente en su momento fueron usadas y se convirtieron en su consigna de lucha. La oclocracia nuevamente salió triunfante, solo que esta vez el costo, para los que creímos alguna vez en la democracia en este país fue mayor y devastador. Como siempre, los más comprometidos y vulnerables de los que creyeron realmente en el proceso de cambio pusieron el pecho y tristemente recibieron las balas, bendecidas con un amén y con la biblia en la mano y con su entrada “triunfante” al palacio del poder.

No bastó ni el clamor ni el dolor contenido en los gritos de los que con impotencia veían, como se asestaba la estocada oclocrácica. Pero ya era tarde, ya la suerte estaba echada. De aquí en adelante quien no estaba con el poder vencedor estaba en su contra. Y comenzaron las persecuciones, las amenazas y la carnicería judicial hasta ser “cazados como animales”. Ahora cualquier sospecha es suficiente para presumir la culpabilidad por “actos subversivos” legalizando incluso las “vigilias” civiles y policiales donde las víctimas, sin orden de aprehensión, están en una suerte de secuestrados en su propias casas.

La búsqueda de la libertad como reivindicación legítima contra la perpetuación del poder del caudillo demócrata, pronto se transformó en el odio al enemigo jurado y declarado, sin importar su procedencia ni el respeto a su derecho a disentir. Todo aquel que cuestione llamada legítima y “constitucional conquista” del poder, es declarado enemigo del pueblo y de la democracia. Ya ni siquiera los “afines” se salvan. La “unidad” es una consigna indispensable y obligatoria para que el poder ganador se institucionalice. Cualquier intento de ejercer el derecho a participar políticamente en disenso, es visto como un “menosprecio a la lucha” ejercida por el poder de turno. Unión contra el enemigo aunque por fuerza, es la consigna.

Un paz impuesta a base de amenazas y persecuciones, el llamado a una unidad política forzosa para mantenerse en el poder, que anula el derecho al disenso incluso entre los gestores de la interrupción de un gobierno; quien pese a sus grandes deficiencias y errores incluida la irracional intensión de perpetuación a legitimarse en el poder indefinidamente, fue un gobierno elegido democráticamente con una fecha de culminación de su mandato. Este “no golpe de estado” como se repite hasta el cansancio, ha dejado a la población más pobre y vulnerable en una suerte de abandono, pues es ésta población quien ha sufrido y sufrirá las consecuencias de este movimiento que innegablemente fue también apoyado por sectores sociales pudientes de las llamadas “clases altas y medias altas emergentes”, si bien es cierto que el odio influenciado arrastró también a algunos de clases menos favorecidas. El discurso fue claro, contundente y repetido hasta el cansancio especialmente por las redes sociales fue: Luchar contra la “dictadura” para recuperar la “democracia”. De pronto el “dictador” se convirtió en el diablo y era necesario que “Dios” y “la biblia” vuelvan al palacio de gobierno. Se olvidaron que el caudillo demócrata también rezaba al mismo Dios y leía la misma biblia.

Como en el discurso imperante y para que no exista contradicciones no debe concederse ningún beneficio de la duda (como ya se viene borrando el rostro del caudillo demócrata hasta de las latas de leche de lactancia), todo lo realizado, por el gobierno depuesto, será cuestionado y revisado. En particular lo logrado en favor de los humildes será paulatinamente eliminado, el costo social es incompatible con el beneficio económico que búsca de la riqueza. Ya la liberalización de la economía ha comenzado con la liberalización de exportaciones, más dinero es más importante que la seguridad alimentaria del pueblo. Es previsible, más temprano que tarde, que se declare que el país no puede continuar con la llamada “subvención” de las políticas sociales del gobierno depuesto. Bajo el llamado de la “crisis económica” que ya se viene vaticinando, cargando la culpa al gobierno depuesto, se viene preparando el escenario de crisis que deviene. Liberalización económica y austeridad, que se transformará en hambre y pobreza para los vulnerables que serán excluidos en un sistema de máximo beneficio económico donde la pobreza es solamente un factor colateral y por tanto despreciable. La consolidación de una política económica mundial de ambición desmedida de producción y riqueza acumulada, donde el ser humano deviene en un activo y mercancía más del capital.

El cambio es irreversible, la estocada no solamente fue para el caudillo demócrata que jugó a ser socialista, pues paradójicamente sectores privados como la banca privada y los grandes empresarios fueron los que se enriquecieron más durante su gobierno. La estocada fue para una ideología que siempre luchará por una sociedad donde prevalezcan los derechos humanos, entre ellos el de buscar una sociedad justa e igualitaria donde se garantice al ser humano fundamental y esencialmente  “la libertad” para el ejercicio de sus derechos. Pero las ideologías no mueren; Así, mientras haya pobreza e injusticias en el mundo, siempre habrá causas e ideologías que seguirán y continuarán la lucha contra la pobreza y las injusticias del poder derivada en todas sus formas despóticas en el mundo. Como dice la canción de María Elena Walsh “Tantas veces me mataron, tantas veces me morí, sin embargo estoy aquí resucitando…”

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